Columna Es tiempo de andar
- La Juventud Diario
- 4 jun 2018
- 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella*
Había una antigua leyenda muy popular entre los pueblos originarios del ecosistema de pradera oriental-entrerriano. Según ella, el Abuelo Ñandú, progenitor primigenio de todos los ñandúes había caminado por el Cielo y había dejado su huella luminosa (la constelación de la Cruz del Sur) para profetizar el destino errante de su pueblo. La larga marcha del pueblo oriental hacia “el Entre Ríos” en 1811 (el “Éxodo”) confirmó la profecía de nuestro destino de pueblo peregrino; y en la segunda mitad del siglo XX, el exilio político y económico de muchos orientales volvió a confirmarlo. Hoy, cada Nochebuena nuestras familias esperan ansiosas el saludo lejano de sus seres queridos. Hay, sin embargo, una diferencia del hoy con el ayer. Esta nueva diáspora es señal de un fenómeno ahora universal: los jóvenes se desplazan geográficamente con mucha mayor frecuencia que antes. Pero en nuestro país –y eso es lo terrible- casi todos los jóvenes con aspiraciones personales quieren irse, porque no ven horizontes esperanzadores por aquí. Y mientras tanto, así como cien años atrás recibíamos inmigrantes europeos, en el siglo XXI recibimos inmigrantes latinoamericanos. Si los primeros nos enseñaron a organizarnos para luchar contra el Capital, los que llegan ahora de pueblos vecinos nos bañan de latino-americanismo, nos recuerdan que tenemos en común la lucha aún inconclusa por la soberanía y la fraternidad, por la liberación nacional de todos y de cada uno en camino al Socialismo imprescindible. Había además, en estas tierras, una tradición milenaria: los pueblos de la selva húmeda subtropical, y aún los del altiplano, visitaban y practicaban la reciprocidad con los pueblos de nuestra pradera. Los arqueólogos lo han demostrado, y las huellas idiomáticas en nuestro lenguaje arcaico (“gauchesco”) lo confirman tanto como las crónicas más antiguas. El conflicto colonial España-Portugal por este territorio (1680 - 1820) reforzó nuestra identidad de frontera. Los vínculos actuales con Brasil y Argentina acentúan nuestra identidad de enclave fronterizo, ya percibida por los británicos en 1828. Eso somos. Enclave fronterizo, memoria heroica del pasado lejano y del pasado reciente, tierra que es a veces de promisión para forasteros, y otras veces tierra de expulsión para sus hijos. Suelo de inmensa potencialidad agropecuaria y pesquera amenazada por el saqueo trasnacional, este territorio tiene, desde los tiempos de Artigas, una misión, tiene un puesto, en el camino colectivo de los pueblos del mundo, en la batalla internacionalista contra el imperialismo, por la supervivencia del Planeta. Las herramientas políticas para conquistar el poder popular en nuestro suelo fueron cambiando de nombre. A veces, casi imperceptiblemente al comienzo, se fueron transformando en su contrario. Hoy, lo mejor de los esfuerzos del pasado confluye en la Unidad Popular-Asamblea Popular, junto a un sector creciente de la juventud. Nos enfrentan los defensores políticos del saqueo transnacional (FA, PN, PC, PI, P de la G) y eso es lógico; sería de preocupar que no lo hicieran. Que los voceros de la cúpula sindical oficialista nos calumnien, es también absolutamente lógico. Pero a veces aparecen obsesiones cuestionadoras de filas de la izquierda intelectual “independiente” (?) críticas hijas de la desinformación o el rumor, críticas que desmerecen el duro y luminoso camino ya andado por la UP-AP, su ejemplar democracia interna, su pluralidad ideológica y su férrea unidad programática, ética y metodológica. Ninguno de nosotros puede explicar de inmediato pormenorizadamente lo que se está haciendo por todos nuestros compañeros al mismo tiempo, en cada lugar, en cada momento. Las direcciones de trabajo se diversifican y hay un colectivo (o tratamos de que haya un colectivo) para cada dirección de nuestro desarrollo. Y desde luego, las tareas se complejizan y se pueden cometer errores; en ese caso, los compañeros militantes nos lo hacen saber de inmediato. Oímos las críticas con la atención y el respeto de quien no tiene nada que ocultar, de quien se juega transparentemente por las causas populares. La Cruz del Sur es nuestra brújula, es nuestro Norte, porque hay que cambiar al mundo de base, hundiendo al imperio burgués. Quizás las profecías son sólo sueños de los viejos abuelos, pero acompañan e iluminan el camino insoslayable que transita, y transitará hasta el fin, nuestro pueblo trabajador.
*Maestro, escritor, dirigente político y candidato a la Presidencia de la República por la UP para las elecciones nacionales de 2019
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