Educación: Por la inclusión educativa. Pero en serio.
- La Juventud Diario
- 4 may 2018
- 3 Min. de lectura

Escribe Prof. Andrés Freire
“La institución debe adaptarse a los muchachos y no los muchachos a la institución”, “debemos incluir a todos porque de otro modo estaríamos violando su derecho humano a la educación”, he aquí el discurso que con alguna variante todos los docentes hemos escuchado alguna vez, un discurso que en principio compartimos, pero que tiene el enorme defecto de encubrir una gran verdad: los mismas autoridades que insisten en la inclusión educativa son las que generan las condiciones ideales para excluir a todos. Personalmente soy un gran partidario de la inclusión educativa, un escenario donde con poco se hace mucho, muchísimo, estoy convencido de que es un paso que debemos dar y profundizar no sólo para ayudar a aquellos que tienen capacidades diferentes, sino para crecer en empatía y solidaridad como sociedad, como educador uno siempre debe tener presente además las enseñanzas del insuperable Lev Vygotski: siempre existe una zona de desarrollo próximo a la que debemos apostar, nunca nosotros mismos debemos ponerle un tope a lo que un individuo puede lograr, siempre se puede dar uno, dos, diez pasos más. Es precisamente en el contacto con otro, con el docente que muchos alumnos logran desarrollar una potencialidad que previamente no existía, o que no se visualizaba pero estaba, esto no es un detalle menor, lo observamos en algunas circunstancias donde el llamado “Protocolo de Inclusión” que se aplica en UTU, termina a pesar de las buenas intenciones causando más mal que bien. Cuando un alumno es puesto en dicho protocolo, el mismo asistirá cuando pueda y hará lo que pueda, lo que se tendrá más en cuenta es la posibilidad de la socialización, este es el beneficio que obtendrá, algo muy importante sin duda, pero el problema es que eventualmente nunca tendrá la certificación por haber aprobado el curso, porque esto no es lo que se espera. Entonces hay muchachos que son inscriptos por sus padres por ejemplo en un curso de Formación Profesional Básico por ejemplo, se entregan los informes correspondientes y la persona se coloca bajo dicho protocolo, lo mismo sucede por ejemplo en algunos otros cursos puntuales, sin embargo al transcurrir del mismo, el maestro de taller, u otro docente, observa que este alumno contra todo pronóstico inicial sí estaría en condiciones de aprobar el curso como un alumno más, y sin embargo ya no lo puede hacer porque está bajo dicho protocolo. ¿Ocurrió un milagro?: No. ¿La persona superó sus limitaciones? No, las compensó. ¿Qué paso?: Pues que nos hemos topado con la zona de desarrollo próximo, en el contacto con el otro, con la clase de Taller, con un profesor de teórica que se intereso por el otro, con un grupo de compañeros que lo integró y acompañó, con una institución nueva que le dio un ambiente libre de etiquetas, esta persona logró acceder a la zona de desarrollo próximo, podría entonces egresar de ese curso con un diploma, pero no, el sistema sin quererlo ni buscarlo le puso un freno a lo que puede lograr. Aquí no hablamos de intenciones, se hizo un diagnostico inicial basado en los informes de los profesionales actuantes y se tomó una decisión que se juzgo adecuada, el problema es que se partió de una base conceptual errónea, que desconoce el hecho de que las personas pueden siempre dar un poco más, cuanto será ese poco o mucho no es materia de discusión aquí. Hemos conocido alumnos por ejemplo con síndrome Down que han terminado tercero de liceo, otros que no han podido avanzar más pero no por tener este síndrome sino por la pobreza económica y cultural en la que viven sus familias, y otros porque han estado en grupos superpoblados y con los entornos no de los más favorables, y esto es sólo un ejemplo. Con grupos pequeños por ejemplo de entre 12 y 15 alumnos serían maravillosos los resultados que podríamos lograr a favor de la inclusión en serio de alumnos con las más diversas problemáticas, cultural, pedagógica y socialmente, y también creceríamos enormemente en ser una sociedad mucho más fraterna y solidaria. Necesitamos entonces el 6% del PBI para la educación como mínimo, no sólo para tener docentes mejor pagos, y más profesionales, mejor preparados, sino también para tener instituciones pequeñas de no más de 600 alumnos, con grupos chicos y pequeños según el caso para incluir en serio, con equipos multidisciplinarios en cada uno de estas. Esto es inclusión real, pero en serio, y siempre apostando a que cada uno de nosotros siempre puede dar un paso más.
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