Editorial: Nuevo TLC, ahora con Chile Otro detalle controversial de la política exterior uruguaya

En un tiempo no muy lejano, el tema del libre comercio era parte fundamental de la política de Washington para la “unificación” de las Américas bajo su mando y sus mayores necesidades de imposición e injerencia en la política considerada hacia su patio trasero. Con el correr del tiempo, esta política la del libre comercio expresada en las más variadas formas de TLC, sigue recogiendo este espíritu inicial inspirado en las viejas necesidades del mundo colonial y neocolonial más tarde, que han impregnado al mundo como parte de la política y las ideas dominante de ésta época. Durante mucho tiempo desde la misma época de la lucha anticolonial, la gesta por la emancipación política y económica de las regiones del sur de América, se puede decir que hasta nuestros días, ha sido contra las políticas de imposición del libre comercio a ultranza, que ha sido un instrumento de postergación del desarrollo económico e industrial de nuestros países. Se puede decir, que ello no es solo un problema que atañe a nuestro país sino básicamente a las regiones del planeta con menor desarrollo económico, que ha provocado un desarrollo de extrema dependencia y donde las clases altas locales han tenido un gran beneficio económico de esta situación. El libre comercio ha sido la herramienta predilecta de la burguesía y el capital financiero en esta época para afirmar su dominio y control político de países y zonas económicas en el mundo. En estos días el gobierno nacional está en el borde de apoyar un nuevo TLC, esta vez con Chile, provocando una nueva situación de postergación de la ya débil industria en nuestro país que abrirá sus puertas a nuevas mercancías provenientes de éste país, pero que hasta el momento si se observa el comercio entre los dos países es irrelevante desde el punto de vista del volumen del comercio existente. Aunque el hecho en sí no es irrelevante, sobre todo cuando el Mercosur, en sus intenciones de abrir una nueva política integradora ha sido en los hechos desintegrado, por estas políticas, y con la intención que no exista ninguna alternativa diferente a las promovidas por Washington. Es cierto que el gobierno de Trump en sus políticas proteccionistas ha tenido señales contradictorias en relación a algunos procesos de integración pero en los conceptos de base conceptual ha llevado adelante una política de protección de sus intereses internos, y a desarrollado sólidos vínculos con los sectores más reaccionarios de la región a los efectos de recuperar espacios perdidos y hostigar a Cuba, a Venezuela y al ALBA. No es una novedad que Chile en la que hoy nuevamente la derecha en forma abierta está en el gobierno es uno de los países donde la política del libre comercio y las privatizaciones han sido uno de los países que más recursos e inversiones ha destinado Estados Unidos durante y después de la dictadura de Pinochet, que arrasó con el gobierno de Allende, en 1973. También es cierto que en las circunstancias actuales privilegiar a la política de los TLC con Chile supone también el distanciamiento del gobierno uruguayo de las demandas de Bolivia por el mar, y particularmente del ALBA, lo que hace más preocupante y grave las próximas decisiones del Frente Amplio y del gobierno nacional.