INAU Trabajadores denuncian “violación permanente de los derechos de los niños y los trabajadores”
- La Juventud Diario
- 20 abr 2018
- 7 Min. de lectura

Una delegación del SUINAU se presentó ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes para denunciar la terrible situación que tiene el hogar que recibe a todos los gurises en condiciones de vulnerabilidad que entran al sistema, “la boca de entrada”, un edificio inapropiado y totalmente desbordado, sin camas ni baños ni recursos humanos suficientes. Ratas, enfermedades, internos con más de un año cuando tendrían que estar máximo un mes y medio, patologías psiquiátricas, de consumo sin los técnicos para atenderlo, con escaleras y plantas altas donde no se han precipitado muertes solo por fortuna. La denuncia no es nueva, desde la utilización misma del edificio lo denuncian los trabajadores, pero no hay una resolución satisfactoria por parte de las autoridades.
Hogar de Ingreso desbordado
El dirigente “Joselo” López explicó que “INAU tiene en Montevideo una boca de entrada por donde ingresan todos los niños, niñas y adolescentes. Luego del estudio de cada situación, el muchacho se deriva a los servicios de permanencia”. Es un servicio que “se ha desbordado”, ya que “todos los centros están al tope de sus capacidades”. Así, “se empieza a acumular en este centro una cantidad de niños, niñas y adolescentes que genera una sobrepoblación”. Aunque las autoridades y el sindicato han acordado la apertura de un centro de internación en Canelones, “eso no se ha concretado”, por lo que actualmente en el hogar de ingreso se reciben todos los muchachos y muchachas de los 2 departamentos más poblados del país, y alguno más, como Maldonado o Treinta y Tres. Si bien se ha abierto “otra boca de entrada para separar a los niños más chicos de los adolescentes” llamado Puerta del Sol donde llegan los niños de 0 a 13 años, ya “estamos en una nueva situación de desborde por la cantidad de adolescentes que tenemos”. Según Alberto Gil, otro integrante de la delegación, “la casa nunca estuvo preparada para recibir a tantos gurises”. “Se atienden varones y niñas adolescentes en un centro que no debería superar los 25 adolescentes pero, en este momento, estamos en más de 50; sabemos que se superó la barrera de los 60”, aseguró López. Por su parte Wilson Burgos, explicó que en este edificio “eran instalaciones para oficinas. Allí trabajaban los directores de división de INAU, y también funcionaba el 0800 5050. Nunca se tendría que haber permitido abrir ese establecimiento, porque no es para albergar chiquilines, bajo ningún punto de vista”. Incluso fue más allá. “Si yo tuviera el poder de tomar una decisión y formar una comisión investigadora, cierro ese centro. Como decía Alberto Gil, hemos insistido en que vengan comisiones de derechos humanos a ver el local y también hemos pedido una inspección, pero tenemos que encontrar una solución rápida. No podemos postergar más esta situación, porque es inminente que algo va a pasar en cualquier momento, ya sea que un chiquilín se lastime mucho, que una chiquilina se tire de la escalera o que se genere una infección generalizada, que va a terminar con el cierre del centro por disposición judicial. Debemos tratar de que este año se pueda definir algo al respecto”.
Carencias de todo tipo
“Desde el punto de vista edilicio está totalmente destruido”. López advirtió que “El problema no es solo la sobrepoblación sino las condiciones del edificio. Hay roedores, cucarachas y todo tipo de insectos; hay un sótano totalmente descuidado, algo que genera todo un problema infeccioso y sanitario para el resto del servicio. Las aberturas prácticamente no tienen policarbonato, una especie de vidrio que se ponen en las puertas. No hay seguridad en la parte de electricidad ni en la sanitaria. Estamos con los bomberitos totalmente perimidos. En definitiva, se corre el riesgo de que suceda algo bastante complicado en cualquier momento”. El representante de los trabajadores manifestó que “se produce una violación permanente de los derechos de los niños y de los trabajadores. Hablamos de gurises que duermen en el piso porque no tienen en cama, de que hay un solo baño y 30 chiquilinas tienen que bañarse en un latón porque no alcanza el agua caliente. Hay focos infecciosos de todo tipo”.
Duermen en el piso
Alberto Gil, explicó que “no se toma al joven como sujeto de derecho sino como objeto de protección”. Se trata “de dar un plato de comida y una cama caliente”, pero informó que si bien “con la alimentación siempre tratamos de cumplir”, muchas veces “se nos agotan los recursos para brindar una cama caliente”. “A veces tenemos que poner a dormir a los gurises en el piso”, reconoció ya que “tenemos 14 cuchetas y más de 20 gurises, por lo que debemos ponerlos en el piso”. “Imagínense con los fríos que van a venir dentro de poco lo que puede significar no tener en los dormitorios una ventana en condiciones, pensando en los jóvenes que todavía duermen en camas”, agregó.
Alimentación
Gil amplió que “en cuanto a la alimentación, tenemos los suministros necesarios pero carecemos de personal para la cocina. Por ejemplo, el personal que hoy está cubriendo la cocina pertenece a los talleres; de los 4 cocineros, 3 son talleristas. Además, van a quedar cesantes en los próximos meses. Esa es otra realidad que nos va a golpear de aquí a 2 meses”.
De bañarse ni hablemos
Gil denunció también que “tenemos un baño de uno por uno, por lo que debemos reunir a más de 30 chiquilinas arriba para que se bañen”. Ahondó en que el problema “no es si el calefón alcanza, sino que la casa no está pronta. ¿Por qué ahora que viene el invierno no hay un policarbonato colocado en una ventana? ¿Por qué los recursos humanos que ingresaron hace poco ya no alcanzan?”, se preguntó. “A todo esto se agrega que los educadores no tenemos baños. Los dos que tenemos en la planta alta, que son de 1 metro por 1 metro, se los hemos dejado a las chiquilinas. En la planta baja, que es donde están los varones, se da la misma situación”, agregó.
Lo que enfrentan los trabajadores
Gil dio un panorama terrible de lo que se ven obligados a enfrentar los trabajadores producto de “las situaciones de hacinamiento”. “La mezcla de perfiles y el gran tiempo de permanencia de los jóvenes en el servicio conlleva a que debamos hacernos cargo de chicos que están en el centro casi 1 año, cuando deberían estar un máximo de 45 días para el diagnóstico”. Explicó que hay “perfiles con patologías psiquiátricas, de consumo, de amparo, en situaciones de abuso, etcétera. Hasta hace unos días, tuvimos a unos chicos argelinos que hablaban en árabe y nosotros teníamos que ingeniarnos para conversar con ellos”, testimonió. En materia sanitaria, “el personal de enfermería no atiende las 24 horas y nosotros tenemos que medicar a los chicos; tampoco tenemos un botiquín”, agregó Gil. Al respecto, Virginia Silveira agregó que “desde hace alrededor de 3 meses en el hogar tenemos una adolescente con HPV. Esto es gravísimo. Yo soy mamá y es imposible trabajar en estas condiciones. Además, el resto de las adolescentes corren riesgo de contagio porque todas van al mismo baño, que no tiene agua caliente y hay muy poca higiene. Los suministros, como jabón shampoo, agua Jane, etcétera, también son reducidos. Realmente, es grave que haya una adolescente con HPV o con infecciones de otro tipo como ha habido, que falten suministros de enfermería, que no estemos preparados para socorrer a un adolescente, que no haya enfermeros las 24 horas”, reclamó. En materia de adecuación edilicia, “en la casa no hay una salida de emergencia; solo hay una salida”. “Podemos asegurar que el Directorio tiene claro cuál es la situación, porque están los registros de los pedidos de reparaciones que hemos hecho, pero no sé por qué no se han tenido en cuenta”, lamentan los trabajadores. Gil también denunció que “No hay recursos humanos”. Aldo Giménez también es educador y trabaja allí hace menos de un año. “Nosotros entramos por concurso, pero no nos prepararon para esta situación límite, que involucra a niños, niñas y adolescentes. Nuestra función como educadores es que los derechos de ellos no sean vulnerados, pero hoy lo están siendo”.
Violencia y contención
En este aspecto es contundente lo denunciado por Gil. “Debemos atender patologías psiquiátricas y, a veces, los jueces nos indican que debemos manejar el código 121, de internación compulsiva, pero no tenemos lugar en la clínica. Entonces, somos un lugar de amparo con un chiquilín del 121, pero ¿cómo hacemos la contención? Estamos poniendo en riesgo a los demás. Tenemos una guardia policial, pero esa también es una tarea nuestra. De esa forma, nos vemos expuestos a un montón de situaciones de violencia. Todos los días los compañeros se están arriesgando a golpes demás. Esta fue una charla que hace años tuve con una directora que me decía que había que contener. Yo le decía que era un tema muy delicado. Contener una situación de maltrato es una cosa muy difícil. Cuando no hay un protocolo de acción, la única herramienta que nos queda es llamar al Suat cuando una chiquilina se corta, se lastima, se autoagrede o se quiere tirar por una escalera. A veces, tenemos suerte y le dan algo, pero otras nos dicen: “Nosotros no estamos para esto”, y tienen razón; ellos no están para la contención. Tampoco las clínicas psiquiátricas -como API y otras- tienen cupo. Estas situaciones las vivimos cada día”. Burgos detalló que “en la planta alta están las chiquilinas y hay una escalera caracol. No se ha matado ninguna porque no ha sido el momento. Solo tienen que arrimarse a una baranda que tiene 1 metro y tirarse. Al trabajar con distintas patologías estamos expuestos a situaciones como esas y corremos esos riesgos. Y todos sabemos cómo actúan después los directorios”, advirtió.
¿Inclusión social de los niños y adolescentes?
El principal problema es que la política económica del gobierno no genera trabajo, ni resuelve el acceso a la vivienda digna, ni brinda una atención a la salud adecuada y de calidad, ni a la educación, sino todo lo contrario. Mientras crece el desempleo y el trabajo precario donde los jóvenes son los más castigados, mientras se exonera de impuestos al gran capital con la excusa de generar trabajo que cada día se pierde más, se decretan tarifazos antipopulares. Se “universaliza” el acceso a la educación, al sistema de salud, a programas de vivienda en algunos casos; se “democratiza” la miseria que estaba instalada, la política del gobierno la perpetúa. Nos encontramos en un escenario de achique y de recortes del gasto social; esto significa que aunque no se afecte directamente a un plan o un programa asistencial, con dichos ajustes se agravan las causas que llevan a los muchachos a vivir en estas lamentables condiciones. En ese marco es que el gobierno despliega sus políticas sociales, donde el INAU se ha visto obligado a expandir su cobertura, decisión política que no tiene su correlato en la dotación presupuestal ni en la infraestructura necesaria. Aquí vemos como no hay un cuello de botella, algo a corregir para que todo juncione; la saturación está en todo el sistema, y ha alcanzado a la mismísima puerta de entrada de los gurises. Frente a estas terribles denuncias, basta imaginarse lo que les espera a los “beneficiarios”.
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