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Sin Virtud no hay República: La Izquierda siempre debe mantener bien alta la vara de la ética

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 6 abr 2018
  • 4 Min. de lectura

“... para amar la justicia y la igualdad, el pueblo no necesita una gran virtud: le basta con amarse a sí mismo. Pero el magistrado -por el contrario- está obligado a inmolar sus intereses al interés del pueblo; y el orgullo del poder a la virtud de la igualdad. Es necesario que la ley sepa hablar con autoridad a los que son sus ejecutores”. Discurso sobre los principios de la moral política Maxiliano Robespierre. “El Incorruptible”.

Escribe: Prof. Andrés Freire

Lo confieso, estoy cansado, cansado de leer discursos comprensivos hacia personas que han cometido crímenes atroces, cansado de escuchar complacencias no con debilidades humanas que todos tenemos y son comprensibles, sino con situaciones que aunque eventualmente no configuren un ilícito penal, causan graves perjuicios al entramado social, cansado de leer politólogos y periodistas que hacen sesudos análisis de que nuestras sociedades se han vuelto más exigentes, y que ahora la vara de la ética es más alta que antes. ¿Ahora? ¿Ahora para quién? Para la izquierda, y no sólo para la izquierda para cualquier proyecto transformador en serio de nuestras sociedades, la vara de la ética siempre estuvo muy alta, recordemos la reacción fulminante de Don José Batlle y Ordoñez cuando un empresario francés lo quiso coimear. No, hubo vacilaciones el señor inversor, “emprendedor y generoso creador de empleos” como se le dice ahora, fue expulsado del país sin miramientos. Ni hablar de lo que nuestro Protector hubiera dictaminado no para un gaucho, un indio o un negro que hubiera cometido algún error, sino con algún encumbrado “patriota” que se hubiera corrompido o viniera a corromper. Repaso la larga lista de libros malditos que tengo, no son muchos, pero tienen en común haber sido maldecido una y mil veces por los escribas y mercenarios de la tinta de las clases dominantes, mi vista transcurre por los anaqueles, una y otra vez, aquí “El Príncipe de Maquiavelo”, un libro que nos revela los secretos oscuros de la práctica política, aquellos que los poderosos saben y practican pero niegan mil veces. En otro lado “Los condenados de la Tierra” de Fanón, quien nos revela el origen de la violencia, y la dualidad terrible de dos mundos colonizador y colonizado, realidad que se parece cada vez más a nuestra sociedad fracturada. Y en un rincón los discursos de Maximiliano Robespierre, las palabras del profeta que ve mucho más delante de lo posible, en el momento en que Francia se jugaba su existencia misma para superar el feudalismo, en una era de anticipaciones. Su palabra aún vibra como ayer, señalando con precisión como deben ser los hombres públicos, que ética deben llevar a cabo quienes quieren transformar la realidad. Y algo sabía de lo que estaba hablando, estaba rodeado de corruptos, muchos de los cuales se ponían el gorro rojo de la revolución, y mientras gritaban “vencer o morir” se llenaban los bolsillos una y otra vez. Citemos otro fragmento del discurso en cuestión: “Dado que el alma de la República es la virtud, la igualdad, y dado que vuestro objetivo es fundar y consolidar la República, es evidente que la primera norma de vuestra conducta política debe ser dirigir todas las obras al mantenimiento de la igualdad y al desarrollo de la virtud; puesto que la principal preocupación del legislador debe ser la de fortificar el principio sobre el que se basa su poder de gobierno. Así pues, todo aquello que tienda a aumentar el amor a la patria, a purificar las costumbres, a elevar los espíritus, a dirigir las pasiones del corazón humano hacia el interés público, deben ser adoptadas e instauradas. Mientras que todas las cosas que tiendan a concentrar las pasiones en la abyección del yo personal, a resucitar el interés por las pequeñas causas y el desprecio por las grandes deben ser rechazadas o reprimidas. En el sistema instaurado por la Revolución Francesa, todo lo inmoral es contrario a la política, todo acto corruptor es contrarrevolucionario. La debilidad, los vicios, los prejuicios son el camino hacia la monarquía”. Palabras viejas, principios que otra vez retomamos, sin virtud no hay República posible, y no importa si algo es delito o no, puede no ser delito, pero un uso irresponsable de los bienes públicos, irregularidades administrativas, despreocupado manejo de los fondos públicos, son conductas ajenas a la virtud republicana, a la vara que siempre tuvimos bien en alto. “La virtud republicana puede ser considerada en relación al pueblo y en relación al gobierno. Es necesaria en ambos casos. Pues, cuando el gobierno está privado de ella, queda una válvula de seguridad en la del pueblo; pero cuando el pueblo se corrompe, entonces la libertad se pierde para siempre”. Estoy cansado, pero a los 44 años me confieso un jacobino impenitente y admirador de José Benito Monterroso, quizás por eso tengo confianza, en 2014 a fuerza de mucho trabajo y esfuerzo logramos reavivar la llama y rescatar a la Izquierda, ahora vamos por más, mucho más, vamos al encuentro de esa válvula de seguridad que nuestro pueblo tiene, vamos al encuentro de los trabajadores, las amas de casa, los intelectuales honestos, la pequeña burguesía del campo y la ciudad, vamos a rescatar otro pedacito de nuestra Nación.

Somos Izquierda. Somos Patria.


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