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Columna: Atreverse a soñar

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 2 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

La UP crece por la justeza de su propuesta y por la ética transparente de su conducta colectiva. También crece porque el FA se ha transformado en una herramienta de las trasnacionales y eso ya no lo cambia ningún grupo desde adentro. Precisamente, hasta en el seno de los grupos que se plantearon años atrás reflotar al FA como coalición de izquierda, también se advierte que eso ya no es posible. Las políticas macroeconómicas encarcelan al FA en compromisos irreversibles para seguir vendiendo el país. Eso no tiene marcha atrás, porque todos sus dirigentes principales están implicados. Ante estas certezas cada vez más generalizadas ¿por qué no crecemos mucho más, desde ya? La decepción por sí sola no genera militancia sino escepticismo. Muchos antiguos frenteamplistas piensan: “Ahora sé que son todos iguales” y bajan los brazos. Otros se consuelan diciéndose: “Bueno, pero la derecha tradicional sería peor” y seguirán por ahora votando al FA. Otros, integrados a cargos técnicos jerárquicos en la Administración Pública, piensan sinceramente: “Los blancos me sacarían y pondrían a alguien menos competente”. Y otros, por fin, no encuentran mejor forma de protestar que regalarles todo el terreno: “Ah, yo desde ahora voto en blanco”. Hay compañeros que se integraron a la UP porque comprenden todo esto y han decidido resistir. Al conocer más de cerca a nuestra gente, pueden dar testimonio de que se ha recuperado para la izquierda la forma diferente, solidaria, desinteresada, austera, intachable, de hacer política al servicio de los trabajadores. Pero muchos de los que nos apoyan lo hacen como un deber, no por la esperanza de que alguna vez pueda concretarse el Programa de la UP como política de Estado. La convicción en la justeza de nuestras posiciones, y de nuestra necesidad histórica, es lo esencial; pero hay algo más, igualmente necesario: recuperar la alegría y el entusiasmo. Para ello es necesario entender que nuestros “sueños” de transformación radical son necesarios, realizables y hasta inevitables. Tienen como cimiento no sólo la justicia sino también la base científica del diagnóstico y una visión dinámica, dialéctica, que refleja la realidad y su movimiento. Todo es movimiento: en el Universo, en el micro mundo, en la Sociedad, en nuestra conciencia. Toda quietud es ilusión. Pero hay momentos en los que parece que la quietud lo invade todo, que nos va derrotando, que los olores fétidos de lo mal hecho nos invaden y nos embotan los sentidos. Sólo en el seno del pueblo en lucha uno percibe la brisa purificadora que nos impulsa al futuro. Y es brisa preñada de huracanes; esos huracanes (en Cuba se llaman “rabos de nube”) al escampar, amanecen la esperanza, como nos explica Silvio Rodríguez. Somos impulsores de esos huracanes limpiadores, a los que también se les cantó por acá afirmando: “como viento que limpia, vienen limpiando”. Y hay compañeros que coinciden en nuestro diagnóstico en líneas generales pero a quienes los veo mal parados para entender el huracán, porque no le esperan, porque no creen en él. Bueno, tendrán que agarrase fuerte a los sueños para no quedar a un costado del camino.


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