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Editorial: La corrupción “grande” y “la chica” y el juego de la misma política oficial

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 24 mar 2018
  • 3 Min. de lectura

En estos años que la política de privatizaciones, neoliberal y de control del capital financiero por parte de la economía nacional se ha consolidado, parece como que las cosas suceden “naturalmente”, en la política y en toda la vida social, sin embargo ello no es así. En todo este tiempo, la consolidación de las políticas de privatizaciones, y de un proceso constante de endeudamiento externo de las economías, ha traído un creciente desestabilización de los gobiernos que han optado por este camino, también de los partidos que han optado por esta política, sean estos de la derecha tradicional o hayan tenido una vocación de cambio social, pero que en los hechos sin romper con esta política no han hecho más que ahondar la crisis social y política en otra dimensión. Recientemente ha caído el Presidente electo de Perú, perteneciente a lo más rancio de las políticas del capital financiero, y de una ortodoxia liberal que no pudo resistir las enormes tranzas que se produjeron en su país involucrándolo en grandes negociados que produjeron escándalos financieros, que lo llevaron a su sustitución en el cargo. Hoy prácticamente no existen casos en la región en que bajo el dominio del capital financiero este proceso lejos de reducirse o desaparecer, se ha ampliado, expresándose en los países capitalistas desarrollados, y también en los más atrasados y dependientes como el nuestro, donde los políticos imitan el modelo de desarrollo, postergando las necesidades populares a un segundo plano, porque “no hay plata” o porque las leyes están “mal escritas” como han intentado explicar con toda clase de triquiñuelas políticas lo que no se ha hecho en todo este tiempo que es construir viviendas. Aunque el problema en nuestro país si bien tiene expresiones concretas y es a partir de ello que debe analizarse, hay que reconocer que es más complejo, y presenta muchas veces diferentes justificaciones oficiales impregnadas de un verdadero oportunismo político, que lo único que pretende es darle una base de sustentación social y política al partido de gobierno, que en estos días ve disminuirla envuelto en una formidable crisis, intentando hacer pasar que no estamos ante una “manada de hienas hambrientas”, sino a inofensivos “perritos falderos”, sin olor a podrido, y recién salidos de la peluquería, que son incapaces de cometer algún daño, es francamente un despropósito del oficialismo. Por ello es que reducir, el problema de ANCAP o de la corrupción y las privatizaciones en general, a una tarjeta corporativa, o al problema del fantasma del licenciado, que en una época algunos lo vieron y otros no, lo único que hace es alimentar el imaginario frondoso popular, pero no resuelve el problema. Lo cierto es que como dice el refrán popular; “son todos amigos pero el poncho no aparece”. Ahora, ha aparecido otra joyita que sucedió en el BROU, con las tarjetas corporativas, y vaya a saber cuántas nuevas cosas sucederán en los próximos días, para intentar que el elefante no se vea, pero lo cierto es que lo de ANCAP y todas sus ramificaciones económicas, sociales y políticas no hay quién las levante, por lo menos con la actual política que se lleva adelante, y con los dirigentes más preocupados ya por sus cargos que por el país. El parasitismo de la actual política financiera, tiene eso, a los únicos que subestima y desecha es a los que trabajan en la ciudad y el campo, que no encuentran trabajo o quiebran sus pequeños emprendimientos, ahogados por las deudas y el favoritismo para los grandes oligarcas nacionales.


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