Columna: Ciencia y Educación

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de UP

Apropiándose del progreso tecno científico, el Capitalismo hace accesibles para multitudes algunos instrumentos sofisticados, como el celular o la tablet; millones de personas aprenden a usarlos, pero no entienden en lo más mínimo cómo funcionan. La comprensión de la tecnología es propiedad privada y su producción está protegida por secretos y patentes. Que la gente se haga “tecno dependiente” y no entienda lo que usa, es parte del negocio. En cambio, que la gente estudie, se pregunte y comprenda, y hasta encuentre alternativas más sustentables, es parte de nuestros objetivos. La Ciencia avanza cuando se pueden determinar las causas de los fenómenos y los procesos que nos rodean o nos incluyen. La Ciencia busca los “por qué”, pregunta siempre por las causas. Desde luego, siempre las causas, en plural son procesos escalonados y complejos que vienen desde el más remoto pasado, del mismo modo que las consecuencias se impulsan unas a otras hasta un impredecible futuro. Ya Aristóteles, al describir las causas, reconocía la necesidad de una clasificación compleja de las mismas. Pero siempre es necesario buscar la causa inmediata, la que desencadena el fenómeno que nos interesa. Por ejemplo; ahora se dice que la actual sequía es más grave por el déficit hídrico anterior; pero se omite decir que la causa inmediata del déficit hídrico anterior es la sobredosis de monocultivos forestales. Desde luego, la causa de la sobredosis de monocultivos forestales la tiene la entrega del patrimonio a las trasnacionales y a su vez la causa de esa entrega es una política de claudicación neoliberal de los gobiernos de turno. Mientras la ciencia avanza, la Filosofía burguesa de la Ciencia intenta negar la relación causa-efecto, la considera una simplificación innecesaria. Desde hace 50 años se hace énfasis en el hecho de que si a un fenómeno “A” siempre le sigue un fenómeno “B”, esto no significa que “A” es causa de “B”. Su conexión puede deberse a que haya un fenómeno desconocido “X” que siempre impulse la aparición sucesiva de “A” y “B”. Esto muchas veces es verdad, pero al generalizarlo se apunta tendenciosamente a afirmar que nunca se puede identificar una causa, ni aislarla para su análisis. Es fácil comprender la importancia que tiene para el Capitalismo negar las causas en Ciencias Sociales. Si no se puede actuar sobre las causas, toda obra social será un remiendo parcial de una situación general inmodificable. Por algo Marx y Engels dijeron ya en el siglo XIX que el socialismo debía ser “científico”. La formación humanística en Ciencias Sociales ya no incluye aquella antigua asignatura de la “Gnoseología” (Gnosis: conocimiento) y se sustituye por otra palabra más estrecha: “Epistemología” (formas correctas de acceder al saber aceptadas por la Academia). Y todo saber se relativiza; ya no hay causas sino “correlación significativa de variables”. Lo mismo ocurre con la enseñanza de la Historia, El Relativismo histórico justifica la falta de heroísmo de los gobernantes de hoy porque nunca hubo héroes, sino relatos literarios heroicos sobre personas comunes. Todo fue siempre como es hoy: relativo. No busquemos causas muy profundas donde sólo hubo caprichos de caudillos y circunstancias propicias o adversas; no busquemos heroísmo popular donde sólo hubo instintos desatados. Educar a las nuevas generaciones en el espíritu científico no significa el desprecio arrogante contra otros saberes tradicionales o las cosmovisiones de los pueblos originales, que también lograron conquistas asombrosas. Una Educación integral, que forma en valores y desarrolla la inteligencia, debe enseñar a trabajar con las manos y desarrollar el espíritu colectivo, recapitulando los estadios de desarrollo de los pueblos. La enseñanza de la Ciencia debe empezar por dar a conocer sus orígenes, y su enfrentamiento contra el dogma impuesto y la irracionalidad. El más importante indicador de nuestros avances es que en momentos de transferir información, conocimientos, un estudiante pregunte: ¿Y por qué?