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Columna ¿Cómo enfrentar la manipulación?

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 16 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Aníbal Terán Castromán Miembro pleno del Partido Humanista, integrante de Unidad Popular

Lucas Malaspina es un intelectual argentino con posgrado en Comunicación Política y Opinión Pública en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es especialista en contenidos digitales y acaba de publicar un artículo titulado “¿La democracia de Google, Facebook y YouTube? Apuntes sobre el sesgo ideológico de los motores de búsqueda”. En su epígrafe afirma: “Si los motores de búsqueda de Internet pueden ser calibrados con sesgos ideológicos, la neutralidad de la red es un deseo pero no una realidad. La política de las grandes empresas de la red, así como su vinculación con gobiernos y grupos poderosos, no contribuye a la libre elección de los contenidos digitales por parte de los ciudadanos.” Entre otras cosas este experto cita la expresión “Efecto de la Manipulación de los Motores de Búsqueda” que fue utilizada en agosto de 2015 por Robert Epstein y Ronald E. Robertson, dos académicos estadounidenses, que presentaron una investigación demostrando que se podía influir en un aspecto esencial de la democracia como lo es un acto eleccionario: “en algunos grupos demográficos, hasta un 80% de los votantes pueden llegar a cambiar sus preferencias electorales según los resultados que ofrece Google.” Malaspina también cita a investigadora francesa Barbara Cassin, autora de “Googléame: la segunda misión de los Estados Unidos”, quien afirma que Google habría cedido al gobierno de China perfiles de sus usuarios en ese país, lo cual permitió identificar e incluso arrestar a disidentes. Para ilustrar el sesgo ideológico de los motores de búsqueda de manera clara, Cassin afirma que si, en un país que no sea China, uno escribe en el Google Tiananmen, obtendrá datos sobre la represión a manifestantes en esa plaza de Beijing, en 1989, que dejó centenares de muertos, pero si lo escribe en China, no obtendrá más que referencias urbanísticas a la plaza Tiananmen. En su nota Malaspina plantea la necesidad de politizar el tema, es decir, incluirlo en la agenda de asuntos a discutir cuando hablamos de democracia, ya que no es posible ignorar la manipulación de información que pueden hacer Google, Facebook y YouTube. Personalmente confieso que leer esta nota me hizo pensar en que es muy probable que la mayoría de los usuarios de internet no estén debidamente conscientes de que el mismo fenómeno que es ampliamente reconocido en los medios tradicionales de difusión, opera en este espacio virtual donde se nos ofrece un recorte arbitrario del conocimiento disponible sobre cada uno de los temas que uno se decida a investigar. A eso se refiere Malaspina como “sesgos ideológicos”.

Comprobar esto a su vez me recuerda que hay que insistir en la importancia de promover el pensamiento crítico, el más eficaz recurso de defensa de nuestra libertad. Me refiero a la capacidad de razonar ante la avalancha de información que recibimos a diario, para poder distinguir su origen e intención. ¿Quién lo dice? ¿Por qué lo dice? ¿Para qué lo dice? ¿Cuándo lo dice? ¿Cómo lo dice? Y no menos importante es preguntarnos qué es lo que no se dice y por qué no se dice.

Tal como no sería criterioso dejar de leer El País, Búsqueda, El Observador o cualquier otro medio con cuya línea editorial uno tenga discrepancias, tampoco sería bueno dejar de usar Google, Facebook y YouTube. La clave está en desarrollar la capacidad de analizar con sentido crítico lo que se lee, para distinguir lo útil de lo desechable.

Está bien politizar el tema como propone Malaspina, para poner en evidencia el nuevo poder de las herramientas informáticas, que pueden influir en la opinión pública tal como siempre lo han hecho los medios tradicionales. La diferencia es de escala y velocidad. Lo que antes hacían (y siguen haciendo) los diarios, ahora lo puede hacer internet mucho más rápido de un modo mucho más intenso y abarcador. Opino que no debe asustarnos el poder de la trilogía Google, Facebook y YouTube, ni los demás canales de internet, pero no hay que subestimarlos. Una actitud consciente de cómo funciona la maquinaria propagandística, la sana práctica de comparar fuentes, revisar datos, buscar verosimilitud y documentación, es una sencilla forma de defendernos ante posibles algoritmos programados para inducir.

Pero no olvidemos que las personas de mente crítica también se equivocan. La historia está llena de ejemplos de mentes lúcidas que en determinadas situaciones cometieron errores de apreciación. Nada nos puede dar certezas absolutas, pues siempre existe la posibilidad de que nuestras conclusiones sean erradas. Lo que nos ofrece la práctica del pensamiento crítico es la posibilidad de minimizar el margen de error, lo cual sin ser suficiente, no es nada despreciable.


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