Columna El ciclo
- La Juventud Diario
- 9 feb 2018
- 4 Min. de lectura

por Yanko Silva
Quizás todos sepamos esto y en realidad pasa junto con nuestras vidas, transcurre codo a codo y simplemente estamos ahí, parados haciendo lo posible para que de alguna manera no nos demos cuenta. Somos parte del ciclo o somos el ciclo, serían dos cosas a definir, pero lo más importante quizás es que pasamos y nada más que eso. En alguna parte del mundo alguien sonríe y otro llora, alguien nace y alguien muere, quizás podamos ver el primer beso de alguien y no sepamos que así sea y en alguna parte está lloviendo. Todo pasa al mismo tiempo y no nos damos cuenta aunque sepamos que algo esté pasando. Es natural sí, pero nosotros sólo vivimos lo que nos pasa a nosotros, crecimos en la multitud pero cada día el sistema por nosotros creado o permitido nos vuelve más y más individualistas. En las ciudades todos pasamos y rara vez nos damos cuenta de lo que pasa arriba o abajo, vemos cuando alguien ya se dio contra el suelo desde el edificio más alto, pero pocos sabemos por qué tuvo que llegar hasta ahí, la vista se nos desvía de lo que estemos haciendo cuando pasa la ambulancia, como aferrándonos a esa esperanza de quien esté dentro de ella viva un día más, sin saber por qué debería hacerlo. Somos una mezcla de grandeza y pasión y rara vez nos liberamos a demostrar esas virtudes, por lo contrario por más que no queramos, estamos ahí tirando la primera piedra, como también estamos plantando la primer semilla que alimentará al resto, somos casi humanos, si es que esa palabra significa algo; somos solidarios pero reclamamos si no lo son con nosotros, somos dependientes y buscamos que alguien nos solucione lo supuestamente organizado que debería estar todo sin entender el poder que tenemos cuando somos autónomos e independientes. Creamos las guerras siempre por una parcela más de tierra en vez de comprender que varios podrían darle más productividad a la misma. Luchamos por la igualdad y nunca llegamos a ella puesto que siempre existe alguien que basado en un supuesto conocimiento pasa a ocupar la punta de la pirámide. Seguimos después de siglos sin entender que estamos todos y todos deberíamos velar por todos, en cambio dejamos nuestras responsabilidades en manos de alguien que de seguro tendrá las mejores intenciones pero que jamás será capaz de cumplir los sueños de millones. Nos adiestran para el compromiso y nos abrazamos a la bandera pero cuando se logra el objetivo, ésta solo sirve de manto para unos pocos, que en la unión está la fuerza y divide y triunfarás. Consignas de un expositor que todos creemos justas, decimos todos en masa, hasta la victoria siempre y nunca alcanzamos la gloria. Del otro lado del muro siempre estamos todos y cuando volvemos a la tierra a todos nos comen las cucarachas y los gusanos sin excepción alguna. Entonces: que fue lo que hicimos en nuestro trayecto? La mayoría ha luchado siempre bajo la consigna de un mundo mejor y pelea contra los poderes opositores para algún día ocupar el mismo sillón. Pero en realidad esa consigna no deja de ser otra actividad egoísta porque en el fondo sabemos que ese mundo mejor es sólo el que vivimos cada uno individualmente. Ningún Presidente ni Gobierno ha hecho lo que ha prometido y en sí esa lucha se reduce a dar más trabajo a aquellos que lucharon sin importar el costo de la esencia de que sea por un mundo mejor... por lo contrario somos todos cómplices de que hoy estemos pisando el borde límite de las cosas. Dejamos que nos engañaran, permitimos en su mayoría que nos vendieran su productividad a cualquier costo, seguimos usando bolsas de plástico sin importar como estas estén hechas y cuanto se destruyó para que nosotros llevemos nuestras compras, seguimos pensando en nuestra comodidad y es tan natural que nunca nos preguntamos. Compramos el calzado más de marca porque sugiere que es el mejor pero si nos dicen que son hechos por niños esclavos en algún país casi que pensamos, de seguro es para desacreditar a la firma que las hace. Creemos cuando el Presidente dice que ha acabado con la indigencia y eso nos hace más indiferentes y por más que veamos a alguien arruinado apenas somos capaces con suerte de darle una limosna, en el mejor de los casos y la realidad es que cada día existen más de ellos durmiendo sobre la tierra. Nos venden la linda cara para que sigamos comprando y nos dicen que con más y más se paliará el hambre en el mundo pero lo cierto es que eso es una utopía. Y seguimos en la creencia de que todo pasa lejos y seguimos en la miseria creyendo que somos libres de decidir nuestro destino y nuestras acciones pero lo cierto es que sin importar que en algún momento seguimos siendo los títeres de aquellos que confiamos y también por nuestra comodidad en que podrían salvarnos de todo. Nos dejamos el alma para comprar una cárcel perpetua en algún edificio moderno y subimos a la carreta y si ésta se le sale una tuerca hasta somos capaces de brindar nuestra ayuda para que no se detenga y lo cierto es que seguimos pensando que somos libres y lo único que somos es ser presos de ese sistema que nos convence con cuentas de vidrio. ´´Pero si llega cansado un indio de arar la sierra lo humillamos y lo vemos como extraño por su tierra´´. Sí, en ocasiones somos solidarios y nos duele lo que le pase al otro y lo encontramos injusto, pero pasarán unos meses y todo eso quedará en el pasado y perseguiremos lo último que esté como grito de la moda. Somos así y contribuimos al desastre, nuestra esencia muchas veces nos empuja a que podamos cambiar con ello, pero tarde o temprano volveremos a nuestra nube y dejaremos todo en manos del cerrajero que controla desde algún lugar las llaves de nuestras puertas. Nacimos adoctrinados, nos dicen por donde caminar y nos enseñan lo que es justo y lo que no. Nos convertimos en militantes porque de seguro hay un bando contrario aunque sea del mismo barrio en alguna parte. Cazamos por deporte, somos cómplices del hacinamiento y siempre brindaremos de algún lado de la historia sobre la muerte por nuestra supuesta libertad.
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