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Columna Las marionetas

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 3 feb 2018
  • 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de Unidad Popular

¿Fue un plan malvado o una confluencia de circunstancias casuales que lo favorecieron? Durante los últimos diez años, el imperialismo y sus organismos de control mundial podían festejar sus éxitos en nuestro país y presentarlos como obra maestra de la ingeniería política. Nunca se habían cumplido tan a fondo sus objetivos saqueadores. Nunca se habían cumplido con tanta celeridad: Ley Forestal y extranjerización de la tierra, privatización de la energía eléctrica, la total exoneración impositiva a las trasnacionales y el tendido de infraestructuras a su servicio. La entrega se complementaba con la complicidad de un Gobierno de discurso “de izquierda” pero totalmente sometido al imperio, y una cúpula sindical oficialista igualmente obsecuente. Había todavía un problema para la destrucción total de la soberanía, para el saqueo total de sus riquezas: la Constitución garantizaba el uso social del agua, impidiendo su apropiación privada. Entonces el Banco Mundial, experto actor y ventrílocuo experimentado, sentó en sus rodillas a sus marionetas (llamémosle a estos muñecos de ficción Astorito y Aguerrito, para ponerles algún nombre) y de la boca del segundo muñeco salieron las palabras de Mr. WB: no privatizaremos el agua, pero sí su gestión. Las represas pueden ser levantadas por inversores privados, y se financiarán mediante el pago de TODOS los que usan el agua río abajo, necesiten la represa o no. La nueva Ley de Riego establece que si el de abajo no paga, sólo se espera a que levante su cosecha y de inmediato se le corta definitivamente el agua. Y si quiere vender, su predio se vende con deuda incluida; el inversor nunca pierde. Pues bien, los dispositivos económico financieros siguen funcionando aceitadamente. El otro muñeco ahora demuestra la versatilidad motriz de su diseño, y movido por hilos desde la mano de Mr. WB, su fina manecita pone la firma y sigue firmando deudas del Estado a veinte, treinta años y grandes intereses, para tener dólares ahora y pagar deudas anteriores. En ese sentido todo sigue bien... para la gente “bien”, a la que Artigas llamó “malos europeos y peores americanos”. Pero la estructura política empieza a hacer agua y la lucha social empieza a desbordar los cauces previstos. Primero en la ciudad, luego en el campo. Los pequeños productores rurales, desesperados, salen a protestar. El Gobierno, en un primer momento desconcertado, se niega a recibirlos; los acusa de ser “el caos”. Entonces los oligarcas se reúnen con el Gobierno y lo persuaden de que no ignore a los “autoconvocados”, porque todavía ellos, los oligarcas, pueden controlarlos y manipularlos. Habrá que verlo. De todos modos, las demandas de los pequeños productores embretaron la política financiera y económica de un Gobierno cercado que no tiene mucha capacidad de maniobra por culpa del servicio de Deuda Pública. Y se abren frentes populares diversos, que incluyen desde la lucha por la Ley del Plan Nacional de Vivienda Popular hasta por un presupuesto digno. En el local de la Federación de obreros y empleados de OSE sesiona el cuartel general de la lucha popular contra la Ley de Riego. Emociona la firmeza, la disposición militante y la creatividad de la gente que allí se reúne, y principalmente de los jóvenes. Precisamente fueron dos muchachas jóvenes del ámbito académico que nos dieron allí, el pasado jueves 1º. de febrero, una clase magistral sobre los impactos ambientales nefastos de la Ley de Riego. Con anterioridad, sesionando en régimen de plenario, había pedido la palabra un compañero del interior informando sobre la cantidad de firmas contra la Ley de Riego obtenidas entre familias rurales en el encuentro de productores del 23 de enero en Durazno. Mr. WB perdió a una de sus marionetas; creo que era desechable desde el principio, y ya había cumplido su función. La otra sigue firmando y firmando, pero se le percibe un nuevo temblor. Capaz que no es un temblor suyo, sino que se le transmite por los hilos que lo mueven.


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