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Agronegocios: Un modelo económico degradante

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 11 ene 2018
  • 4 Min. de lectura

Hace pocos días se presentó un libro titulado “CON LA SOJA AL CUELLO. Informe sobre el agronegocio en Paraguay”. Este trabajo aporta valiosa información sobre el impacto de un modelo que también está haciendo estragos en Uruguay. Los datos que presenta son muy preocupantes pues documentan daño ambiental, social y económico.

Aníbal Terán Castromán

Personalmente me llamó la atención el capítulo titulado “Una nueva era de la trata con fines de explotación sexual en la historia extractivista”, firmado por el colega Luis Caputo, quien dice: “Las evidencias recientes permiten afirmar que el extractivismo en Paraguay está relacionado con la existencia de significativas prácticas de explotación sexual y trata, delas nuevas generaciones, cuyas víctimas principales son mujeres.” El texto afirma más adelante: “Este avance de los agronegocios año tras año, se explica por la alta rentabilidad que producen para un pequeño puñado de capitalistas transnacionales –articulados a agroempresarios locales– que logran una irrestricta acumulación de riquezas, monopolizando prácticamente las exportaciones. Pero además de las consecuencias ambientales, estas nuevas dinámicas agropecuarias tienen gravísimos efectos sociales, como la deslocalización de familias y comunidades, y traen aparejada la expansión de las llamadas rutas del extractivismo, lo que a su vez provoca y estimula el auge de las diversas actividades materiales y humanas que se estructuran a partir de ellas, a lo que se suma la influencia del capital mafioso, también presente en estos ámbitos.” Un concepto que me pareció especialmente interesante es el siguiente: “Los agronegocios no provocan de modo directo la trata de personas, pero sícontribuyen decididamente a generar con sus ondas, la expansión de las condiciones económicasy los márgenes de maniobrabilidad para que los explotadores y tratantes puedansometer a su ambición a los segmentos más jóvenes y más vulnerabilizadosde la sociedad.”Transcribo a continuación un fragmento de la nota que incluye un testimonio muy elocuente: “Los sitios de explotación de las víctimas no son los puertos propiamente dichos, sino las costas relativamente próximas a éstos (o incluso alejadas), donde disminuye la exposición y los controles. Así lo explica un comerciante con años de vivir en el ambiente portuario: “Las barcazas no llegan hasta el puerto mismo por ser de mucho calado. Así, mientras todo el tiempo que dura la carga de las barcazas, los tipos también arman sus shows con las chicas, en los lugares de las costas donde son anclados los remolcadores con sus barcazas. A este contacto (capé) le avisan desde la barcazas que están llegando cerca del puerto para organizar la venida de las chicas, el remolcador al no necesitar mucha profundidad de dragado y superficie en el puerto, se instala en frente del muelle donde se lleva a cabo la carga, y se queda allí hasta que las barcazas llenen todas sus cargas.Es normal que sean 12 a 16 barcazas y calculemos que lleva hasta 8 días el llenado de todas ellas. Para los tipos es estratégico que no se queden a la vista de la población, porque en las costas donde hay muchas casas, no pueden realizar su show”. Caputo acota por su parte: “El término ‘shows’ es significativo; designa la máxima exposición a las que las víctimas pueden estar sometidas por la exigencia de los clientes y explotadores; desde el baile, la pornografía, hasta relaciones sexuales con los tripulantes. Al parecer, estos “shows” son momentos intensos de música, tragos y sometimiento sexual de las muchachas. Estos crímenes son prácticamente desconocidos por la sociedad, muy particularmente por las familias de aquellos sectores infanto-adolescentes y las autoridades que se localizan en el radio de influencia económica de estas actividades ilícitas (parte del capitalismo mafioso), las que, cuando se enteran de esta realidad, no solo la toleran sino que les endilgan toda la responsabilidad a las víctimas, estigmatizándolas, condenándolas y excluyéndolas. En Ñeembucú, por ejemplo se las conoce despectivamente como “las barqueras”. La reflexión final que hace el autor de esta nota es la siguiente: “Todo esto ante un Estado que toma medidas en favor de las corporaciones del extractivismo, y omite las que son necesarias a favor de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena y las trabajadoras/es, y para proteger los derechos de las nuevas generaciones y las mujeres de condiciones modestas, lo que hace muy posible que los focos de concentración de los agro- negocios o un puerto por ejemplo, sean vistos por las personas de corta edad como la promesa de futuro, donde es posible encontrar una vida más próspera, desafectándolas del presente: completar sus estudios, hacer deportes, participar, emprender actividades culturales, mejorar el conocimiento de derechos y la autoestima; democratizando así a la postergada sociedad paraguaya.” ¿Qué tan lejos estamos en Uruguay de esta triste realidad? Me temo que vamos recorriendo el mismo camino que Paraguay, y también estamos “con la soja al cuello”. (El informe completo (104 páginas) publicado por “BASE, investigaciones sociales” se puede leer en www.baseis.org.py. Adjunto un par de gráficas que ilustran el volumen de soja exportada y los fondos del estado destinados a mejorar infraestructura en favor del agronegocio)


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