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Páginas de mi diario Navidad

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 19 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

La Navidad trasciende el ritual de los creyentes para volverse acontecimiento de la Humanidad. Vale la pena reflexionar sobre su origen. No hay pueblos mejores que otros: hay circunstancias, y el papel criminal del gobierno de Israel no puede hacernos condenar al pueblo multinacional que se define como “judío”. Bajo Moisés, el pueblo hebreo fue ejemplo de lucha por la libertad. Con Josué se volvió guerrero y conquistador, y bajo el Rey Salmón, en el apogeo del Reino, se hizo opresor y racista. Cuando el Estado de Israel se dividió y fue invadido, sufrió su propia medicina, pero bajo la opresión extranjera, los macabeos, guerrilleros de la libertad, recuperaron el mejor rostro del pueblo judío. Y finalmente llegó el Imperio Romano. Herodes, convertido al judaísmo, gobernaba Palestina pero estaba sometido a la autoridad romana. Y los judíos creyentes esperaban un salvador enviado por Dios. ¿Salvador guerrero o espiritual? El nacimiento de Jesús va a conmover esta espera. Para la mayoría de los judíos, seguidores de sus rabinos del Sanedrín, Jesús no es quien dice ser. Hasta exigen que se le castigue según la Ley Romana que ellos acatan. En cambio, los judíos que sí creen en él, van a tener que asimilar un mensaje removedor. El Hijo de Dios nace en cuna humilde, y los pastores llegan a saludarlo antes que lleguen los Tres Sabios de Oriente. A los Sabios los guía una estrella, pero los pastores, los más humildes, reciben directamente el mensaje de los ángeles. Según la tradición pastoril, el primer cordero de cada parición se ofrecía a Jehová para que Éste protegiera a su pueblo. El autoproclamado Hijo de Dios no sólo nace en cuna humilde; se proclama Cordero de Dios, cordero del sacrificio, y ofrece su propia sangre como ofrenda de redención. En su última Cena, anuncia que su verdadero cuerpo es el pan compartido. Y después de su desaparición (¿muerte, muerte y resurrección, u ocultamiento?) sus seguidores resuelven renunciar a toda riqueza y compartir el pan entre todos, como en la Última Cena. Quizás el nacimiento de Jesús no fue en Diciembre, y por cierto su doctrina originaria no tenía nada que ver con la versión posterior de los concilios, ni con las conquistas y genocidios que se hicieron en su nombre. Pero los no creyentes no tenemos ningún problema, todo lo contrario, para celebrar en familia el nacimiento de aquel que quiso multiplicar los peces y compartir el pan, y declaró que antes entraría un camello por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos. Cuando asaltemos el Cielo, ustedes verán el desparramo de ricos desconcertados que no entendieron la profecía. Quien tenga oídos para oír, que oiga.


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