Treinta y Tres: Una muerte que debería investigarse
- La Juventud Diario
- 18 dic 2017
- 2 Min. de lectura

Aníbal Terán Castromán
Milton Arismendi, oriundo de la ciudad de Treinta y Tres pero radicado los dos últimos años de su vida en Arrozal 33, localidad perteneciente a la empresa del mismo nombre, falleció el 13 de diciembre de 2017 tras una delicada intervención quirúrgica que se extendió por unas siete horas, mediante la cual los médicos intentaron corregir una insuficiencia cardíaca que atentaba contra su vida. Lamentablemente este hombre de 51 años no pudo superar el período crítico de las primeras 48 horas posteriores a la intervención. Probablemente su partida de defunción atribuye la muerte a un paro cardiorespiratorio, pero su historia clínica debería registrar que entre los factores desencadenantes, se tuvo en consideración el tipo de trabajo que realizaba, porque en su caso cabe la hipótesis de “enfermedad profesional”. Entre las evidencias que apuntan esa posibilidad, se incluye lo que el mismo expresa en varios mensajes intercambiados con sus compañeros de trabajo. Al interesarme en el tema pude acceder a algunos de esos mensajes que transcribo a continuación: “Pulmones y corazón. Me van a llevar a hacerme una placa computarizada”, “tengo infiltraciones de líquidos en los pulmones”, “lo más probables es que sea de la pieza aquella que lavamos los motores y respiramos todo lo que queda en el aire”. “El doctor dice que puede estar relacionado con mi trabajo lo que tengo, yo le comenté de un compañero que también tuvo problemas en los pulmones”, “me operan y me jubilan”. Unos tres meses antes de su fallecimiento, este trabajador empezó a sentir dolores en la espalda y a agitarse con extraña rapidez ante el menor esfuerzo. Las sucesivas consultas médicas fueron encaminando las sospechas hacia una deficiencia pulmonar que a su vez habría provocado la falla cardíaca que motivó su muerte. No hay pruebas para afirmar que Milton Arismendi murió por respirar agrotóxicos al desempeñar su trabajo, pero hay si suficientes elementos como para plantear esa hipótesis y reclamar un estudio que despeje dudas. Ello en función de la abundante literatura médica que relaciona algunas enfermedades pulmonares con la inhalación de químicos de los que se suelen utilizar en la agricultura y particularmente en la plantación de arroz. El potencial riesgo a que se exponen los trabajadores de este rubro está reconocido en muchos trabajos de investigación, de entre los que a modo de ejemplo cito el siguiente concepto referido a los agroquímicos en general: “Algunos son persistentes y pueden permanecer largos períodos en el ambiente antes de desintegrarse, acumulándose en los tejidos de la mayoría de los organismos vivos, cuando estos respiran, ingieren alimentos o beben líquidos. Algunos no se descomponen por los mecanismos naturales de desintoxicación. No siempre permanecen donde fueron aplicados. Algunos pueden viajar rápidamente largas distancias arrastrados por el viento y el agua” (Guía básica de agrotóxicos, Grupo de reflexión rural) A pocos días de la muerte de este coterráneo, en medio del dolor que causa a toda la sociedad la pérdida de un trabajador que hasta hace muy poco formaba parte de la fuerza laboral de este país, creo que corresponde esperar que las respectivas autoridades tomen la iniciativa para investigar los motivos de su muerte.
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