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Columna Paginas de mi diario

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 16 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Ustedes sólo sueñan imposibles. Cuando crezcan, serán como los demás. Una tarea central que tenemos por delante es la batalla por la esperanza. Ahora mucha gente nos da la razón conceptualmente, se da cuenta que sólo el Programa artiguista de la UP enfrenta la entrega de la Patria. Pero esa misma gente se pregunta si nuestro programa es posible y si seremos coherentes en su cumplimiento. Se pregunta si el pueblo trabajador podrá tomar algún día en sus manos el destino del país y construir una sociedad socialmente solidaria y ambientalmente sustentable. Más allá del gobierno de turno, el Estado desarrolla mecanismos de espionaje ciudadano, altamente sofisticados y coordinados con servicios extranjeros. Desde la soledad, parecen invencibles. Pero no lo son. Más allá del gobierno de turno, el Estado entreguista maneja un aparato publicitario poderoso, financiado por sus amos, los representantes de las transnacionales. Parece imbatible, pero no lo es. Más allá del Gobierno de turno, el Estado crea mecanismos fuera del control parlamentario, como la Oficina de Planeamiento y Presupuesto; y entrega a manos extranjeras hasta los fallos de un eventual conflicto entre el Estado y sus amos trasnacionales. En este marco siguen envenenándose la tierra y el agua. Todo parece irreversible, pero no lo es. Aún no lo es. A más sectores afectados, a más sectores despojados y empobrecidos, mayor posibilidad de unidad política del pueblo. La UP es la primera respuesta: diversidad ideológica, unanimidad programática y ética, brazo tendido a nuevas alianzas sin abandonar principios. La UP navega en la creciente resistencia de los movimientos sociales, se nutre de su seno, los apoya sin sectarismos. No hay control policíaco perfecto, no hay aparato publicitario invulnerable, no hay privatizaciones irreversibles, si la gente sale a luchar. La magnitud de la movilización ciudadana está en razón inversa a la eficiencia represora. Cuando la herramienta política aún es pequeña, el frente parlamentario es la primera grieta por la cual se accede a una mínima trinchera de poder. Cuando desde esta trinchera no se pierde la brújula, ni los vínculos con el movimiento popular; cuando el trabajo es colectivo, cuando se rinde cuentas ante los Plenarios Nacionales, la trinchera se agiganta y la experiencia política del colectivo crece. Si trabajamos bien, el río de pueblo terminará desbordando los márgenes de la manipulación mediática y de los sutiles controles represivos. Barrerá con el acuerdo programático “de facto”, silencioso, entre la derecha tradicional, la nueva derecha oficialista, la derecha “independiente” y la “de la gente”. Y sanará la tierra y el agua, porque al recuperar la esperanza habrá un pueblo recuperando soberanía e insertándose en los mejore sueños continentales. Eso sí, la pasión de la lucha cotidiana debe combinarse con la paciencia revolucionaria ante los ritmos diferentes de toma de conciencia en el seno del pueblo trabajador. Aún los que vacilan en acompañarnos políticamente pueden enseñarnos mucho en el plano de la lucha social. Ganaremos su confianza confiando en ellos. No hay arma más invencible que la esperanza recuperada.


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