Páginas de mi diario: Los “oestes” de Sydney.
- La Juventud Diario
- 20 nov 2017
- 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP
Los barrios elegantes de Sydney se despliegan hacia el Este y el Norte, junto a las playas de su hermosa geografía. Al oeste, 40 años atrás, llegaron los griegos, los italianos, los chilenos, los uruguayos, todos ellos compartiendo territorios periféricos con los aborígenes urbanizados. Hay cosas que no cambian. Por proximidad geográfica y por necesidad comercial, desde siempre hubo en Sydney un barrio chino. Los comercios tienen allí sus anuncios en chino, las verduras y las conservas vienen de China, y a media mañana, cuando se distribuyen ya los palitos por las mesas de los restoranes, los parroquianos beben té y leen el diario de Pekín en sus tablets. La City por otra parte, siempre fue cosmopolita y los gigantescos cruceros alternan con yates de millonarios árabes. Pero en el Oeste de los inmigrantes hay una realidad étnica nueva. Una mujer con burka, envuelta en largas telas hasta sus pies, baja de su Audi y carga ella misma el combustible que pagará con su tarjeta VISA. Entre multitudes sirias, indias, chinas, tailandesas, vietnamitas y coreanas, apenas se oye hablar castellano o italiano, y sólo se oye un inglés “aussie” si aparece, como curiosidad étnica, alguna parejita joven de rasgos anglosajones que quiere hacer “shopping” más barato por los Oestes. Por los barrios de Campsie y Ashfield, y por las ciudades satélites de Parramata y Liverpool, gente y productos de China lo invaden todo. Oleadas de chinos bajan cada día de los aviones y copan el comercio minorista, invierten en grandes superficies comerciales y en edificios altos que cambian el paisaje urbano, y destruyen la producción local, pues en los barrios anglosajones del Este también las góndolas están repletas de productos made in China. Nunca había oído la expresión “los Oestes” (the wests), así en plural, pero esta expresión surgió de la necesidad de expresar una realidad multicultural fascinante. Por estos Oestes, que son el universo de los uruguayos residentes, almorzamos el domingo en un restaurante tailandés. Las copas para el agua eran cilindros bajos de metal bruñido que brillaban como plata. Es que el agua potable tiene sus altares para los pueblos que la valoran. Los otros comensales eran tailandeses y, de espaldas a nosotros, hablaban de su mundo en su lengua. ¿Qué pasa por las cabezas de estas multitudes jóvenes? Por lo que he podido intercambiar, hablan de política mucho más de lo que uno cree, pero en enfoques concretos, de políticas públicas vinculas a lo Ambiental, a la salud o a derechos educativos. Reclaman con prudencia porque se sienten ciudadanos muy recientes, pero van descubriendo su propia fuerza. Y no pierden los hilos sólidos que los vinculan a familiares y amigos de sus tierras natales. En este mundo tan comunicado, los Oestes de Sydney son factor de incidencia interna en muchos países de Asia, hasta para financiar o apoyar proyectos sociales, culturales o políticos. Y no sólo para Asia; por ahí anda en disputa la cabeza y el corazón de muchos orientales.
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