Los compañeros en nuestra memoria
- La Juventud Diario
- 26 oct 2017
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JULIO CÉSAR GRAUERT. Muerte: 26/10/33 BALEADO por la dictadura terrista, Julio César Grauert fallece el 26 de octubre de 1933, a la edad de 30 años. Su ejemplo de entrega hasta la muerte en pro de una patria libre y justa quedará grabado en nuestra historia y junto a tantos otros servirá de guía a los orientales. La actividad política de Grauert fue breve, porque breve fue su vida. A pesar de ello pudo desarrollar una militancia que cosechó frutos. Su impulso abrió dentro de su partido toda una corriente de avanzada destinada a no desaparecer y a estar presente en el momento que en el país las fuerzas políticas progresistas se unían en un gran movimiento. Sustentó la necesidad de nacionalizar la banca y la tierra, el contralor general del comercio exterior y la nacionalización de los servicios públicos y de las actividades comerciales e industriales monopolizadas por los particulares. En homenaje a su lucha y para colaborar en la tarea de que las nuevas generaciones conozcan su pensamiento reproducimos el siguiente artículo, del 17 de enero de 1931, publicado en el periódico "Avanzar", de su dirección.
DEMOCRACIA Y SALARIO No es exacto que la actual organización de nuestra sociedad permita a todos por igual desarrollar sus aptitudes. En las democracias burguesas el individuo queda sometido a todas las contingencias de la lucha social, y por lo tanto sólo a los potentados o a sus hijos o protegidos, se le brinda la oportunidad de demostrar sus aptitudes. El hombre trabajador, a pesar de la tan decantada libertad afirmada por el individualismo del siglo pasado, continúa hundido en la miseria y sufriendo física e intelectualmente la miseria y sufriendo las consecuencias inherentes a la presión económica de la clase dominante. Y así como la libertad individual se ha perdido en el mar turbulento de los intereses económicos, la sociedad ha perdido durante siglos la enorme potencia creadora que significa la capacidad de los oprimidos, de los avasallados, de los esclavizados por el salario. El hogar proletario no bien se ha constituido, cuando ya sufre la fuerza reguladora de su vida: el patrono -como en otras épocas el señor feudal látigo en mano- tiene en su poder la fuerza vital de los seres humanos; dispone de tal potencialidad económica que determinará la estrechez o amplitud de la vida del obrero. La "esclavitud del salario", es la más dura, la más inhumana explotación a que jamás el hombre haya sido sometido. Y ella es el producto inmediato del comercialismo a que está sujeta la industria en manos particulares. Es la explotación infamante, indigna, a la que día a día someten los potentados a la clase proletaria. En esa situación "regulada" la vida de los obreros por la clase patronal, los hombres sufren desde su niñez el flagelo de las enfermedades consecuencia de la miseria en que viven. Muchas inteligencias sucumben o se debilitan en los años de la infancia: los que se salvan, más tarde sufren directamente la explotación capitalista y conocen en sí mismo los resultados del standard, de la racionalización... Y si esa es la realidad, ¿puede afirmarse que en una sociedad donde impera la economía capitalista a todos les está permitido desarrollar sus aptitudes? ¿Qué importa la inexistencia de prohibiciones legales? ¿Qué interés tiene la oratoria hueca de los políticos que sostienen el actual régimen social? Las posibilidades, las oportunidades para desarrollar aptitudes no existen -porque si se producen son la excepción- en el régimen capitalista. Las democracias burguesas, incluso la nuestra, no pueden subsistir a la evolución de los factores económicos. Y no pueden subsistir, porque en sí misma ha fracasado. Los apóstoles de la "paz social", de la evolución placentera ya han apelado en otros países a la fuerza militar en defensa de sus intereses económicos. La verdad es que esos mismos intereses económicos determinarán la crisis final del capitalismo. Y ya sea pacífica o violentamente, la organización social será profundamente transformada, cayendo para siempre las viejas fórmulas de la burguesía para permitir la organización de un estado social donde haya desaparecido la explotación del hombre por el hombre, y donde todos -colocados en una absoluta igualdad- puedan desarrollar sus aptitudes.
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