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Columna: Paginas de mi diario - 18 de julio

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 20 oct 2017
  • 2 Min. de lectura

Escribe Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Parecía que en nuestro país los movimientos sociales habían perdido fuerza en la calle. El oficialismo, controlando las cúpulas de los sindicatos principales, usaba su poder económico para frenar la lucha. Sólo organizaba grandes movilizaciones festivas, con reivindicaciones moderadas que no apuntaran contra la política de Astori. Pero esto va cambiando. Las primeras señales de grandes movilizaciones independientes, como fueron las anti – mega minería o por la Educación, van sumándose a otras. Es previsible que en el año próximo asistamos (y participemos) en grandes demostraciones de trabajadores, de estudiantes, y en defensa del patrimonio ambiental y cultural. La UP-AP es muy cuidadosa de la independencia de los movimientos sociales. No nos vestimos con plumas ajenas; simplemente apoyamos las causas populares y nos sumamos a cada una. Y cuando a nivel parlamentario, asesorados por la sabiduría de esos mismos movimientos sociales, conociendo los anhelos y las necesidades de nuestro pueblo, hacemos una propuesta que hace carne en las masas, nuestra mayor alegría es que se vuelva lucha callejera y consigna de todos. Aspiramos a que en la ola del pueblo la gente comprenda por qué se mueve, aunque muchos no recuerden quién sembró la idea. Vale la pena aclararlo, porque en mi memoria está un hecho muy desagradable: un puñado de militantes de cierto grupo político esperaba la marcha de una organización social, y de pronto se ponía a la cabeza de la manifestación. Cada integrante del grupo llevaba una bandera de ese partido, y eran seis o siete banderas idénticas que sugerían al observador que toda la marcha era de ellos. Pero esa maniobra, que condenamos, no puede llevar a los luchadores sociales al extremo opuesto: prohibir que cada persona convocada porte un crucifijo, un distintivo anarquista o una matera o una bandera con distintivos partidistas. Una cosa es poner una bandera partidista al frente de un movimiento social, usurpando su protagonismo legítimo; otra cosa es la intolerancia contra la diversidad. Precisamente por la filosofía plural convocante, la exhibición de diversidad de símbolos en sus filas demuestra la amplitud de la convocatoria. La diversidad es alegría, es construcción colectiva. Y además es imposible, en una convocatoria amplia, regimentar a la gente, hacerla soldados uniformados. Es mejor encargarse que ningún grupo exaltado, refugiado en el anonimato de la multitud, rompa vitrinas comprometiendo la seguridad de las familias participantes. Estos grupos tienen todo el derecho a protestar contra la injusticia como les parezca, que bastantes injusticias hay; pero no involucrando en sus métodos a quien no los comparten para este momento y para esta ocasión. Por suerte, estamos hablando de temas de crecimiento. El oportunismo oficialista ya percibe que su tiempo agoniza.


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