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Especial: LOS CAMINOS DEL CHE

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 19 oct 2017
  • 13 Min. de lectura

Cuando se pretende convertir la ideología en mercancía Hay que volver al Che. Cuando los que ayer eran insurgentes hoy son gerentes Hay que volver al Che. Cuando los que trabajaban por la esperanza hoy persiguen la ganancia Hay que volver al Che. Cuando los otrora incendiarios compañeros hoy son responsables bomberos Hay que volver al Che. Cuando los que construían utopías hoy custodian alcancías Hay que volver al Che. Cuando se olvida a los muertos por el sillón del parlamento Hay que volver al Che. Cuando la perspectiva comunista sucumbe frente al frío cálculo egoísta Hay que volver al Che. Cuando los principios preciados se transan en el mercado Hay que volver al Che. Cuando la insurrección se cambia por la conciliación Hay que volver al Che. Cuando la lucha guerrillera termina en la billetera Hay que volver al Che. Cuando en la mesa del burgués pacato se sienta el sindicato Hay que volver al Che. Cuando los charlatanes del progresismo se abrazan al imperialismo Hay que volver al Che G. López

Escrito por: Gustavo López Octubre 17 de 2017

Introducción

Don Ernesto y Celia emprenden viaje rumbo a Buenos Aires. Llevan premura. Ella siente que de su vientre está a punto de nacer vida nueva. En Rosario empiezan los dolores. Con el nombre del padre nace su primer hijo. Es 14 de Junio de 1928. La presencia del niño modifica la vida familiar, llenando de alegría todos los rincones de la casa. Pero un día llega la fiebre y se agita el pecho del niño. Por ahora él diagnóstico no es grave: Una fuerte gripe. Luego sobrevino la complicación, primero la neumonía y tiempo más tarde el asma que lo marcaría para siempre. La infancia transcurre en el marco de una típica familia pequeño burguesa. Ya desde la niñez, cuando el Che era “ernestito”, comienzan a mostrarse los trazos distintivos de una personalidad singular. Niño inquieto y ávido por conocer, alternaba sus días entre los juegos callejeros y las lecturas de Baudelair y Martín Fierro pasando largas horas en la copiosa biblioteca de su padre. Acción y reflexión ya estaban pautando su vida. Ya adolescente, Ernesto participa activamente de las movilizaciones estudiantiles de su tiempo, huelgas, enfrentamientos con la policía y detenciones son moneda corriente en aquellos años. Ernesto comienza a visitar en la cárcel a Alberto Granados en lo que sería el preludio de una entrañable amistad que influenciaría de forma determinante la vida de estos jóvenes. El propio Granados recordará “el Che despertaba amores y odios pero no se podía ser indiferente ante su presencia”. La amistad de ambos los llevó a encontrarse tiempo más tarde en el leprosario de San Francisco de Altagracia donde Alberto trabajaba de médico y el Che que cursaba sus estudios universitarios viajaba en vacaciones 1600 kilómetros en una bicicleta con motor para trabajar voluntariamente en la clínica. Junto a los leprosos siente como propio el dolor del prójimo. Sus agudas preocupaciones políticas, su joven espíritu de aventura, y sus incontrolables ganas de conocer lo llevaran a emprender junto con Alberto Granados el proyecto de recorrer América en moto. Desafiando las advertencias familiares, que exclamaban: “que locura dos profesionales perdiendo el tiempo por ahí”, ultimaron los detalles y marcharon en una Norton 500 del año 39 por los caminos de América la nuestra. Era el 25 de Diciembre de 1951. Desde las dolorosas entrañas de la América india, Guevara define su opción de vida. Desde entonces la suerte del Che quedará sellada para siempre con la suerte de los pobres y explotados de la tierra. Como más tarde afirmara nuestro Paco Espínola, para ser revolucionario “hay que hacer por los hombres algo más que amarlos”. En 1954 es testigo de primera mano del golpe de Estado en la sufrida Guatemala contra el gobierno popular de Jacobo Árbenz, tiempo más tarde el Che se lamentaría de no haber contado con las fuerzas suficientes para organizar la guerrilla en ese país. En México, algunos años después conoce a Fidel, sin condiciones se suma a su grupo y un amanecer lo encuentra convertido en combatiente junto a los barbudos de la Sierra Maestra. Desde el desembarco del Granma y el combate de Alegría de Pío, hasta la entrada triunfal en la habana, el Che ocupa distintas responsabilidades en la guerrilla, asumiendo todas las tareas que les fueron encomendadas ganándose rápidamente el respeto y el reconocimiento sus compañeros. Junto con Fidel y Camilo, el Che pasa a ocupar un destacadísimo papel en el proceso revolucionario que pusiera fin a la ominosa dictadura de Fulgencio Batista para plantar la bandera del socialismo en el propio patio trasero del imperialismo yanqui. Luego del triunfo de la revolución, el Che cumple un activo papel en la conformación del nuevo gobierno. Ocupa cargos de alta responsabilidad y combina con particular entrega sus obligaciones de gobierno con el estudio y el trabajo voluntario. En la Cuba revolucionaria desarrolla una vida marcada por la austeridad y el sacrificio, rechazando cualquier privilegio. En los primeros años se desvela por las contradicciones del incipiente proceso, sus intervenciones públicas y sus escritos se convierten en excepcionales contribuciones al marxismo latinoamericano. Sus procuraciones intelectuales recorrían una multiplicidad de aspectos, desde la lucha contra el burocratismo y la necesidad de crear una nueva ética, hasta la economía política, la filosofía y las artes, poniendo particular énfasis en el internacionalismo proletario y el latinoamericanismo. Su profundidad en el análisis y su agudo ojo crítico, lo llevan a enfrentarse con la creciente burocracia soviética. El Che rechazaba el estímulo material y planteaba la necesidad del estimulo moral, llegando a afirmar con contundencia “no se puede construir el socialismo con el signo de dólar en la cabeza de la gente”. En esta polémica y en futuros trabajos fundamentalmente en lo que se conoce como el discurso de Argel, el Che vaticina con profética actualidad y tono de advertencia el dramático derrumbe de los regímenes socialistas del Este europeo. Al mismo tiempo sus reflexiones acerca del imperialismo al que define como principal enemigo de la humanidad, son de extraordinaria vigencia para comprender el mundo de hoy y particularmente el papel de los EE.UU. y su estrategia imperial. En el terreno militar, el Che teoriza a partir de su propia experiencia de combatiente. Sintetiza el método de la guerra de guerrillas y se convence de la pertinencia de su aplicación en los procesos de liberación de los países dependientes. Contrariamente a lo que algunos reduccionistas afirman, el Che no era simplemente un hombre de acción. Por el contrario, era un ser íntegro que supo combinar la práctica militante con el estudio y la producción teórica. Tampoco era un dogmático que repetía los textos clásicos como una oración o el Talmud. Era un hombre de cabeza abierta y desprejuiciada que supo valerse de las más ricas tradiciones de lucha de los oprimidos. Su odio al imperialismo, su amor a los pueblos que luchan y su sólido espíritu internacionalista lo llevaron nuevamente a emprender viaje. Su brazo libertario llega al Congo y recorrió buena parte del África negra. Seguro de que la Cordillera Andina se convertiría en la nueva Sierra Maestra empuña el fusil en Bolivia en el marco de un plan estratégico que procuraba extender la revolución por toda Latinoamérica. Su generosidad sin límites, su capacidad para vencer adversidades, su personalidad multifacética y su entrega a la causa del socialismo, la más noble causa del género humano, lo convierten en una de las personalidades más influyentes en el pensamiento y la acción de los revolucionarios del mundo. La prédica de su ejemplo ilumina las luchas de los trabajadores de la ciudad y el campo a lo largo y ancho del planeta. Hoy 50 años después de su caída en combate, volver al encuentro del Che constituye una obligación política y ética para quienes seguimos colocando la superación del capitalismo en nuestro horizonte militante. Re-encontrarnos con el Che vivo sin mistificaciones ni apologías. Tomando distancia de las imágenes desprovistas de contenido y el ícono intocable para acercarnos al hombre de carne y hueso. Contagiarnos de su rebeldía, de su dureza y de su ternura, de su consecuencia y de su convicción de victoria. Hoy cuando el imperialismo nos muestra su rostro más letal, hoy cuando el capitalismo se presenta como la anti-utopía realizada, condenando a la humanidad a la barbarie. Hay que volver a calzarse la boina del Che, volver a enamorar a millones con la revolución y el socialismo. El Che no busca su muerte, pero tampoco le anduvo disparando, él sabía que su suerte era la suerte de los combatientes, los hombres como él no aspiran a morirse en la cama de una lenta convalecencia. Aquel 8 de Octubre de hace 50 años en la Quebrada del Yuro, un soldadito boliviano con fusil americano ultimaba a balazos a un hombre que lo miraba a los ojos sereno y firme. Nunca imaginaron los asesinos que en aquel acto lejos de matarlo le estaban dando vida eterna. Desde entonces su vida anda repartida por ahí. Hay un pedacito del Che en cada lucha popular, en cada huelga obrera, en cada barricada estudiantil, en cada tiro que sale de la mano de un oprimido, en la lucha contra las transnacionales y en defensa del medio ambiente, en cada bofetada al imperialismo. Un día, más temprano que tarde, esos pedacitos se van a juntar en la gran fiesta de la rebeldía planetaria que dará vuelta definitivamente la tortilla para comenzar a sembrar el camino que el Che nos legara. El camino del Socialismo y la Libertad.

1 El Hombre en el centro del pensamiento del Che

Si tuviéramos que señalar el aspecto más saliente del pensamiento del Che, sin dudas de ninguna naturaleza señalaríamos su humanismo revolucionario. En efecto, el Hombre se ubicaba siempre en el centro de la perspectiva teórica de Guevara. Podríamos recurrir a un sinnúmero de ejemplos para ofrecer sustento a esta afirmación. Podríamos hurgar en la correspondencia con su familia argentina, podríamos recurrir a sus diarios de campaña o a sus memorables intervenciones públicas. Podríamos ubicar nuestra mirada en la bellísima carta de despedida a sus hijos en donde entre otros precisos (y preciosos) conceptos afirma, “sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Habida cuenta de las necesarias limitaciones de espacio de esta ponencia nos concentraremos en el texto titulado El Socialismo y el Hombre en Cuba, considerado por muchos como su mayor aporte teórico. En este trabajo escrito en forma de carta dirigida a Carlos Quijano y publicado por primera vez en el Semanario Marcha el 12 de Marzo de 1965, se puede valorar en toda su hondura la dimensión humanista del pensamiento del Che. En su misiva al intelectual uruguayo nuestro autor critica severamente la concepción de individuo que prima en el capitalismo y la falacia de la movilidad social a partir del sacrificio personal tal como afirman los apologistas del sistema. A este respecto señala “...se muestra el camino con escollos que aparentemente un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta. El premio se avizora en la lejanía, el camino es solitario. Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros.” A la hora de definir el hombre “actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”, el Che profundiza su reflexión, “la nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de ese periodo de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista, mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia”. En el texto que analizamos, Guevara retoma uno de los aportes centrales de la teoría marxista, el concepto de enajenación y lo desarrolló hasta sus últimas consecuencias políticas cuando afirma, “...la última y más importante ambición revolucionaria es ver al hombre liberado de su enajenación”. Como vemos, lejos del economisismo determinista y vulgar el Che ubica en la construcción del Hombre nuevo la condición de posibilidad para el éxito del proceso revolucionario. Con su punzante pluma y su claridad sin par sostiene, “no se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo”, y más adelante sentencia, “Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer el hombre nuevo”. Luego de insistir en que es el amor la fuerza inspiradora de los auténticos revolucionarios, el Che concluye su comunicación con Quijano diciendo “nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos, somos más plenos por ser más libres”. Para finalizar esta fugás recorrida por el corazón del humanismo guevarista, citamos fragmentos de una entrevista de prensa concedida por el Che en donde en nuestra opinión se sintetiza brillantemente su posición, “Marx se preocupaba tanto de los factores económicos como de su repercusión en el espíritu. Llamaba a esto hechos de conciencia. Si el comunismo se desinteresa de los hechos de conciencia, podrá ser un método de distribución, pero no será jamás una moral revolucionaria”. Cuando los charlatanes del posmodernismo y otras corrientes “filosóficas” niegan el sujeto y el papel del hombre organizado construyendo su propio destino, “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, se convierte en lectura inevitable para todos los que caminan por el mundo con algún grado de sensibilidad.

2. El Internacionalismo y su concepción de la Revolución Mundial

En el texto que fugazmente venimos analizando el Che afirma, con la fuerza de una sentencia, “...Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria”. Inobjetablemente el Che poseía una concepción de la revolución mundial a la que le fue enteramente fiel en su pensamiento y acción. A tal punto llega la coherencia que en un hecho sin precedentes en la historia de los dirigentes revolucionarios, renunció a todos los cargos para ejercer el internacionalismo proletario y combatiente, en África primero y luego en la infortunada Bolivia. Si nos proponemos encontrar en los textos del Che el sustento teórico, la explicitación conceptual de este apego al internacionalismo como principio, tenemos que recalar en el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”. Este trabajo publicado por primera vez en 1967, cuando el Che ya estaba en Bolivia aunque no se difundiera públicamente su destino, resume con claridad y profundidad la visión que nuestro autor tenía de los procesos revolucionarios a escala planetaria. La Tricontinental fue una importantísima conferencia mundial que se desarrolló en La Habana en enero de 1966, su nombre preciso fue “Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina”. En este evento anti imperialista participaron delegaciones de más de 80 países entre los que se contaban, la URSS, China y Vietnam. En el contexto de la convulsa década de los 60 y en los momentos más álgidos del conflicto Chino-Soviético, el Che se despacha con una verdadera lección de internacionalismo y una encendida defensa del heroico Vietnam. Digamos al barrer y a cuenta de una ulterior profundización que la experiencia vietnamita caló muy hondo en el Che desarrollando en su pensamiento una enorme influencia. Al comienzo de su Mensaje, Guevara cuestiona la “teoría” de la coexistencia pacífica defendida por el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), reivindicando la lucha armada como el método más pertinente para asegurar la victoria de la revolución. Con implacable severidad el Che acusa de “desmedido optimismo” al bloque soviético y pone en tela de juicio su noción de paz. Caracterizando al imperialismo como un “sistema mundial”, somete a su aguda visión crítica a la superestructura de la dominación capitalista y sus organismos de referencia. A este respecto, afirma sin ambigüedades, “Las Naciones Unidas y la OEA son mascaras del imperialismo”. Este certero juicio adquiere en nuestros días una impactante actualidad. El Che pone el dedo en la llaga cuando en el texto al que venimos referenciando sostiene, “Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo..., está trágicamente solo”. Y más adelante, afilando todavía más el bisturí afirma, “...Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, si, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos grandes potencias del campo socialista”. El Che reclamaba a los países del este europeo incluir a Vietnam en el acuerdo de asistencia recíproca y defensa militar conocido como Pacto de Varsovia. Pensando en América la nuestra, lanza la célebre afirmación, “o revolución socialista, o caricatura de revolución”. Desconfiando del supuesto papel progresivo de las burguesías nacionales, el Che sostiene, “las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo – si alguna vez la tuvieron – y solo forman su furgón de cola”. Sin escamotear en la crítica y con inocultable tono polémico y apasionado, el Che no olvida que está debatiendo con compañeros y no pierde la oportunidad para defender la unidad como valor estratégico. Con relación a este tema, nos dice, “es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha”, y agrega, “Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aun más efectiva, ¡qué grande sería el futuro y que cercano!”. Como vemos, la consecuencia internacionalista del Che está presente en el corazón mismo de su pensamiento político, el sabía que “no se trata de desearle éxito al agredido, sino de correr su misma suerte”, y como siempre actuó como pensó, la muerte lo sorprendió corriendo la misma suerte que los oprimidos.

A modo de conclusión

El legado político y ético del Che nos ofrece importantes indicaciones para comprender el mundo de hoy y para delinear los caminos de su radical e impostergable transformación. El Che es mucho más que un ejemplo heroico, es pensamiento vivo que interpela la realidad. No hay ni un solo movimiento contra sistémico en el mundo que no reciba la inspiración de Guevara. Los dueños del mundo son plenamente conscientes de la vitalidad y peligrosidad del Che, por eso insisten en deshumanizarlo, en llevarlo al bronce o a la camiseta estampada, pero la porfía del Che aparece para acompañar de cerca al joven guerrillero, al viejo obrero, al estudiante crítico, al campesino digno. Mucho aprendimos con su palabra, mucho nos dejó su ejemplo y mucho más es lo que todavía tiene para enseñarnos el Che a quienes nos negamos a ser mercantilizados y soñamos con enviar al capitalismo a las cloacas de la historia humana. Como afirma el comprometido intelectual argentino Nestor Kohan, “Su mensaje de lucha, esperanza y rebeldía organizada nos reclama abandonar las desconfianzas, los recelos y los absurdos sectarismos entre quienes militamos por uno de los ideales más nobles que ha conocido la humanidad: La causa de la revolución mundial y el socialismo”. En el mundo en el que nos tocó vivir, no hay lugar para la pasividad contemplativa ni para ilusiones terceristas. La revolución social ya no es solo una posibilidad deseada, sino que es una urgencia contemporánea si efectivamente pretendemos que la humanidad tenga destino. A la acción nos convoca el Che, y forjándonos en la acción cotidiana crearemos el hombre nuevo con el que desarrollaremos el tránsito del “reino de la necesidad al reino de la libertad”.


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