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Paginas de mi diario 13 de octubre

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 14 oct 2017
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

El periodista me interrogaba sobre sucesos de actualidad y de pronto, disparó una pregunta que era casi una afirmación: “¿Acaso la corrupción de los Gobiernos no es una prueba de que funcionarían mejor las empresas privadas que las públicas? Si una empresa privada se funde, sólo sufre el propietario; en cambio, si una empresa pública se funde, nos perjudica a todos”. Estuve a punto de responder que su propio razonamiento demostraba la importancia de las empresas públicas. En efecto: si la ruina de una empresa pública nos afecta a todos, eso se debe precisamente a que su buen funcionamiento nos beneficia a todos, y que, en cambio, si una empresa privada (como UPM) tiene buenos rendimientos, a nosotros nos da igual, porque sólo nos queda la contaminación. Pero el tema es más complejo. En el mundo gobiernan las trasnacionales, hijas de los monopolios, protegidas por una maraña de convenciones internacionales impuestas por los estados más poderosos, es decir, por los gerentes de las transnacionales. Las transnacionales se mueven persiguiendo altas tasas de ganancia. Cada medida de resguardo ambiental significa para ellas costos que encarecen su producción. Lo mismo pasa con cada medida de protección de la salud de sus trabajadores. Por eso (para las fases más contaminantes de su proceso productivo) buscan levantar sus empresas en países donde no hay leyes laborales y ambientales, o éstas son muy permisivas. Para que la ciudadanía no se indigne ante su saqueo, exigen de los gobiernos sumisos cláusulas de “confidencialidad”. Las empresas del Estado nacen con objetivos de prestar servicios a toda la población. Lo que las amenaza es la corrupción, que consiste principalmente en la apropiación privada (siempre lo privado) de lo que debería ser beneficio para todos. Por lo tanto en el Estado y sus ministerios, en sus empresas productivas y servicios, se libra una batalla feroz que se acentúa cuando el Estado asume posturas de soberanía exterior. Allí, para no perder terreno, las transnacionales sobornan y sabotean, con el objetivo de que lo estatal no funcione. Claro, la solución definitiva es un estado socialista, donde estén socializados los medios fundamentales de producción. El rumbo capitalista es la extinción de la Humanidad. Por eso la pregunta del periodista exigía un espacio de reflexión más amplio. En la fase actual, si entramos en un proceso de soberanía estatal, de liberación nacional, todavía serán necesarias algunas empresas privadas; pero para que nos dejen algo a todos, y para que no arrasen con nuestro patrimonio, también será necesario combatir cada brote de corrupción en el Estado, que pasa a ser (con gobierno popular) salvaguarda del patrimonio, y además, sin esperarlo todo del Estado, deberemos desarrollar mecanismos de control del pueblo organizado.


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