Páginas de mi diario 30 de setiembre
- La Juventud Diario
- 2 oct 2017
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Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP
En el Río de la Plata, la izquierda nació hablando italiano. La escalinata estrecha al costado del transatlántico la hizo pisar tierra firme mientras el cuerpo seguía sintiendo el balanceo constante del mísero camarote colectivo. Con un atado de ropa al hombro o una valija de cartón, la izquierda llegó al conventillo, porteño o montevideano, y de ahí salió a sembrar conciencia en las fábricas, en el puerto, en los tranvías. Sembró sindicatos, sociedades de ayuda mutua, escuelas dominicales, cuadros teatrales y centros líricos obreros. En el conventillo porteño convivió con los cabecitas negras aindiados; en el conventillo montevideano, convivió con el tambor africano y con cultos sincréticos. Por eso el tango canción tiene algo de canzonetta napolitana y la murga, de origen gaditana, tiene síncopa africana y lírica del bel canto. Y el “tano” (napoiltano) y su mujer criolla, hicieron hijos en la noche y planchadas los domingos, con vino y asado en el terrenito suburbano. Claro, ya había por acá intelectuales criollos que escandalizaban a sus padres burgueses proclamándose “socialistas”. Y de España también llegó clase obrera con ideas anarquistas. Anarquistas y socialistas, con sus respectivas subdivisiones, forjaron las primeras coordinaciones gremiales, la FORA en la argentina y después la FORU uruguaya. La Revolución Rusa de 1917, lejana e incomprensible para el proletariado rural, no era tan lejana para el obrero montevideano, que conocía más de Europa que de Cerro Largo, y que a su vez desconocía las demandas del pobrerío rural criollo en tiempos de Saravia. El gobierno de “Lenine” (las agencias de noticias eran francesas) impulsaba una Tercera Internacional, un partido comunista mundial, y para integrarlo había que cumplir condiciones rigurosas. En torno al debate sobre la URSS la izquierda socialista se fragmentó. El otro acontecimiento fue la creciente información de la izquierda sobre los conductores populares del siglo anterior. Cuando se comprendió que era necesaria una primera etapa de la revolución socialista, una etapa agraria anti imperialista de liberación nacional, la gesta inconclusa de aquellos próceres se incorporó naturalmente a las banderas de la izquierda. Después, el Che purificó; en cambio, la socialdemocracia (y algunos mal llamados partidos comunistas) corrompieron. La “perestroika” terminó de pudrir un heroico proceso que ya venía en declive. La caída de la URSS desilusionó a los débiles, pero Cuba y otros estados soberanos refuerzan la decisión de los firmes. La alternativa es izquierda o muerte, porque en la coyuntura entreguista actual, sólo la izquierda es Patria
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