Páginas de mi diario 30 de septiembre
- La Juventud Diario
- 30 sept 2017
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Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP
Los dos partidos políticos tradicionales expresaron, desde su nacimiento, plataformas políticas diferentes a la de Artigas y su Liga Federal. Sin embargo, en su seno surgieron tendencias que disputaron entre sí, interpretando a veces de manera antagónica el propósito fundacional de su respectivo partido. En el partido liberal “Colorado” surgieron incluso tendencias socialistas que en los momentos de crisis y definiciones debieron abandonar la vieja cáscara partidaria. En el Partido Blanco, los terratenientes se quejaban de que la riqueza obtenida por la exportación agropecuaria sólo embellecía la ciudad capital, permitía al Gobierno hacer obra social para los inmigrantes, pero desconocía los derechos de “la gente de campo”. Con ese concepto de “gente de campo” metían en la misma bolsa al latifundista, al productor pequeño y al proletario rural. Si el Partido Colorado alentaba el libre mercado, y europeizaba al país con Garibaldi y con los inmigrantes, en cambio el Partido Blanco levantaba como bandera las tradiciones gauchas. El proteccionismo “blanco” de los grandes terratenientes fue interpretado por pequeños y medianos productores de campo, e incluso por sus asalariados, como una reivindicación de soberanía patria y de justicia social. Desde tiempos coloniales existían dos sectores diferentes entre los terratenientes; el grupo de grande latifundistas y los hacendados “cimarrones”, que convivían con sus trabajadores y trabajaban ellos mismos. Estos dos sectores se enfrentaron duramente en el seno del Partido Blanco: los “doctores” del Directorio respondían usualmente al sector latifundista, de cuyo seno llegaban a la Universidad. El sector “cimarrón” había estado aliado, en tiempos de Artigas, con los desposeídos, en un frente común contra los “malos europeos y peores americanos” latifundistas. En dos momentos históricos este sector patriótico tomó las riendas del partido: fue con Leandro Gómez (1864) y con Aparicio Saravia (1896-1904). Ambas veces la traición los golpeó desde adentro, desde el poderoso sector latifundista de su propio Partido, el que controla hasta hoy su Directorio. Después, la rebeldía “blanca de abajo” se volvió matrera con Martín Aquino y finalmente se refugió en la memoria de la peonada y en los cantores repentistas de pulperías y quilombos fronterizos. La demagogia reaccionaria de los sucesivos Directorios se apropió de esas tradiciones como si fueran propias, como si nunca las hubieran combatido. Pero Leandro Gómez y Aparicio (y antes Josefa Oribe, y después Aparicio, Gumercindo y Chiquito, y las lanceras del 4, y finalmente también Aquino) son inmortales. En la UP somos muchos los que tenemos una vincha blanca sobre un corazón rojo.
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