Paginas de mi Diario 26 de septiembre
- La Juventud Diario
- 27 sept 2017
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Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP
En cada rincón de nuestro país, incluyendo Montevideo urbano y rural, hay personas que cuidan la Naturaleza. Sembrando reciben de ella, en reciprocidad, el alimento más sano. Son guardines generosos del Medio Ambiente y usualmente disfrutan compartiendo con otros sus frutos y sus procedimientos de siembra. Esta actividad se enriquece y enriquece más si es colectiva. Muchas escuelas rurales y urbanas hacen de la huerta un espacio educativo y en ella siembran en la tierra y en la conciencia de las personas. Muchas instituciones estatales, a pesar de que a gran escala son cómplices del saqueo transnacional, sin embargo asesoran eficientemente estos pequeños espacios. En nuestra tierra, los vínculos fraternos de la gente con la tierra tienen más de diez mil años. La historia contada por los genocidas vencedores nos habla de comunidades nómades e ignorantes. Las huellas marcan otra cosa: relictos de yerbatales en la Sierra del Yerbal, diagonales de palmeras desde Rocha a Paysandú que se extienden por el Montiel entrerriano y los esteros correntinos de Yverá (Iberá), rastros indiscutibles de agricultura en los cerritos de indios, crónicas de Pernety hablando del cultivo de mandioca al oriente del Uruguay antes de la fundación de Montevideo; manejo inteligente del monte nativo y su producción yuyera que heredaron los “manosantas” y “vencedores de pestes y enfermedades” del Mundo Gaucho. En tiempos de trata de esclavos y vaquería colonial, la abundancia de proteínas y cueros no anuló las prácticas agrícolas. Por el contario, se fortalecieron por la presencia de inmigrantes pobres de origen campesino. Pérez Castellano, que estudió el vínculo de nuestra gente con la tierra, desde la recolección yuyera hasta el uso de abonos orgánicos, escribió el primer Tratado de Agroecología en los tiempos augurales de Mayo. Los sembradores orgánicos del siglo XXI, lo hagan para autoconsumo o para ferias populares, saben que van a contramano de las tendencias generales. Pero ¿pueden y podemos resignarnos? Resignarnos sobre la situación actual es suicidarnos. De los 18:000.000 de há tenemos ya 2:000.000 invadidas de monocultivo forestal y otro tanto seriamente degradadas por agrotóxicos; las aguas de superficie están contaminadas y el Acuífero guaraní amenazado por el servilismo que autoriza el Fracking en manos extranjeras. Ante la rosca de intereses muy poderosos, la defensa del Medio Ambiente se inscribe inevitablemente en un programa de liberación nacional. O cambian radicalmente las políticas públicas y sus ejecutores o no se protege el Medio Ambiente. Cambiar ambas cosas es el camino de la Unidad Popular, es camino de izquierda y Patria. Lo demás (en el plano partidario) por ahora es sólo remiendos insuficientes. Ojalá se nos sumen nuevas fuerzas en el futuro inmediato; los tiempos lo exigen
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