Artigas derrotado: el fin de la "Patria Grande"
- La Juventud Diario
- 23 sept 2017
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Intentando aportar a la reflexión en torno a la lucha artiguista en un nuevo aniversario de la muerte del Jefe de los Orientales, apelamos -una vez más, y no será la última, por la vigencia que mantienen- a un editorial de radio Centenario de años atrás.
Bertolt Brecht se refiere a cinco dificultades para quien escribe la verdad. Escribir la verdad es combatir la mentira y la ignorancia y para ello se deberán superar al menos cinco dificultades aunque en todas partes la sofoquen.
Hoy después de haber señalado en los días anteriores dos de ellas, dejaremos planteada la tercera.
“El arte de hacer la verdad manejable como arma”.
La verdad debe ser dicha para sacar de ella determinadas conclusiones sobre el propio comportamiento. Como ejemplo de verdad que no permite sacar conclusiones, o sólo conclusiones equivocadas, sirve la opinión, largamente difundida, según la cual las condiciones deplorables que reinan en ciertos países provienen de la barbarie. Tales opiniones miran el fascismo como ola de barbarie, que sumerge ciertos países, como catástrofe natural.
Según esta opinión el fascismo es la nueva tercera fuerza, al lado del capitalismo y del socialismo, y por encima de ellos; por tanto, so sólo el movimiento socialista, sino también el capitalismo, continuaran existiendo sin el fascismo. El fascismo es una fase histórica, en la cual entró el capitalismo y, por lo mismo, es algo viejo y nuevo a la vez. En los países fascistas el capitalismo no existe sino como fascismo y el fascismo no puede ser combatido sino como capitalismo, como la forma más escueta, más descarada, más opresiva y engañosa del capitalismo.
¿Cómo alguien que quisiera combatir el fascismo, podría decir la verdad sobre él, si no quiere decir nada contra el capitalismo que lo engendra? ¿Cómo convertir en practicable esta verdad?
Aquellos que están contra el fascismo, sin estar contra el capitalismo, que se lamentan de la barbarie que origina la barbarie, se parecen a los que quieren comer su tajada de ternera, pero no quieren que se mate la ternera. Quieren comerse la ternera, pero no quieren ver sangre. Basta que el carnicero se lave las manos antes de llevar la carne. No están contra las relaciones de propiedad que causan la barbarie, sino sólo contra la barbarie. Protestan contra la barbarie, en países donde existen, precisamente, las mismas relaciones de propiedad, pero donde los carniceros se lavan aún las manos antes de servir la carne.
Las acusaciones explícitas contra ciertas medidas bárbaras pueden ser eficaces durante cierto tiempo, mientras aquellos que las oyen estén seguros de que medidas similares no serán nunca aplicadas en sus países. Algunos países están en capacidad de mantener sus relaciones de propiedad con medios menos brutales que otros. La democracia presta tales servicios, para los cuales otros necesitan usar la violencia; garantiza la propiedad de los medios de producción. El monopolio de las fábricas, las minas, la tierra, crea en todas partes condiciones bárbaras; sólo que allí son menos visibles. La barbarie se hace evidente tan pronto se precisa la violencia abierta para proteger el monopolio.
Algunos países que no se han visto aún obligados, para salvaguardar estos monopolios, a renunciar también a las garantías formales del Estado constitucional y a cosas agradables como el arte, la filosofía y la literatura, escuchan con particular complacencia a los huéspedes que acusan a su propia patria de haber renunciado a tales comodidades, ya que esto puede ser útil en la guerra que prevén. ¿Reconocen la verdad los que, por ejemplo, exigen en voz alta la lucha despiadada contra Alemania: “porque es la verdadera patria del mal en nuestra época, la sucursal del infierno, la morada del anticristo”? Cabe decir que se trata de gente estulta, importante y nociva. La conclusión de tales vaniloquios sería, en realidad, querer exterminar a Alemania: todo el país, con todos sus hombres, ya que el gas, cuando mata, no escoge culpables.
Las personas que no conocen la verdad se expresan en forma genérica, elevada e imprecisa. Estúpidamente acusan a “los alemanes, se lamentan del mal y, en el mejor de los casos, el que los escucha no sabe que hacer ¿Decir, quizá, no ser alemán?. ¿El infierno desaparecería si fuese bueno? También los discursos sobre la barbarie, son de la misma especie. Al oírlos, la barbarie viene de la barbarie, y desaparece con la civilización, que viene de la instrucción. Todo esto se expresa en forma bastante genérica, no en vista de conclusiones sacadas de la acción y en el fondo no se dirige a nadie.
Semejante modo de representar las cosas muestra pocos eslabones de la concatenación causal y presenta ciertas fuerzas motrices como incontrolables. Tal método de representar las cosas contiene mucha oscuridad, detrás de la cual se encuentran las fuerzas que generan la catástrofe. ¡Un poco de luz y aparecerán hombres en la base de la catástrofe! ¡Un poco de luz, y aparecerán hombres en la base de la catástrofe! Ya que vivimos en una época en que el destino del hombre es el hombre.
El fascismo no es catástrofe natural, cuya clave se puede hallar simplemente en la “naturaleza” del hombre. Pero hasta de las catástrofes naturales se puede hablar en forma digna del hombre, en forma de hacer un llamado a su energía combativa.
Después del gran terremoto que destruyó a Yokohama, en muchas revistas norteamericanas se veía la extensión de ruinas. Debajo decía: “steel stood”, el acero quedó y, en realidad, quien veía sólo las ruinas en la primera ojeada, por estar más atento a la lectura del texto, notaba algunos edificios muy altos que quedaron de pie. Entre todas las posibles maneras de hablar de un terremoto, sin comparación, la más importante es la de los ingenieros, que calculando los desplazamientos del terreno, la violencia de las sacudidas, el calor desarrollado, etc, llegan a nuevas construcciones antisísmicas.
Quien quiera describir el fascismo y la guerra, las grandes catástrofes que no son catástrofes naturales, debe alcanzar una verdad susceptible de traducirse en la práctica. Debe demostrar que se trata de catástrofes en contra de la enorme masa de los que trabajan sin medios propios de producción, provocadas por los poseedores de tales medios de producción.
Cuando se quiere escribir con eficacia la verdad sobre ciertas condiciones deplorables, se requiere escribirla de tal manera que se puedan reconocer las causas evitables. Cuando las causas evitables se reconocen, las condiciones deplorables pueden combatirse.

La verdad hemos de encontrarla también nosotros los orientales, en tiempos donde un pícaro ha de engañar probablemente a los hermanos entrerrianos con pactos que pronto se han de olvidar.
Verdad que hemos de buscar en lo más profundo de nuestra propia historia como pueblo oriental, en el pensamiento, la obra y sobre todo en la traición a Artigas y sus ideas de Patria Grande.
En abril de 1820 Artigas tiene plena conciencia de la gravedad de su situación militar y política, es así que traslada su cuartel general de Mandosiví a Abalos y desde allí y para ese sitio, invita a Corrientes y Misiones para la celebración de un Congreso. Parecía utópico pretender, dado el dramático cambio producido en la situación de todo el área de su pasada influencia, a partir de sus derrotas en la Banda Oriental y de las que venía soportando en el propio Entrerríos a manos de su antiguo teniente Ramírez, casi sin ejército para continuar la lucha, que José Artigas pensara que de tal reunión pudiera derivarse algún cambio en su desesperada situación; sin embargo el caudillo confiaba. El Congreso se realizó en el segundo decenio de abril y a el asistieron, además del invitante, Juan Bautista Méndez, y Diego Rodríguez Méndez por Corrientes, Miguel Javier Arigú y Francisco Javier Sití por Misiones y Gregorio Aguiar. El 24 de abril de 1820 se firmó el siguiente acuerdo:
“Acta celebrada entre los jefes militares y representantes políticos de las tres Provincias Banda Oriental, Corrientes y Misiones reunidas en Congreso para resolver lo mas conveniente para sostener la libertad e independencia de estas Provincias contra los enemigos exteriores; en orden a los intereses de la federación y de común acuerdo resolvieron lo siguiente:
Art. 1 Los Jefes y Representantes de las tres Provincias se comprometen con todos los esfuerzos y recursos de sus provincias a sostener una guerra ofensiva y defensiva por la Libertad y la Independencia de estas provincias.
Art. 2 El Jefe de los Orientales ciudadano José Artigas será reconocido por los jefes y autoridades de las Provincias de la Liga por el Protector de su Libertad y queda autorizado para decidir de la guerra y de la paz contra los enemigos exteriores e interiores.
Art.3 Las tres Provincias de la Liga se comprometen al cumplimiento de las providencias del Excelentísimo Señor General como Directorio de la Guerra y la Paz.
Art.4 El excelentísimo Señor Protector y Director de los Pueblos se compromete por su parte a no celebrar convenio ni tratado alguno con los enemigos exteriores o interiores sino aquel que se asegure y deje a salvo la Libertad e Independencia de estas provincias.
Art.5 Las Provincias de la Liga no pueden ser perjudicadas ni en la libre elección de sus gobiernos, ni en su administración económica según los principios de la federación.
Art.6 Las tres Provincias admiten bajo estos principios a otra cualquiera que entre por los intereses de una liga ofensiva y defensiva hasta la resolución en un Congreso general de las Provincias.
Cuyos artículos firmados y ratificados, Ante mi, por los jefes y representantes de las tres Provincias, se mandan publicar y archivar en cada una de ellas por los Jefes y Autoridades de cada respectiva Provincia como un constante documento de la expresión de su voluntad.
Para ello se firman tres de un tenor de la presenta acta celebrada en la Costa de Avalos, a 24 de abril de 1820, José Artigas, Juan Bautista Méndez, Diego Rodríguez Méndez, Representante Miguel Javier Arigú, Representante Gregorio Aguiar, Francisco Javier Siti.
Expresa el historiador Alfonso Rodríguez Cabrelli que del irrealismo de aquella reunión y de este compromiso dan cuenta las que pueden haber sido las dos últimas, grandes y dramáticas decepciones recibidas por José Artigas antes de su obligado exilio Paraguayo; efectivamente, a poco más de una semana de rubricado el pacto de Abalos los gobernantes correntinos, Cabildo y jefes Militares, deciden apartarse y enfrentar con las armas a las fuerzas artiguistas y en julio otro de los firmantes, el comandante guaraní Francisco Xaver Sití celebraba alianza con su tocayo Pancho Ramírez a quien acompañó en la postrera persecución que debió soportar el Caudillo Oriental antes de cruzar el Paraná con los pocos leales que lo acompañaron en la última pacífica y tristísima marcha de vencidos, ya en territorio paraguayo.
Artigas, batido por los luso brasileños en la batalla de Tacuarembó, se replegó hacia Entre Ríos. Interpretándolo como un intento de imponerse sobre él, Ramírez tomó las armas contra su otrora jefe y lo enfrentó en una rápida sucesión de batallas.
Ramírez fue derrotado en Las Guachas, pero el 24 de junio lo derrotó en una maniobra en la batalla de Las Tunas, en que hizo un inteligente uso de la artillería, al mando del comandante Lucio Norberto Mansilla, enviado en su ayuda desde Buenos Aires.
Tras una victoria menor cerca de Sauce de Luna y otra cerca de Goya sobre Pedro Campbell, atacó el propio campamento de Artigas en Ábalos, cerca de Curuzú Cuatiá, ya en la provincia de Corrientes, y lo derrotó completamente el 24 de julio. Éste sería el fin de la etapa del liderazgo ejercido por Artigas en el litoral.
Mientras sus segundos perseguían a Artigas por todo el territorio correntino, Ramírez ocupó la ciudad de Corrientes, hizo arrestar a Campbell y a Mariano Vera y se hizo nombrar gobernador. Poco después, tras intentar resistir en Misiones, Artigas debió refugiarse en el Paraguay de Francia hasta su muerte, más de veinte años después.
El 5 de setiembre de 1820, a los 56 años con la misma dignidad con que había luchado diez años por la “pública felicidad” el Protector se internó en el Paraguay.
Ya no habría Patria Grande.
Cuando la antorcha artiguista se apagó el botánico Agustín Francois César Prouvensal, más conocido como Auguste de Saint Hilaire, iniciaba su recorrido por el territorio de la Provincia Oriental. Desde 1816 había permanecido en Brasil viajando por las regiones de Río de Janeiro, Espíritu Santo, Minas Gerais, Goías, San Pablo, Paraná, Santa Catalina y Río Grande del Sur, en la infatigable tarea de recolectar materiales zoológicos y botánicos, de los cuales 7.608 fueron destinados al Museo de Historia Natural de París.
Saint Hilaire, vio a los prisioneros tomados en Tacuarembó, primero en Torres, donde estaba levantando un fuerte, y luego en Porto Alegre. Había entre ellos una docena de españoles residentes en Montevideo y algunos negros que habían huido de estancias de la capitanía de Río Grande. Todos los demás eran guaraníes. Algunos de ellos llevaban los restos de sus antiguos uniformes artiguistas.
El escritor y poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín en su “Epopeya Artiguista” expresa así el relato “Vencimiento de Artigas”:
“Este vencimiento…del andante Artigas es un suceso que deja en el espíritu, si miráis en ello, la sensación de sorpresa y melancolía de los desenlaces inesperados. ¿Pero han vencido ya, realmente, definitivamente, a Artigas? Os sentís inclinados a preguntar…
“Si…está vencido como debía serlo, definitivamente derrotado; se acabó la historia de su vida pública. Y yo os digo que sí ese desenlace no fuera real, como lo es, el poeta épico lo hubiera inventado para ese humano drama; se lo hubiera impuesto la inspiración, mejor dicho, pues los verdaderos poetas no inventan nada propiamente, no conducen a sus héroes, sino que son conducidos por ellos. Yo mismo llego a creer, os lo aseguro, que estoy construyendo algo fingido, o repitiendo un cuento que me contaron, cuando os refiero esta peregrina historia. Esos tales caballeros deben ser vencidos, lo han sido siempre; lo fueron desde Sansón el cabelludo, que acabó tirando de la noria como si fuera un mulo, hasta Héctor el troyano, domador de caballos, arrastrado por el carro de Aquiles y hasta Don Quijote domador de endriagos malignos y el más amable de todos los nobles caballeros que en el mundo han sido”.
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“Imaginad, pues…, la figura estética de ese hombre Artigas vencido. Está sentado, allá en el Norte de Corrientes, a orillas del río Paraná, linde meridional del Paraguay. En el Paraguay está el otro hombre, don Gaspar Rodríguez de Francia; allí no hay anarquía ni guerra, hay paz. Artigas tiene su caballo de la rienda, está envuelto en su poncho y con la pesada cabeza entre las manos. Sus últimos fieles la miran en silencio.
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“Lo que pasa en este hombre,…y lo que seguirá pasando en el es un misterio; tiene el silencio de los lagos de montaña, inmóviles y profundísimos en sus nieblas. No en vano los comentarios son aquí contradictorios”.
…”En una noche estrellada, reunió a sus últimos compañeros, y a la luz del fogón, que humeaba en el desierto, mientras la Cruz del Sur, constelación augural, brillaba en el cielo, les hizo saber su resolución, se ausentaba del mundo para siempre, se iba a la sepultura, al Paraguay de Rodríguez de Francia. Todos quedaban en libertad de ir donde sus destinos los llevaran”.
“Algunos se fueron, otros quedaron a su lado. Ansina su negro asistente, le dijo: “Mi general yo lo seguiré aunque sea al fin del mundo”. Ansina envejeció con Artigas. El negro Joaquín Martínez no dijo nada; pero también siguió a su capitán, fue la sombra buena del héroe, vivió la vida de este, y murió su muerte”.
“Artigas puso su caballo al paso, y se dirigió a la frontera del Paraguay”.
…”Y allá va, rodeado de su última guardia, 200 lanceros, acompañado de su pobre negro Joaquín Martínez, de su negro asistente Ansina”.
…”El grupo derrotado cruza las soledades, de ellos salen, como fantasmas simbólicos, los indios que las recorren, se atraviesan al paso del héroe, y con el fervor del hombre primitivo que ve dioses en todas las cosas grandes, le besan la mano y le piden la bendición, y siguen tras de él con sus familias. ¡Los indios!
¡El último homenaje!
¡Oh el misterio de la raza muerta!
Bertolt Brech un alemán comunista auténtico que combatió al fascismo, nos ayuda a encontrar la verdad y hemos de transcribir en el día de mañana la cuarta dificultad que se debe vencer para conocer la verdad.
“El juicio de escoger a las personas en cuyas manos la verdad se hace efectiva”.
Escribía entonces Joaquín Lenzina, Ansina un poema recordando aquella derrota, “El lamento de los libres”.
Permitidme que entone un lamento
Que cante y llore episodios:
Las tragedias de los momentos…
¡Cuan cerca esta el amor del odio!
De la gran victoria de Las Piedras
Los caprichos de un gobierno loco
Nos derrotaron con sus palabras…
¡Cuan cerca está lo mucho de lo poco!
Marchemos todos al exilio
Pero anhelando, sin embargo,
El regreso sin pedir auxilio…
¡Cuan cerca está lo dulce de lo amargo!
Montevideo fue sitiado
En nombre de la humanidad,
Pero Artigas fue traicionado…
¡Cuan cerca está la fortaleza de la debilidad!
Después de la victoria de Guayabos,
Librada con patriótico fervor,
Los porteños enviaron soldados y cabos…
¡Cuan cerca está la amistad del rencor!
A los portugueses resistimos
Haciendo frente a la gran invasión,
Pero en varias batallas perdimos…
¡Cuan cerca está la esperanza de la desesperación!
El valiente ejército patriota
En Carumbé buscó la suerte
Luchando como espartanos e ilotas…
¡Cuan cerca está la vida de la muerte!
Artigas dirigió la contra invasión,
Ganando la batalla de Guirapitá,
Tacuarembó fue una contradicción…
¡Cuan cerca está la victoria de la derrota!
La gran Cruzada Federal
A Cepeda llegó con honor
Aunque en el Pilar encontró su mal…
¡Cuan cerca está el gozo del dolor!
Ramírez invicto en Buenos Aires
Cedió a la porteña seducción,
Rompiendo los ideales Federales…
¡Cuan cerca está la lealtad de la traición!
CUANTA VIGENCIA CONSERVAN ESTOS DIAS LAS PALABRAS DE ANSINA.
¡CUAN CERCA ESTÁ LA LEALTAD DE LA TRAICIÓN!
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