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Crónicas de la Victoria. La Ira Santa del Protector de Los Pueblos Libres

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 16 sept 2017
  • 3 Min. de lectura

Escribe Prof. Andrés Freire

Uno de los grandes triunfos de la reacción historiográfica ha sido transformar a Artigas en poco más que una versión masculina de Teresa de Calcuta, un hombre bueno, manso, que perdonaba a todos y regalaba amor y flores, dotado de tanta clemencia que La Batalla de Las Piedras, se transforma casi en un duelo de ajedrez. Es el Artigas ideal para estos tiempos, donde hay un consenso básico a nivel político en torno al continuismo económico neoliberal, y a aceptar la dominación imperialista sin mayores cuestionamientos. El problema es que ese Artigas, buen padre, buen hijo, buen abuelo, no es Artigas, y no en balde, los historiadores reaccionarios del siglo XIX divulgaban un dicho que circulaba en la campaña cuando hablaban de algún personaje nefasto decían: “es más malo que Artigas”, y sí Artigas fue un hombre muy malo, para los malos extranjeros y peores americanos. Eduardo de Salterain en su obra “Monterroso. Iniciador de la Patria y Secretario de Artigas” dedica todo un capitulo al enojo de Artigas, se llama sugestivamente “La cólera Santa”, y nos cuenta del enojo de Artigas, que es el mismo enojó que muchas veces nos embarga a nosotros mismos cuando vemos tanta depredación, entrega, despilfarro y acomodo, y que tiene la misma santidad. “La dignidad herida de un pueblo no tiene otro dolor que el odio, ni otra expresión que la ira” (p.59), así lo describe el historiador, y ese enojo se encarnaba en el Protector: “todos los días de Artigas -…- que corren de 1808 a 1820, son días enrojecidos por la ira, la ira patriótica, de clamores roncos. Miguel Barreiro y José B. Monterroso, dos confidentes, ven hasta la intimidad del Protector la llama de sus ojos y se abrasan de encendimiento para transmitir órdenes contundentes, redactar mensajes, inflamar proclamas, rebatir nociones, dispones mesnadas y preservar a la prez de la hez” (pp.59-60). El Protector pues se enoja, y mucho, y proclama su dureza jacobina una y otra vez: ¿pero con quien se enoja?: ¿Con el pardo Encarnación Benítez que repartió algunas tierras de más y del que el Cabildo pide su cabeza? No. ¿Con algunos de sus soldados negros e indios que faenaron alguna vaca y vendieron el cuero? Tampoco. Es sobre los más ricos y poderosos que caen sus palabras, y así el 12 de diciembre de 1815, furioso una vez más con el Cabildo de Montevideo y el comandante militar de esa ciudad Rivera, escribe: “El gobierno … me muele con representaciones, los particulares lo mismo, de modo que me hace creer que estando en esa plaza se contaminan. … Con esta fecha doy una última providencia, y digo al Cabildo como también a Barreiro lo conveniente, y si no veo pronto y eficaz remedio, aguárdeme el día menos pensado en esa. Pienso ir sin ser sentido y usted verá si me arreo por delante al Gobierno, a los sarracenos, a los porteños y a tanto malandrín que no sirve más que para entorpecer los negocios. Ya estoy tan aburrido, que verá usted como hago una alcalada y empiezan los hdsrfb vombres a trabajar con más bríos. Lo comunico a usted para su gobierno y procurando asimismo animar a los paisanos para cumplir sus deberes y que la Patria florezca con mayor entusiasmo”. (p.62). He aquí entonces la santa ira expresada con claridad, ira frente a la corrupción, el acomodo, el privilegio, los mezquinos intereses privados disfrazados de interés general, la soberbia de los ricos, el desprecio a los humildes. Esa es la misma ira que debemos resguardar y cuidar, la que se rebela contra la injusticia y la opresión, sin dejar sin embargo que nos invada y no nos permita razonar y actuar conforme la conveniencia de las circunstancias. Tomemos un ejemplo concreto de la realidad, si subimos a un ómnibus repleto y viajamos parado por un boleto carísimo, o llamamos para pedir hora para el oculista y nos dan número para tres meses: ¿con quién debemos enojarnos? Seamos dignos hijos del Protector, y a la hora del enojo miremos siempre hacia arriba y no hacia el costado, y que el motivo de este sea nuestro amor a la Nación y a los trabajadores tan agredidos día a día, y que todo eso se transforme en lucha organizada. Somos Izquierda. Somos Patria!!!


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