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Columna: 2 de septiembre. Páginas de mi diario

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 4 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Miro hacia atrás y repaso mi larga vida. Muchos seres queridos ya no están pero no se olvidan. Otros llegan y te enriquecen, pero no llenan los vacíos de los ausentes. Así debe ser. Desde mis ya tan lejanos 17, mi vida estuvo asociada a un compromiso social con el que siempre quise ser consecuente. Los años de la dictadura reafirmaron mis convicciones pero me hicieron testigo involuntario de claudicaciones de muchos jefes y del heroísmo de mucha gente sencilla. A la salida de la dictadura, el pacto del Club Naval fue para mí un duro golpe anímico. No lo merecía mi pueblo y no lo merecía su futuro, que nacía condicionado, como después lo probó la Ley de Caducidad. Entre 1985 y el 2004 ya no creí en ninguna fuerza política. Mi fe en los pueblos, en cambio, siempre fue inquebrantable porque estuvo alimentado por testimonios formidables. Los testimonios están siempre allí, aunque sólo se perciben si abrimos el corazón lo suficiente. Pero ¿qué herramienta política se podía forjar entre tanta duplicidad? Precisamente cuando asumió el Dr. Tabaré Vázquez, y su Ministro de Economía fue elegido en Washington, recuperé la fe. Un puñado de dirigentes y militantes con inmensa dignidad renunciaron justo en el momento en que les hubiera correspondido entrar al reparto de puestos.. Estos compañeros habían dado una batalla de principios adentro y ahora se retiraban para seguir fieles a la misma estrella que siempre los había convocado. Bolsillos vacíos y alma transparente, nos lllamaron a las asambleas populares barriales y departamentales que se unificaron en la Asamblea Popular. La primera comparecencia electoral, con Sarthou, con Raúl y la inolvidable Delia, fue honrosa, pero quedamos hasta sin local, y no queríamos utilizar los que nos ofrecían generosamente el 26 de marzo y el PH, integrantes de la AP; necesitábamos ser AP, dar imagen de pluralidad, mostrar la diversidad que nos caracterizaba. . Durante tres años, el pequeño apartamento de un compañeros fue nuestra única sede. Cada encuentro Nacional de militantes era una odisea económica superada a punta de generosos sacrificios. Con nuevos compañeros nos volvimos Unidad Popular, crecimos, obtuvimos un diputado. Demostramos lo importante que es una voz en el Parlamento cuando esa voz es la voz de un colectivo, cuando navega en las luchas sociales, cando rinde cuentas a una coalición con programa artiguistra y ética inclaudicable. Converso en mis sueños con los que ya no están, militantes y gente buena, gente sencilla que a su manera soñó un futuro mejor para sus hijos, y les digo que pueden descansar tranquilos, que no serán olvidados ni traicionados. De cara a la lucha final, llevamos la sonrisa de todos como bandera.


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