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Páginas de mi diario: Sentados sobre un barril de pólvora

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 29 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la Unidad Popular

A principios del siglo XX la Ciencia descubrió quelas leyes de la Física eran sólo casos particulares, a escala humana, de leyes mucho más complejas que rigen el Universo. El descubrimiento de la radiactividad natural de los elementos impulsó la investigación de la fuerza gigantesca encerrada en el diminuto núcleo de los átomos. Se advirtió que en la Naturaleza había elementos inestables, y que si se libera la energía de uno de sus núcleos atómicos, se produce una reacción en cadena sobre los núcleos vecinos. Esa reacción en cadena libera una fuerza destructiva terrible. Pero si la reacción en cadena se dosifica, enlenteciéndola, la energía liberada puede controlarse y apilarse para utilizarla en procesos productivos. Surgía así al mismo tiempo la posibilidad de la bomba atómica y de las centrales atomoeléctricas. Hoy se pueden liberar fuerza s destructivas cientos de veces más terribles aún, copiando los procesos de uniones nucleares que se producen en el Sol; así nació la bomba de hidrógeno y la posibilidad teórica de centrales “de fusión nuclear”. Por ahora la Ciencia es esclava del Mercado Capitalista, el cual impulsa dos procesos demenciales: el desarrollo permanente de armas de exterminio y la creación de centrales atomoeléctricas sin suficiente experimentación previa para conocer sus riesgos. La investigación y la inversión privada necesitan vender sus productos. Al mundo capitalista lo gobierna el complejo militar industrial. La industria militar genera la oferta, y el Estado militarizado genera la demanda. Cuando surge un Estado diferente, con cierto grado de soberanía, estas reglas de juego no se pueden anular por su simple voluntad. Para sobrevivir debe aprender a navegar en este mundo hostil, hasta que los pueblos cambien las reglas de juego. Mientras tanto, el peligro de un fin del mundo nuclear sigue amenazándonos. Y aún sin el estruendo de explosiones nucleares, la central atómica de Fukushima sigue envenenando silenciosamente, cada día, el Océano Pacífico. No es tiempo de resignación. Todavía hay otro camino donde la lucha social y ambiental convergen con la forja de herramientas políticas al servicio de los pueblos.


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