Columna 25 de agosto Páginas de mi diario
- La Juventud Diario
- 26 ago 2017
- 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP
La lluvia y el mate en soledad no te aíslan del mundo ni de los amigos; te facilitan la pausa necesaria, el balance tranquilo y el repaso de los proyectos, que son inseparables de la lucha, que nacen fundidos con los sueños de los compañeros. Hace… ¿medio siglo casi? yo trabajaba en la escuela de un barrio muy pobre y los niños se sobresaltaron por el ruido de un trueno. Yo les dije: “la lluvia es nuestra amiga” y una niña grande, preadolescente, replicó: “Maestro, cuando llueve mi casa es un infierno”. Todavía le estoy pidiendo mentalmente disculpas, disculpas hasta por el calorcito que disfrutan mis nietos. Aquella voz forma parte de mi balance y mi compromiso. Pero para la Socialdemocracia neoliberal, para la cúpula del actual Gobierno, que la lluvia transforme muchas viviendas en un infierno es lamentable, pero no es tema prioritario. La inversión extranjera, suponen, traerá los recursos para nuevos planes asistencialistas. Mientras tanto, hay que ocuparse de la Nueva Agenda de Derechos Humanos: equidad de género, respeto a las opciones sexuales diferentes, equidad étnica, freno al feminicidio, freno a la violencia y al abuso infantil. ¿Nueva Agenda? La discriminación contra la mujer ya estaba presente en los imperios de la Antigüedad. La discriminación racial también. La represión contra la homosexualidad es más reciente: no existía en la Grecia esclavista, pero se hizo feroz en el Medioevo. La persecución a la llamada locura, definida así por el poder, terminó en hogueras inmisericordes. ¿Cómo enfrenta la Nueva Agenda estos problemas? Dibujando palomitas y banderas de arcoiris, soltando globos, promoviendo concursos infantiles, denunciando la complicidad del silencio, exhibiendo su protesta en manifestaciones, todo ello ante el aplauso solidario de quienes compartimos esos mismos dolores y angustias. Y todo está muy bien, muy bien. Pero olvida o esconde lo principal. Si no hay una revolución, si no se recupera la esperanza colectiva, todo será aspirinas contra una enfermedad terminal. Bienvenida la gente que lucha por la Nueva Agenda. Lo condenable es tapar con esas banderas la desnudez de la claudicación neoliberal
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