OPINIÓN: Los tratados de libre comercio y la subordinación del país a los intereses del gran capita
- La Juventud Diario
- 24 ago 2017
- 3 Min. de lectura
“No se puede disminuir la demanda de trabajo sin hacer más pobre a la nación “ Lenin

Por GUSTAVO LOPEZ Integrante del Coordinador Nacional de la UP
El eje de la política de inserción internacional del gobierno del Frente Amplio pasa por la apertura comercial indiscriminada y la promoción de los Tratados de Libre Comercio. Todo el elenco de gobierno y particularmente el equipo económico conciben como única vía para el desarrollo nacional los TLC (con China, con la Unión Europea, con la Alianza del Pacifico, o con quien sea) y la inversión extranjera directa a partir de mega emprendimientos como las plantas de celulosas. Por este camino, Uruguay se ubica en la división internacional del trabajo desde la subordinación que nos condena al atraso y al saqueo de nuestros recursos naturales por la vía del extractivismo y el pillaje colonial. La aun incierta instalación de la tercera pastera prevé una inversión de 5 mil millones de dólares por parte de la empresa finlandesa y una inversión de Mil millones de dólares por parte del Estado uruguayo en obras de infraestructura además de un conjunto de exoneraciones fiscales. Ya funcionan dos emprendimientos de estas características en nuestro país y la esta altura sobra evidencia para demostrar que los mismos no generan empleo y aportan de modo significativo al desarrollo nacional. Surge una primera pregunta casi que obvia, ¿con mil millones de dólares el Estado no puede pensar en otra inversión productiva que genere más puestos de trabajo y garantice soberanía alimentaria? Mil millones de dólares es nueve veces lo que precisa el Hospital de Clínicas para las obras de refacción edilicia. Las compras de las pasteras al mercado local son menores a los 20 millones de dólares y básicamente compran combustible y lo pagan 25% menos que la industria nacional. Mención aparte merecen los efectos medio ambientales que estos emprendimientos generan y cuyas consecuencias ya se hacen sentir en la calidad del agua y el aire. Aun más preocupante son los Tratados de Libre Comercio que imponen reglas supra nacionales y se proponen intervenir en áreas tales como, el comercio, los servicios, las compras públicas, la propiedad intelectual, la legislación laboral, el espacio marítimo y las telecomunicaciones. Estos tratados son una resignación lisa y llana de la soberanía y resultan incompatibles con cualquier estrategia de desarrollo productivo local. No es exagerado decir que un posible TLC con China sería el tiro de gracia a lo poco que queda de la industria nacional. Por otra parte, crecimiento del comercio no es sinónimo de aumento del producto bruto interno ni de desarrollo económico sustentable en el tiempo. Chile y México son ejemplos contundentes de países que por este camino lejos de resolver la inequidad social la profundizaron. El desafió para el campo popular se encuentra en la necesidad de romper con la dependencia, pensar la inserción internacional del Uruguay en términos de complementariedad y cooperación con países amigos de la región y el mundo, volver a levantar las banderas de la nacionalización del comercio exterior e impulsar decididamente a la industria nacional, particularmente a la industria con mano de obra intensiva y con alto valor agregado. En definitiva, redefinir el rol del Estado recuperando el control del proceso productivo e impulsando el desarrollo económico con activa y protagónica participación de los trabajadores organizados.
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