Columna: La mejor música
- La Juventud Diario
- 24 ago 2017
- 4 Min. de lectura

La Última nota quedó suspendida en el aire, desafiando la ley de la gravedad. El artista notó esto y pensó en aquellas noches de escavio, en las que los acordes se sucedían unos a otros sin pedir permiso. –Voy a intentarlo nuevamente, se dijo y puso sus manos en el teclado. Fue en vano, nada surgía, se dijo en voz baja “las musas se fueron de gira, o mis maltratadas neuronas ya están haciendo de las suyas,” las muy zorras pensó y se dispuso a marchar. Se mandó la de cuero por encima del cuerpo sin calzarse las mangas y apagó el interruptor de la luz. En el preciso momento que puso su mano en el pomo de la puerta alguien con voz grave dijo, La menor/ sol sostenido, la menor a la séptima/ sol re… Encendió nuevamente el interruptor y al mirar hacia el fondo de la sala, sentado en el sillón, se encontraba Juan. No podía ser, era imposible, pensó si había tomado los medicamentos en hora. No lo recordaba. Tampoco sabía qué hacer, le costaba reaccionar. Lo miró fijamente y se acercó un poco hacia la figura. -¿eres tú? -Si soy yo, respondió Juan. -Pero es imposible, ¿estás vivo o yo veo fantasmas? -Soy yo, quédate tranquilo, no estoy vivo, pero tampoco muerto. No entiendo, se dijo. Tomó la botella y apuró uno sin hielo. Cerró los ojos mientras el líquido bajaba por su garganta, abrió los ojos lentamente, como esperando ver nada más que la sala vacía. Pero no fue así, Juan seguía allí, y esta vez sonreía. El artista se quedó casi mudo, pensó decir algo, pero nada se le ocurrió. Fue Juan quien habló. - Me trajo la música, la música me llevó y la música me trajo. - ¡Pa! Loco, la verdad no entiendo te veo, te escucho, estás vivo… -Bueno, ya te dije no estoy vivo y estoy, volví porque precisaba algo de vos. El segundo vaso de líquido amarillo era servido por el artista y enviado a su boca. Con la cabeza más clara le dijo a la FIGURA, -mira, no te creo, debo estar alucinando, sabía que esto podía pasar, así que si quieres chamuyar, dale chamuya pero yo me voy. Tomó la campera y súbitamente comenzó a reír. Digo que no le creo y hablo con él, que pelotudo que soy, pensó. Fue entonces cuando Juan se paró, lo tomó de la mano, lo llevó junto al sillón y le habló; esta vez muy pausado y más bien bajo. -La menor/ sol sostenido la menor a la séptima/ sol re, pruébalo. El artista intentó ir al teclado, pero Juan le llamó y mirándolo socarronamente le ofrecía una Gibson. El artista la tomó y comenzó a tocar. - Es escalera al cielo, tanto quilombo para esto. Juan le dijo -cierra los ojos y déjate llevar. Las notas comenzaron a surgir, eran raras. El artista empuñaba la Gibson con tal gracia que parecía flotar, y Juan lloraba de alegría. Una tras otras iban saliendo viejas melodías, de viejos artistas, todos ellos finados. Pero de vez en cuando; aquella nota que parecía cobrar vida surgía como de la nada. El Artista le dijo a Juan voy a grabar. Preparó la consola, preparó las maquinas se aseguró de que todo estuviera bien, se sirvió otro Jony, empuñó la Gibson y tocó. Acorde tras acorde comenzaron a surgir, y la nota extraña, rara, se hizo dueña del salón. -La Octava nota, gritó Juan, es ella. El artista solo miraba como los acordes cobraban vida, contrariando todas las leyes de la ciencia, flotaban por la sala, coloridos y perfumados. El artista tocaba cada vez más y más y Juan cantaba y bailaba, más bien rockeaba. - La menor/fa/ no puedo escribir la octava nota pero iba aquí/re sol, y Juan entonaba junto al artista, “rock del destino, infinito mundo vi, la octava nota existe y me hace revivir”. Y seguía sonando, los colores se superponían, los aromas también y Juan rockeaba más y más y el artista cantaba, “rock de los muertos, notas de vida, quien fuera yo para poderte tocar y darte estas notas para que bailes en el más allá”, y Do/ re, la octava nota, si, la octava nota. Los dos se separaron de sus cuerpos, se veían allá abajo, el éxtasis era enorme. Y la/ fa/ la octava nota y Juan Y así crearon las más bellas melodías, las nunca tocadas hasta ahora, esas que hasta a los muertos podían revivir. El artista no supo cuando se quedó dormido, pero si cuando sus amigos lo despertaron. Aturdido miraba hacia los lados sabiendo le faltaba algo. Uno de los amigos lo ayudó a levantarse y le pregunto al oído -¿Tomaste? El artista lo apartó, y preguntó ¿Juan? ¿Qué Juan? Respondió otro. -Juan, boludo, estuvo toda la noche, acá, tocando. Nadie respondió, se miraron y no entendían. El artista entonces habló y les dijo - ayer grabamos la mejor música de toda la humanidad. Con Juan, hicimos cobrar vida a las notas. Como nadie decía nada, apurado dijo - bueno ¿no me creen? está todo grabado. Corrió hacia la computadora, y puso en marcha lo grabado. Grande fue su sorpresa cuando nada se escuchaba, más que silencio. Adelantó la cinta y nada. Volvió a adelantarla y por fin una voz grave, cantaba “me la voy a llevar, soy un ladrón y me la voy a llevar, en esta escalera voy, ya subo al cielo llevando este rock and roll. La octava nota va en mí, tengan paciencia muchachos, mientras robo a este señor.” Todos dirigieron su mirada hacia el artista, este, sonrió, tomo su campera de cuero y dijo -Estoy jodido, pero aún me falta para acompañarlos chabones. Pasó el brazo por encima de uno de sus amigos y dijo -vamos, estoy muy cansado.
Luis Pérez
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