Columna: Páginas de mi diario Sábado 19 de agosto

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Los diarios siguen recogiendo los ecos del atentado criminal en Barcelona. Hablan de la “Irracionalidad” terrorista, y presentan a sus autores simplemente como dementes fanáticos. Y mientras se busca al criminal de la furgoneta, otros “irracionales” apuñalan gente pacífica en Alemana y Finlandia. ¿De dónde surge esa cantera inagotable de dementes? ¿Hay una fábrica de terroristas? Sí, hay una fábrica y se llama Capitalismo. En su fase imperialista ha recurrido a una receta sencilla. Su saqueo monstruoso, sus crímenes sin fin han sembrado un odio intenso entre los pueblos más reprimidos. Cuando toda tu familia muerte ante tus ojos, es difícil manejar el odio. Los pueblos construyen sus frentes de resistencia y se dan la mano para luchar juntos; pero siempre hay sectores, minoritarios pero importantes, con demasiado dolor para pensar, que no tienen la paciencia revolucionaria para organizar y caminar junto al dolor de todo el pueblo. Estos sectores son reclutados por los servicios de inteligencia del imperialismo bajo tercera bandera, por organismos supuestamente patrióticos pero que son fachada del imperio, y que agudizan el odio que ya existe a niveles de total irracionalidad. El odio incontrolado, pero sabiamente manipulado, divide la lucha que el terrorista cree acelerar. Ante el terrorista envenenado por la manipulación, la lucha de su propio pueblo es demasiado lenta, y “seguramente” dirigida por “traidores”. En la otra punta, los que claudican de verdad, los que se acomodan, refuerzan la convicción del terrorista alienado de que “todos demás son traidores”, y tan enemigos como los causantes originarios de su dolor, causantes originarios que terminan desdibujándose. El imperialismo se frota las manos; ha logrado la división y ha devaluado ante la opinión pública la lucha de liberación. En determinada etapa, el terrorismo equipado por el imperio empieza a funcionar con lógica propia y hace atentados en ciudades de Occidente contra gente inocente. “Que sus niños sufran lo que sufre nuestro pueblo” es el estúpido argumento de esta gente enloquecida, manipulada, entrenada y armada. Los verdaderos amos del poder sacan tajada también de estos atentados criminales. Con lágrimas de cocodrilo, consiguen financiamiento para el aparato represivo y justifican medidas antidemocráticas del Estado en nombre de la seguridad de sus ciudadanos. El complejo militar industrial, de rostro compungido, sigue su fiesta.