Columna: Gloria al bravo pueblo que el yugo rompió

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Así empieza el Himno de Venezuela. Contra la revolución bolivariana el imperialismo probó todo. Desabastecimiento, hambre, quema de hospitales y escuelas, hordas drogadas intencionalmente y equipadas con armamento, costosas máscaras antigases y escudos. Impulsó una cadena infinita de sabotajes, asesinatos y amenazas. Los policías bolivarianos ofrendaron gran parte de los muertos y mutilados de los que no se habla. En el exterior, los gobiernos vendidos y la prensa internacional sumisa al dólar crearon el clima previo a una intervención extranjera que sigue como amenaza latente. En muchas parroquias de diversos estados, cada militante bolivariano fue amenazado con la muerte de su familia si mantenía su posición. Los muchachos drogados con productos nuevos, que se volvían agresores violentos por media hora y luego eran fulminados por el efecto de lo que habían consumido, fueron rescatados en hospitales públicos y confesaron que debían hacer el plano con las viviendas de los ?chavistas? para ?neutralizarlos? cuando se produjera la invasión. Chávez había sembrado milicias obreras, campesinas y estudiantiles. En estos días trascendentes, fueron fuerza disuasiva de paz, con el coraje de actuar desarmadas pero organizadas, porque la Constituyente debía ser paz en el seno del pueblo y no confrontación. La Constituyente está inspirada en una forma infinitamente superior de democracia popular. Es un salto en calidad que fortalece y desarrolla el espíritu de lo ya constituido, permite superar la farsa de las elecciones a base de financiamientos capitalistas. Vale la pena leerla y estudiarla y así lo haremos, siguiendo entusiastas los pasos que en ella se den. Haciendo rodeos para evitar las guarimbas, evitando las avenidas bloqueadas, venciendo el lógico miedo a la venganza, la gente salió a votar. Amanece.