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Los compañeros en nuestra memoria

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 25 jul 2017
  • 8 Min. de lectura

QUIÑONES, Modesto. Muerte: 25 de julio de 1977- Argentina Nació en el barrio Cerro de Mercedes, Capital del departamento de Soriano, el 15 de diciembre de 1943. Fue jugador de fútbol del club Rampla, de profesión albañil y en la década del 70 emigró a la Argentina. Fue detenido y desaparecido el 24 de junio de 1977, en el trayecto de la localidad de San Justo a Moreno – Provincia de B.A., desconociéndose las circunstancias particulares del hecho. Su familia intuyó que algo le había ocurrido a Modesto y fue su hermano Juan Carlos Pérez Quiñones quien comenzó a buscar información recopilando datos, indicios, fechas con los que intentar abrir puertas que le permitieran conocer el destino de Modesto. Tras 30 años de búsqueda inclaudicable Juan Carlos presenta la denuncia ante el Equipo Argentino de Antropología Forense de la Argentina (EAAF) en el año 2007. La EAAF solicitó a la Secretaría de Seguimiento la colaboración para ubicar huellas dactilares y datos personales del desaparecido. A través de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal se realizó la búsqueda, conjuntamente con la Secretaría de Seguimiento de la Comisión para la Paz. El resultado fue el hallazgo de los restos de Modesto Quiñones en el Cementerio Municipal Gral. Villegas, Partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires, en la jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército. Tras la identificación se notificó a Juan Carlos Pérez y a la Secretaría de Seguimiento en la Cámara Federal, el 3 de setiembre de 2008, lo cual permitió iniciar los trámites de repatriación. De los datos obtenidos surge que su fallecimiento ocurrió el 25 de julio de 1977 en San Justo, Partido de La Matanza. Provincia de B.A. Hecho ocurrido en San Justo, caratulado “N.N. s/muerte dudosa”. El 20 de octubre de 2008 los restos de Modesto Quiñones, acompañados de una importante cantidad de personas entre los que se encontraban familiares, allegados, militantes sociales, etc., ingresaron al Cementerio de Mercedes donde quedaron en reposo en el urnario 1066, cerrando así un capítulo de incertidumbre que se prolongó por más de 30 años. Seguramente con el dolor de una confirmación nunca deseada pero con la certeza de lo ocurrido, dos de las cuatro preguntas están respondidas: dónde y cuándo. Restan dos: quiénes y por qué.

Entrevista a Pérez Quiñones

¿En qué año ingresó como soldado al Batallón de Infantería N° 5 de Mercedes?

-A principios de 1972. La peor época del 72 y 73. Me fui alrededor de octubre o noviembre de 1973.

¿Qué vio? ¿Qué era lo que estaba pasando allí?

- Los primeros días estaba tranquilo. Estaban los detenidos, estaba el Dr. Martínez Platero y 7 u 8 en un rincón. Pero de un día para el otro cambió. Nos llevaron al Casino de tropa y nos informaron lo que iba a pasar. Que se había declarado la guerra a los terroristas, y que teníamos que tener cuidado en la calle y con la familia.

¿Quién le informó eso?

-El capitán (Darío) León.

Rocha, uno que era cabo, preguntó que si nos iban a dar armas para andar en la calle, y el capitán León le dijo que no, que la única arma que íbamos a llevar era la bayoneta, nada más.

¿Qué hacía usted en esa época?

-Trabajaba de albañil. Había que hacer mucha cosa, y también contrataron a mi padre. Él dijo que necesitaba peones para hacer los trabajos y yo le dije al comandante Alberto Laborde por qué no ponían a trabajar a los tupamaros que estaban ahí, comiendo y durmiendo. Yo dije eso para sacarlos y que hicieran un poco de gimnasia. El comandante Laborde aceptó. El primero que trabajó conmigo era un muchacho de Carmelo que le alquilaba la casa al Dr. Martínez Platero. Este hombre trabajaba en el telégrafo, tenía una nenita recién nacida cuando cayó el Dr. Martínez Platero a él también lo llevaron.

¿Qué edades tenían los que estaban detenidos en el Cuartel N° 5? ¿Eran todos mayores de edad?

-No. El Niyo Lapalma no sé si tenía 15 o 16 años. Iba al liceo. Él estuvo como 5 o 6 años y lo llevaron al Penal de Libertad.

Cuando le dijeron que la cosa cambiaba y que comenzaba la guerra, ¿se formó algún grupo especial para salir a detener personas?

-Claro, los mentalizaban para eso. A mí me eligieron porque pegaba muy bien. A 50 metros pegaba con los ojos cerrados y en preparación física estaba bien, pero les dije que no, que yo era albañil, y ahí me fui aguantando.

Por lo general se dice que en el Cuartel de Mercedes no hubo tortura, o hubo muy poca gente que fue torturada.

-La principal tortura era mental, porque el hecho de llevarte y tenerte dos o tres días encapuchado era la manera de ablandar a la persona. Los llevaban a la cancha de frontón que daba a la calle Artigas, lo ponían con la nariz contra la pared, con las piernas abiertas y las manos atrás; y días enteros así. ¿Eso no es tortura? A la noche los llevaban a la carpa grande y los sentaban con la capucha en la cabeza y las manos atrás y las piernas abiertas. ¿Eso no es tortura? ¿Cuántas horas puede estar así una persona? Sin comer, con sed...

Porque el plantón era el desgaste previo a la tortura.

-Claro. Como se hizo en todos lados.

¿Qué era la carpa grande?

-Una carpa que estaba en el patio y ahí los metían. Después en los talleres mecánicos se hicieron las divisiones, parecitas con block, que las hicimos nosotros, donde entraba una persona apenas; y ahí metían a la gente. El submarino estaba en el pasillo, en el pasaje de la plaza de armas del frente a la de atrás. Había un pasillito con una piecita chiquita, y también estaba el caballete.

¿Y había soldados que estaban para determinada tortura o todos lo hacían?

-El grupo del S2 todos lo hacían. Unos de buchones: iban a la esquina y se pasaban 20 horas mirando quién entraba a las casas.

Me acuerdo que había dos chicas que eran hermanas, que no sé si tendrían 18 años. Estaban en el calabozo y permanentemente 4 o 5 milicos que las violaban. Me decían "che loco Pérez, ¿qué estas mirando, no querés pasar vos también?". Yo me agachaba, me daba vuelta y me iba.

¿Quién era el médico que certificaba?

-El Dr. Simeone, y había un enfermero que se mataba de risa; uno negrito que era masajista y enfermero de Asencio (el Club de Fútbol de los militares).

¿Era el único médico?

-Claro. Me acuerdo que después del enfrenteamiento de El Espinillo cayeron una cantidad, y un muchacho que era de Colonia que cantaba folclore cayó con un balazo en la tibia, y ahí lo tiraron. Los pasaban de la plaza de armas de atrás directo al S2, a hacer cola (para la tortura). Cuando pasaban por el pasillo hacían cola para pegarle, caía uno y otro lo levantaba.

¿Cuál es la historia del túnel?

-Bajaban los escalones (seis según algunos presos de la época), ponían la radio arriba y podías gritar todo lo que quisieras que nadie te iba a escuchar; y ahí no sé qué le hacían. Pasaba de todo, creo que hasta los torturaban a trompada limpia.

¿Qué cantidad de detenidos llegó a haber?

-No sé, pero todos los días llegaban 3 o 4.

¿Ud. cree que por la tortura ahí murió alguien?

-Eso no lo sé. Pero hubo muchos soldados que se portaron bien. Si no ayudaban, por lo menos tampoco castigaban. Por lo menos permitían que cuando los detenidos iban al baño estuvieran un minuto más sentados; eso ya era mucho.

¿Ahora Ud. habla de los militares, pero había civiles que iban al cuartel para ayudar a reprimir o a pasar información?

-Claro. Uno de los que colaboraba era intendente en esa época (Arq. Francisco Russo 1972-76), que entraba como si fuera el dueño de ahí. En el 72, 73 cuando vinieron los de la Comisión Interamericana de los militares, vinieron todos, incluso hasta Galtieri. Porque nosotros, enfrente, donde estaba la caballería habíamos hecho una tatucera grande, como de 2,50 metros, entonces ellos, los capitanes y generales tenían que buscar dónde estaba, pisar y ver cómo estaba hecha, y con eso demostraban cómo los tupamaros armaban las tatuceras. Esas eran las obras de arte que les mostraban.

¿En el Cuartel de Mercedes estuvieron militares argentinos?

-Sí, de todos lados. Todos eran capitanes y oficiales de alto rango.

Después de 22 meses pidió la baja y se fue. ¿Tuvo alguna presión para que no se fuera? Porque usted sabía mucho.

-Claro. Aparte yo no tenía ningún arresto, y nunca había habido un soldado que se fuera del Batallón sin un arresto. El comandante le dijo a mi padre: "A tu hijo le vamos a dar la baja pero que se vaya a Argentina o a Brasil".

A todo esto. Su hermano había jugado al fútbol en Rampla de Mercedes y era albañil ¿Por qué se fue a Argentina?

-Porque él estaba en el Sunca, y cada vez que había manifestaciones era de los primeros que salía. El era de Zelmar Michelini y siempre estaba ahí, y lo habían detenido como 3 o 4 veces.

¿Fue a Buenos Aires?

-A mi casa en San Justo.

¿Siguió trabajando de albañil?

-Sí. Yo estaba trabajando en la provincia, en Mercedes. El domingo como estaba aburrido salió. Mi señora estaba pesadísima y él le dice "cuidate". Tenía un bolso con el termo y el mate y la ropa. Yo le debía plata de lo que había trabajado conmigo, y cuando se fue para Mercedes llevaba de plata argentina de ahora $ 10, nada más que para llegar. Salió con una campera de nylon gris, una camisa a cuadros, vaquero y zapatillas. Yo llegué a las 8 de la mañana (del lunes) a la obra y me empezaron a preguntar por Coquito. Los otros muchachos me dijeron que no había venido...

¿Cuántos años tenía?

- Tenía 34 años. Esperé al martes y no apareció. El miércoles mi señora fue a la comisaría y le dijeron que no sabían, que cualquier cosa la notificaban.

¿Cuándo recibió la información de que estaba detenido?

-Nunca. La fueron a buscar a mi señora alrededor del 28 de setiembre de 1977. Golpearon y preguntaron por la persona que había ido a la comisaría a hacer la denuncia por la desaparición del uruguayo Quiñones. Le dijeron lo mismo de siempre: que habían hecho una razzia y lo habían llevado a la comisaría de Moreno, y que el comisario mandaba decir que se presentara que la iban a notificar. Justo estaba enfrente doña Leoncia, y le dijo que no fuera.

¿Quién era doña Leoncia?

-La mamá de María Teresa Brun Gil, que había desaparecido el 21 de enero de 1977, y mi señora y yo firmamos pidiendo la aparición con vida de ella.

En ese momento estaba mi hermana pero ella tampoco fue. A mí no me dijeron nada. Me lo dijeron recién dos años después, cuando mi padre estaba muy enfermo.

¿Durante dos años ni su señora ni su hermana le dijeron que habían recibido la notificación de la Policía?

-Claro. Nunca supe nada.

¿Y por amistades de su hermano nunca tuvo ninguna noticia?

-Nunca de nadie.

¿Usted nunca se vinculó con gente que estaba en el exilio para tratar de encontrar a su hermano?

-Con todos, pero no tenía ni fotos siquiera de mi hermano. Yo militaba en el Frente Amplio, y nadie me ayudó a buscarlo. Me escuchaban, y nada más. Ni los que se llamaban frenteamplistas de acá de Mercedes tampoco. Nadie me dijo siquiera que existía la Comisión de uruguayos desaparecidos en Argentina.

¿Cómo logra dar con el cuerpo de su hermano?

-Cuando murió mi mamá, me presenté en la Conadep, porque nunca me habían recibido la querella porque mi hermano tenía el apellido Quiñones y como mi madre estaba viva tenía que ser un familiar directo.

No me creían incluso que yo fuera su hermano.

Entonces me dijeron que hablara con Daniel Bustamante (del Equipo Argentino de Antropología Forense). Le expliqué el caso y me creyó enseguida. Iba todos los meses hasta que en el mes de junio encontró un expediente de un cadáver encontrado en San Justo. Encontró los restos en el cementerio de Villegas, ahí mismo en San Justo, y se cotejó con el ADN mío. Un laboratorio de Córdoba corroboró que son y ahora se mandó a un laboratorio extranjero para que nos confirmen.

¿Dónde se presume que pudo haber estado detenido?

-En la brigada de San Justo. Lo peor que el comisario Ramírez, el torturador más grande, vive casa de por medio de donde yo vivo actualmente; 30 años después me vengo a enterar que era él.


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