Miseria y miserables con la comida escolar
- Prof. Andrés Freire
- 22 jul 2020
- 3 Min. de lectura

Foto: Presidencia
No creo sinceramente que ni el gobierno anterior ni el presente esté integrado por personas que disfruten del dolor y el sufrimiento ajeno, no por lo menos en su inmensa mayoría; simplemente cada uno de nosotros tiene maneras distintas de pensar y de sentir con respecto a muchos temas, pero eso no te hace necesariamente ser una persona maligna como para robarse el dinero destinado a la alimentación infantil o determinar que se recorte la misma.
Aquí lo que hay es un problema estructural y un problema conceptual: en primer lugar, nadie debería depender de la comida en el comedor de la escuela o el liceo para no pasar hambre; y en segundo lugar, siendo la escuela pública un lugar fundamental de integración social, todos los niños deberían por ese fin y no por otro compartir la mesa. Para dicha financiación además está el impuesto de primaria, con la salvedad que nos despierta el hecho de que el mismo ha sido declarado inconstitucional más de una vez por la Suprema Corte de Justicia.
Que hoy como ayer, en un hecho agravado por la pandemia en curso y sus consecuencias económicas, existan niños que dependan de comer en la escuela para sobrevivir es demostración del fracaso estructural del modelo económico y social que en lo sustancial comparten progresistas y multicolores. Esto es algo muy grave que debemos recordar una y otra vez.
A su vez es cierto que hay limitaciones sanitarias a la provisión de alimentos por la situación sanitaria; los cantineros por ejemplo de los liceos no pueden elaborar alimentos en las cantinas, lo que limita por ejemplo el acceso a la comida de los alumnos becarios de la misma. Pero esto no es recorte, ni maldad pura del CODICEN o de los cantineros, es la realidad de emergencia que estamos viviendo.
Por otra parte, surgen dudas respecto a eventuales sobrecostos en la alimentación escolar; los mismos existirán o no, en lo personal nosotros compartimos que se investigue si hubo o no irregularidades, y que se estudie siempre la mejor manera de invertir los recursos.
Ahora sin embargo, sigamos adelante: Si sostenemos que el comedor tiene una función de integración social, el modelo de bandejitas tercerizadas no es el que se presta a este además de ser más caro -ojo, hablamos de una situación sin pandemia.
Aquí lo que corresponde entonces es plantear que el modelo ideal es una cocinera en cada escuela que cocine la comida de acuerdo a las indicaciones y el menú elaborado por un nutricionista, teniendo la dotación económica acorde. Esto acompañado entonces de una partida económica que se debe cubrir en tiempo y forma y que sea suficiente para cumplir con tal fin.
Pero este modelo choca necesariamente con el individualismo neoliberal; comer todos juntos en un comedor, compartiendo la misma comida, pagada por el Estado, es una experiencia que se asemeja demasiado a cierta forma de experiencia socialista.
Pensemos un poco más la cuestión: ¿Cuál es el modelo de alimentación escolar al que aspiramos y por qué? ¿Qué recursos precisamos? ¿Por qué hacemos una opción y no la otra?
En la lucha permanente entre los bloques progresista y multicolor, ahora por la construcción de la hegemonía cultural, lo que vulgarmente podemos traducir en la batalla por el relato, como en lo sustancial están todos de acuerdo, todos comparten el proyecto neocolonial de UPM, todos votaron media LUC, el conflicto pasa por los costados, ayer el boleto estudiantil, hoy la alimentación escolar, mañana quién sabe, y en el medio… bueno, los más vulnerables.
Nosotros que no estamos ni con unos ni con otros, afirmamos que repudiamos cualquier eventual recorte en la alimentación escolar. A su vez, apoyamos toda investigación u auditoria que conduzca a una mejor administración de los fondos. Y proponemos para cuando se salga de la Pandemia, un modelo consciente en cocinero, nutricionista y menú acorde con recursos suficientes para una dieta balanceada, y que coman todos los niños de la escuela sin distinción.
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