No se trata de telenovelas sino de dar respuestas a nuestro pueblo: En una campaña cada vez más “tin
- La Juventud Diario
- 24 ago 2019
- 7 Min. de lectura

Gustavo López, candidato a la vicepresidencia de Unidad Popular, aborda en la siguiente exposición los principales aspectos la realidad nacional desde el punto de vista de los trabajadores y los sectores populares, y por dónde pasan las soluciones desde la perspectiva de la izquierda.
“Nueve semanas nos separan del acto eleccionario, de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que tendrá lugar el último domingo de octubre. Nueve semanas de intenso trabajo, nueve semanas en donde se impone la necesidad de aumentar los niveles de acción, de intensificar el despliegue propagandístico, de coordinar esfuerzos en todo el país para colocar la perspectiva de la Unidad Popular, la voz de la izquierda en el centro del debate político. En este marco de intensificación de la acción política de la Unidad Popular, el Coordinador Nacional el lunes pasado dispuso una agenda que nos va a llevar al compañero Gonzalo Abella y a quien les escribe a recorrer una vez más el país, a llegar a cada capital departamental y otras localidades con el propósito de colocar -como decíamos- en el centro del debate político las ideas de la izquierda y el análisis en relación a lo que nosotros consideramos son los principales aspectos de la realidad política nacional. En una campaña que advertimos como desprovista de debate programático, una campaña -si me permiten- que se encuentra cada vez más Tinellizada. Los medios de comunicación un día sí y otro también difunden noticias entorno al diferendo entre Daniel Martínez y un cantante de cumbia apodado el Gucci, otro día entorno a desavenencias menores entre algunos de los candidatos de los partidos de la derecha tradicional. Y difícilmente se encuentran en los grandes medios de comunicación referencias por ejemplo a la situación de los trabajadores del cuero, que luchan hoy para conservar hoy su empleo. Difícilmente se encuentra referencias concretas respecto a las penurias cotidianas de los 60 mil trabajadores de la industria manufacturera, de esos 60 mil trabajadores calificados que han perdido su empleo en los últimos cinco años. Difícilmente se encuentren en la prensa radial, televisiva o escrita información como la que difundió por ejemplo el diario La Juventud referida a la situación de los trabajadores de agroindustria, los trabajadores rurales, en donde en la ausencia de patronales que se presentaran a los Consejos de Salarios el gobierno decretó un aumento del 6,8%; un aumento miserable que en términos concretos supone que un peón común de campo gana 20 mil pesos al mes, en condiciones de trabajo que no nos contaron, lo hemos visto en el norte del país, en condiciones de trabajo propias del siglo XIX. Los medios de comunicación amplifican frente a la opinión pública, le dan estatus de verdad a un conjunto de elementos secundarios y ocultan de modo intencional los aspectos centrales del la vida del país. Decíamos que en Uruguay estos 60 mil trabajadores que han perdido sus empleos, su sustento, el modo de ganarse dignamente su pan, en el mejor de los casos hoy aquellos que no son ya desempleados estructurales productos de su edad, producto de la ausencia aún con cualquier política de reconversión, los que consiguen algún tipo de empleo luego del cierre de sus fábricas, consiguen empleo de peor calidad, peor salario, peores condiciones de trabajo. Un trabajador industrial termina reciclado -por decirlo de alguna manera- en guardia de seguridad, sereno o empleado de limpieza. Esto tiene que ver con el tipo de trabajo, con la calidad del trabajo que se ha generado en los últimos años en el país. Y la calidad del trabajo es el resultado directo de la aplicación de un modelo económico sostenido a rajatabla, pie juntilla por el ministro Astori y su equipo económico. Modelo económico a partir del cual aquel país productivo que impulsaba el Frente Amplio como alternativa al llamado neoliberalismo, se terminó transformando radicalmente cuando esta fuerza política llegó al gobierno, a su primer gobierno en el año 2005. La potencial alternativa de cambio, de transformación que suponía la izquierda, terminó por la vía de los hechos convertida en profundidad, en profundización y continuidad del modelo económico que se venía aplicando desde hacía muchísimas décadas, con un énfasis aún mayor diría yo en la inversión extranjera directa, que para el gobierno es el único motor de desarrollo. La concepción que lleva adelante el equipo económico, que en los hechos es asumida por el conjunto del gobierno, es algo así como que los gobiernos anteriores fracasaron en la implementación del modelo pero no en el modelo en sí mismo; el modelo es exactamente el mismo que defienden hoy, que aplican hoy, cuando ocupan los resortes del Estado. Contrariamente a lo que eran los discursos de la otrora izquierda, hoy las ventajas que el gobierno otorga al capital foráneo no han hecho otra cosa que permitir un proceso de extranjerización de los principales recursos del país, que por la vía de los hechos está predominando el modelo del capital transnacional bajo formas nuevas, bajo un travestido discurso progresista. Como contrapartida lo que se está perdiendo es el control nacional del proceso productivo. Esto cuestiona decisiones estratégicas del punto de vista del desarrollo nacional sobre bases autónomas; es decir, aborta, limita, hace imposible el desarrollo nacional sobre bases autónomas y de soberanía, cuando el control del proceso productivo está en manos de la inversión extranjera directa y del capital transnacional. Esto tiene naturalmente una afectación directa sobre el empleo, sobre las condiciones materiales de existencia de las clases trabajadoras, sobre el modo de ser y de vivir de los que viven de su trabajo en este país. Yo diría que dentro de la lógica del pensamiento que domina la fuerza que hoy gobierna, hay un argumento que plantean como central, como estructurante de su política, y es el planteo que dicen que este país no tiene hoy un capital suficiente como para llevar adelante una política de desarrollo propio. Nosotros queremos controvertir este argumento. Podríamos analizar por ejemplo lo que hace el BROU con su tenencia de activos líquidos con su dinero cuando lo deposita en Nueva York, o lo varios millones de dólares de activos sin contrapartida que tiene hoy el Banco Central en forma de títulos de deuda y otras emisiones. Podríamos pensar en la administración de los ahorros previsionales, las AFAP, qué pasa con el dinero de las AFAP y en qué podría eventualmente ser utilizado en el marco de un proceso de desarrollo autónomo, nacional, con base en la industrialización. Con estos recursos, con lo de las AFAP, con lo del BROU, con el desarrollo productivo que el Estado podría impulsar, naturalmente que estaríamos en condiciones de salir un poco de este casino internacional financiero al que nos quiere llevar la política económica y colocar la brújula en dirección a una política que resuelva los problemas concretos de nuestra gente. Es cierto que Uruguay no es Haití ni Eritrea; ahora, también es cierto que en Uruguay los niveles de concentración de la riqueza y de exclusión social empiezan a generar problemas hasta para resolver los aspectos de la alimentación de ciertos sectores. En Uruguay persiste un núcleo duro de pobreza sobre todo instalado en la infancia; sobre un total de 840 mil niños, niñas y adolescentes entre 0 y 17 años, 137 mil de ellos viven por debajo de la línea de pobreza. En el Uruguay de hoy en el Siglo XXI y después de 14 años del gobierno del Frente Amplio la mitad de los niños que nacen en el Uruguay todavía lo hacen en hogares por debajo de la línea de pobreza. El Uruguay de hoy no puede pensarse aislado del mundo; se nos dice -y ciertamente- que vivimos en un mundo crecientemente integrado. Ahora, el Uruguay de hoy no puede integrarse al mundo desde la perspectiva de la subordinación a los intereses del capital, sino desde la perspectiva de la defensa de la base principal de su riqueza: la tierra, el agua, la actividad agropecuaria, la actividad industrial, que otorgue una cadena de producción y de valor agregado a nuestras materias primas. Por este camino vamos a terminar por confirmar aquella sentencia de Marx cuando decía que el capitalismo es el único sistema capaz de destruir la base de toda riqueza, la base de su propia riqueza, es decir la naturaleza. Estamos avanzando en destrucción acelerada del medio ambiente en favor de este modelo extractivista, primarizador, saqueador. Estamos asistiendo a un avance sobre los derechos laborales, lo venimos denunciando casi que diariamente. Estamos avanzando en una dirección de pérdida de poder de compra del salario; 13 grupos de actividad en los últimos Consejos de Salarios firmaron convenios por debajo de la inflación. Estamos avanzando en un fuerte proceso de precarización de las relaciones laborales; 8.500 jóvenes de este país andan todas las noches por las calles con una mochila térmica arriba de la moto o bicicleta corriendo de un lado a otro, trabajando a destajo, una noche sí y otra también una buena parte de ellos terminan politraumatizados en accidentes de tránsito, etc., producto de las condiciones que se les impone para el trabajo. Los trabajadores rurales, aquellos que el Frente Amplio se golpeaba el pecho diciendo que había avanzando un siglo con la ley de ocho horas y que después nadie cumple por la vía de los hechos, hoy se sorprenden con el regalito del gobierno que para no enfrentar patronales -por ejemplo las arroceras que en otro período han tenido ganancias extraordinarias- le dispensan un aumentito mísero que apenas daría si dividimos el aumento otorgado por los 25 jornales que por ejemplo un peón realiza por mes, no daría más que para algunos paquetes de arroz. De modo que este es el centro de nuestra campaña. No tendría sentido una campaña para la izquierda para nuestro país si no para hablar del trabajo, los trabajadores, el salario y las condiciones de empleo, la soberanía nacional, los recursos naturales, el medio ambiente, la tierra, la salud, la educación y la vivienda. Otros que discutan la relación entre el mundo de la cumbia y la política; otros que discutan en torno a los necesarios equilibrios macroeconómicos y el déficit fiscal, porque si no lo controlamos entonces resulta que las empresas calificadoras de riesgo nos bajan la nota y por tanto no podremos conseguir dinero prestado a intereses razonables, y entonces nos subirían la tasa de interés. Nosotros queremos seguir discutiendo el problema de la industria, el problema del trabajo, el problema de las materias primas convertidas en mercancías de alta calidad. En definitiva, el camino por los que transitaron aquellos países que lograron salir del atraso, de la dependencia y ofrecer vida digna a su gente. Estamos seguros que Uruguay lo puede hacer, estamos seguros que lo puede hacer a condición de volver a abrazar la perspectiva transformadora que supo representar la izquierda desde su propio nacimiento”.
Comments