Rumbo a un trasplante
- Aníbal Terán Castromán
- 8 jun 2019
- 3 Min. de lectura
El 7 de setiembre de 2018, un médico del hospital de Treinta y Tres dispuso el pase de la paciente Susana Silva al Banco de Seguros del Estado para su valoración, ya que de acuerdo a su diagnóstico primario, estaría afectada por el contacto continuado con glifosato en una arrocera. El texto del informe con el que se le dio intervención al servicio médico del BSE, dice lo siguiente:
“Lipotimia, exposición crónica a agrotóxicos desde hace cinco años trabajando en arrocera en contacto con glifosato desde el inicio. Lipotimia, mareos y episodios de hipotensión. Derivo para valoración y confirmar de ser el caso de tratarse de enfermedad ocupacional. Planteo clínico primario: exposición crónica a agrotóxicos. Diagnóstico al finalizar la atención: exposición crónica a agrotóxicos. Pase a BSE.”
La paciente ha deambulado desde entonces por varios consultorios y se ha sometido a numerosos estudios que han concluido en valorar la posibilidad de un trasplante de hígado. El 4 de junio de 2019, la Unidad de Toxicología Ambiental del Hospital de Clínicas de Montevideo le envió una nota al BPS expresando que la paciente “continúa en evaluación por la posible vinculación de su patología hepática y la exposición laboral a plaguicidas”, agregando: “Hasta el momento no ha sido aclarada la etiología de su alteración hepática, por lo que sugerimos mantenerla alejada de su puesto de trabajo.” El 6 de junio la Clínica de Gastroenterología del mismo hospital le informó al BPS que la paciente “se encuentra en valoración para ingreso a la lista de trasplante hepático.”
El trabajo de Susana en Arrozal 33 consistía en el cuidado del césped y jardines en el entorno de las oficinas centrales de la empresa ubicada en campos de la tercera sección del departamento de Treinta y Tres. Para mantener las sendas de acceso a estas instalaciones libres de pasto, su tarea incluía el frecuente uso de una “mochila “cargada con glifosato para regar este veneno que es conocido comúnmente como “mata yuyos”. ¿Podría ser la enfermedad que padece consecuencia de su trabajo? Hay algunos indicios:
Una investigación del Espacio Interdisciplinario de la UDELAR incluyó las “enfermedades sensoriales” del tipo que provocan lipotimia, en la lista de afecciones que llaman la atención en la población de las localidades cercanas a las arroceras, con especial mención a la incidencia del glifosato como probable agente desencadenante. (“Los trabajadores arroceros de la cuenca de la laguna Merín, análisis der su situación de salud”, 2013)
Hace unos meses se conoció una resolución de la Institución Nacional de Derechos Humanos con la firma de sus cinco directores, que es fruto de una investigación en las arroceras del este del país, que afirma algo muy grave: “Los trabajadores no tienen capacitación suficiente para el manejo adecuado de plaguicidas y conocimiento de todos los riesgos a los que se ven enfrentados.” (Caso Julio de los Santos, 31/07/2018)
En la “Jornada de buenas prácticas agrícolas”, que se hizo hace pocos días, Amalia Laborde, directora del Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT) y del Departamento de Toxicología de la Universidad de la República (Udelar), dijo entre otras cosas: “Sabemos que los plaguicidas están contribuyendo al desarrollo de enfermedades prevalentes, comunes. Hay alguna evidencia epidemiológica de que algunos plaguicidas, no sabemos exactamente cuáles, están contribuyendo al desarrollo de diabetes, de Parkinson, de enfermedades respiratorias, alergias, asma, cáncer, enfermedades que son multicausales en las que los plaguicidas juegan un rol; lo que todavía no sabemos es exactamente en qué escenario, cuál es la situación de riesgo que lleva a estas enfermedades, porque sabemos poco de la exposición, porque para poder hacer relación causal hay que medir, identificar, y eso es una carencia que no sólo existe en nuestro país, sino que existe también en la región y en el mundo”.
Han pasado nueve meses desde que un médico de Treinta y Tres manejó la hipótesis de que los problemas de salud de Susana se deberían a su contacto con glifosato, y aún no hay elementos para descartar o confirmar ese diagnóstico primario. Su salud desde entonces se ha deteriorado notoriamente y ahora empieza a pensar en la posibilidad de ingresar a la lista de espera para someterse a un trasplante de hígado, con todos los riesgos que ello implica para una persona de 41 años, con dos hijas a su cargo, que era completamente sana antes de empezar a trabajar en la arrocera.
Su caso constituye un nuevo llamado de atención en torno al tema de los químicos de uso agrícola en nuestro país, cuya utilización sigue aumentando a pesar de que el principio de precaución hace aconsejable dejar de emplearlos hasta que se tenga certeza de que no atentan contra la salud de los trabajadores y la población en general.
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