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Columna ¡¡¡Dracarys!!!

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 25 may 2019
  • 3 Min. de lectura

“¡Inmaculados! Maten a los amos, maten a los soldados, maten a todo hombre que sostenga un látigo, pero no hagan daño a los niños. ¡Corten las cadenas de cada esclavo que vean!”. (Temporada 3 / Capítulo 4) “No soy su enemigo. Su enemigo está al lado de ustedes. Su enemigo roba y asesina a sus hijos. Su enemigo no tiene nada para ustedes excepto cadenas, sufrimiento y órdenes. Yo no les he traído órdenes. Les traigo una opción. Y traje a sus enemigos lo que se merecen”. (Temporada 4 / Capítulo 3)

Escribe: Prof. Andrés Freire

Terminó “Game of Thrones”, de la única forma que podía terminar una serie producida por una multinacional norteamericana, con la única mujer empoderada, revolucionaria, que proponía un cambio de base en la estructura socioeconómica, asesinada a traición, por su “locura”, con una severa advertencia de los guionistas: las revoluciones son malas, y engendran cosas peores a los que quieren evitar, mejor librarse de los tiranos sí como Cercei, pero volviendo al orden tradicional. A veces alguna película comunista se filma incluso en las entrañas de Hollywood, pero este no es el caso; aquí quien se perfilaba como una heroína, actuando además acompañada en su alto mando por un ex esclavo negro, una ex esclava negra, un enano, un eunuco, y un caballero exiliado, es decir todos los excluidos, los siempre postergados, Daenerys Stormborn (nacida de la tormenta), la que no arde, rompedora de cadenas, madre de dragones, Khaleesi de los Dothraki, Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señora de los Siete Reinos y protectora del Reino, khaleesi del Gran Mar de Hierba, princesa de rocadragón, reina de Meereen, debía morir, no podía triunfar; su triunfo sería el triunfo de los esclavos, de las mujeres, de los “salvajes”, de los que nunca son invitados a la mesa grande del pastel. Por eso los libretistas lo deciden así, porque no es políticamente correcto, sería un final subversivo, demasiado, la hora del show debe terminar; volvamos a la realidad. Para eso es necesario un giro argumental, “se volvió loca”, “era buena pero la cegó el poder”. Locura es un argumento repetido y añejo contra los revolucionarios: de loco también fue tratado John Brown cuando con diecinueve valientes intentó terminar con la esclavitud asaltando un arsenal federal con el fin de armar a los esclavos. Locura que la lleva a cometer un genocidio, irracional, sin sentido, como si la guerra -la de verdad- no fuera así: ¿O qué piensan que hacen los bombardeos sobre una ciudad? ¿Pretenden que nos creamos el verso del ataque quirúrgico que sólo mata a “los malos”? Quien triunfa es entonces Sansa, la mujer que acepta someterse a las reglas del juego de los hombres, y la casa Stark, que se queda con todas las cartas, restaurando así un orden idílico, de explotación de los campesinos, y de sometimiento de las mujeres a la violencia patriarcal. El mensaje es miremos hacia el pasado, nunca hacia el futuro. Zizek lo analizó muy bien estos días, la serie se cierra con entonces dos moralejas: nada de revoluciones, menos aún de mujeres dirigiendo una de ellas. No pidámosle luz a quienes sólo tienen oscuridad en sus corazones. Mao escribió una vez: “Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra”. Los guionistas lo sabían, por eso no sólo ésta no puede triunfar sino que además se debe aleccionar contra la posibilidad de las mismas. He aquí la hegemonía dominante en su máxima expresión, en una serie que es política pura de principio a fin. Pasarán sin embargo los años y se seguirán viendo una y mil veces la liberación de Meereen, y el fin de los esclavistas, y sonará otra vez la orden en alto valyrio poniendo fin a un mundo podrido, cosas de la dialéctica y de la lucha de clases que se hacen presentes, aún en los lugares más recónditos e insólitos, como en una serie…


 
 
 

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