Columna Demagogia progresista y nuevas leyes
- La Juventud Diario
- 13 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Escribe: Prof. Andrés Freire
¿Le interesan los pobres, los trabajadores, los jubilados al progresismo gobernante? Esta pregunta sólo tiene una respuesta posible: no; independientemente de su género, o condición sexual, no. Así vemos como por ejemplo el Frente Amplio en su totalidad enuncia un discurso de sensibilidad frente al grave problema de la violencia de género, se votan leyes, se emiten discursos grandiosos, pero luego faltan los recursos para instrumentar las nuevas normas, y faltan respuestas concretas a problemas concretos. Es más, cuando un sindicato integrado en su gran mayoría por mujeres y de los peores pagos en relación a su nivel educativo entró en conflicto: ¿Cuál fue la respuesta del Estado? Sí, la esencialidad primero y luego el descuento todo junto de los días de paro, cosa de que escarmentaran. Y ni que hablar de cómo el señor Intendente de Montevideo y los varones poderosos de su gobierno y el PITCNT resolvieron el incidente en torno a un director municipal que no fue cesado, y la principal responsable de ADEOM. Hace ya un par de días se votó en Comisión en el Parlamento la llamada Ley Trans. La misma pretende entre otras cosas garantizar ciertos derechos a un colectivo duramente discriminado en nuestra sociedad, ofreciendo entre otras cosas pensiones reparatorias a un puñado de personas. Quiero dejar en claro que la norma en sí me parece correcta, el problema es que al mismo tiempo a los reclamos desesperados de una persona que necesita un remedio que sale 10.000 dólares por mes, se le responde con un “no hay plata”, hablamos de un costo anualizado de 120.000 dólares al año, la mitad o menos incluso de eventos organizados por el Estado. No se trata aquí de contraponer un acto de justicia a otro, o una necesidad acuciante a otra; se trata de dejar en claro cómo lo que debería ser parte de un plan integral de garantizarle una vida a todos los ciudadanos de este país por el sólo hecho de serlo, se transforma en un acto demagógico, destinado a parecer simpático y moderno entre ciertos sectores sociales, sin tener en cuenta además que lo que se está haciendo contribuye indirectamente a estimular la misma mentalidad y estructuras de pensamiento que se quieren combatir. Luego bajo el discurso reaccionario de “hay plata para (términos irreproducibles) y no hay para remedios caros”, de ahí nacerán luego los futuros votantes criollos de los Bolsonaros. La verdad es bien diferente: plata no sólo hay, sino que sobra; por algo se puede seguir subsidiando la cerveza, las carreras de caballos, creando gerencias, regalando tablets que se usan para jugar y las redes sociales, un tren sólo para beneficios de una empresa multinacional extranjera y todo tipo de beneficios y prebendas para “la clase de gente a la que no se le puede pedir tanta poesía”. Si habrá plata, que en el agujero negro de ANCAP se perdieron una cifra multimillonaria y hay solamente un procesado por peculado que incluso puede ser absuelto, y ningún responsable con sus bienes. Ayer escuchábamos en la televisión a una activista preocupada por la vejez de las personas trans. Es una preocupación legítima, el problema es que a nosotros nos preocupa la vejez de todos. ¿Qué pasa por ejemplo con una trabajadora administrativa de la UTU, toda una vida de trabajo para irse con 15.000 pesos? ¿Quién puede tener una vejez digna así? Y la lista es larga y sigue. Es hora de poner en primer lugar a las mayorías nacionales, a los trabajadores, a los hijos del pueblo, independientemente de cualquier otra consideración, y que la cuenta la pague la oligarquía y el capital extranjero. Basta de gestos demagógicos, queremos salario, vivienda, educación, y una vejez digna para todos, y en ese camino iremos resolviendo todas las otras contradicciones que tenemos que resolver.
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