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Artigas y la democracia popular

  • Gonzalo Abella*
  • 23 jun 2018
  • 14 Min. de lectura

Democracia significa que el “demos” (el pueblo) gobierna. El problema es qué entendemos por pueblo y cómo se entiende que debe expresarse su voluntad. En la Grecia clásica, los esclavos no eran parte del pueblo. En nuestro Estado todos votamos, pero no todos tenemos la misma plata para invertir en publicidad electoral y en otros rubros esenciales que van desde recorrer el país, hacer gestiones legales complejas e imprimir las listas.

Por otra parte, muchos liberales piensan (y pocos lo dicen) que es un error populista meter gente simple en el Legislativo; que las leyes son asunto de abogados, y que la democracia consiste en darle al pueblo el derecho a elegir ente los diferentes grupos de abogados que presentaran los diferentes partidos.

Por encima de los liberales inocentes, los tecnócratas más vinculados al Poder Mundial, tienen una idea aún peor: cuanto más simples y maleables sean los parlamentarios “de relleno”, más fácil es devaluar el Poder Legislativo y fortalecer el poder verdadero detrás del trono. Actúan desde las sombras, moviendo con plata las estructuras partidarias, para dejar sólo en la Cámara Alta dos o tres voceros que sean ideólogos calificados y locuaces del poder real, servidos por el coro de los que están allí porque quieren hacer carrera en la política. Además con parlamentarios desconocedores de los resortes del Poder, es más fácil crear súper ministerios como la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, institutos autónomos que quedan por fuera del control parlamentario, o derivar empresas del Estado a la órbita del derecho privado.

Ya en el siglo XIX, F. Engels advertía con ironía: nos dejan la libertad de elegir quién nos va a explotar los próximos cuatro años.

Los movimientos revolucionarios auténticamente populares intentaron cambiar este estado de cosas y acabar con la manipulación demagógica de las clases altas. Comprendían claramente que toda estructura formalmente democrática era preferible a una dictadura abierta, y partían de esta segunda opción; pero aspiraban a superarla, a construir sus propios mecanismos de expresión y de poder. En el África colonizada y esclavizada del siglo XX, a veces la revolución popular aspiraba a entronizar un Rey nativo, que devolviera a los consejos de ancianos el poder real. En toda lucha anticolonialista sin embargo, siempre aparecía el factor federal, no como oposición a la unidad política y territorial, no como renuncia a una planificación central, sino como salvaguarda de derechos locales.

El Congreso de la Liga Federal de los Pueblos Libres que tuvo lugar en Entre Ríos el 29 de junio de 1815 tuvo esta brújula auténticamente popular. “Que cada pueblo indio envíe su representante” escribió con ese motivo Artigas al Gobernador de Misiones; “usted procure que sea gente de algún entendimiento pero que cada uno obre según le parezca”.

El Congreso adoptó como modelo de gobierno, para las seis provincias por entonces federadas y participantes en el Congreso, las Instrucciones que en 1813 habían llevado los diputados orientales a la reunión interprovincial de Buenos Aires. El concepto de democracia desde abajo, con diputados destituibles en cada momento y en forma directa, que a su vez estaban mandatados para elegir el gobierno central y delegar en él sólo lo que su pueblo le autorizara, sintonizaba plenamente con una frase que Artigas había expresado en 1813, al volver de la dura pero luminosa experiencia colectiva del Éxodo: “mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana”. Los liberales gustan recordar la primera aseveración (hasta la “y”) para legitimar su autoridad pero olvidan que esa autoridad debería cesar ante la presencia soberana de sus electores.

Si uno lee las disposiciones legales, los textos jurídicos, y hasta las citas de doctrina que inspiran las decisiones en la época de la Liga Federal, se advertirán ciertas contradicciones formales. Estas contradicciones se deben en parte al vértigo de un proceso que va creando doctrina y jurisprudencia sobre la marcha, pero también se deben a la lucha de clases a veces sorda, a veces abierta, en el seno de la Liga.

Pero si se toma cierta distancia histórica se ve cómo se consolida la alianza de los desposeídos, las etnias discriminadas y los hacendados pequeños contra el colonialismo y la oligarquía independentista. Nadie debatió sobre partido único o pluri partidismo en el congreso de 1815. Se habló de temas mucho más trascendentes para los pueblos y para su poder soberano.

Para leer otras columnas de Gonzalo Abella ingrese aquí

* Maestro e historiador, integrante del Coordinador Nacional de Unidad Popular

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Ante la expansión de la violencia

A veces la violencia es el estallido organizado o espontáneo de un pueblo oprimido, y tiene objetivos sociales o políticos. Otras veces, como ocurre hoy entre nosotros, la violencia creciente es síntoma de una Sociedad enferma, y tiene causas estructurales cuyos responsables las intentan ocultar. El saqueo ambiental de las trasnacionales, combinada con la impunidad por arriba, en el marco de un capitalismo dependiente y sometido; el asistencialismo sin salida, el desempleo endémico entre mega proyecto y mega proyecto, el aturdimiento consumista, todo el panorama siembra desesperanza y descomposición social.

Un tiempo atrás debimos confrontar ideas sobre estos aspectos. Al igual que los otros partidos con representación parlamentaria, la UP-AP fue convocada por Presidencia para debatir sobre el aumento del delito y la inseguridad en el seno de nuestra sociedad. Concurrimos, pero al mismo tiempo, por nuestra cuenta, convocamos a talleres con representantes de todos los involucrados. Como primer producto de esos talleres, editamos un folleto que titulamos “Rompiendo Rejas”. Nuestro folleto adelanta respuestas en tres terrenos: diagnóstico de la situación, propuestas estratégicas (vinculadas a un Cambio Social profundo) y medidas de ejecución inmediata para la mitigación de los peores impactos del modelo.

En este tercer aspecto, en el de las medidas urgentes, se juega nuestra credibilidad ante un sector muy angustiado y confundido de la población. Desde luesdelego nuestras preopuyestas son inseparables de algunoa datosd ante unapoblciego nuestras propuestas son inseparables de algunos datos duros de la realidad: la población carcelaria adulta subió de 2.000 a 11.000 en 20 años;, el 80% de esa población es menor de 35 años; la reincidencia oscila entre 55 y 70%. Este último dato muestra por sí solo la ineficiencia de las cárceles de aquí como centros de rehabilitación. En realidad, presentan una realidad muy diversa, con algunas experiencias alentadoras, pero en términos generales son un infierno de hacinamiento y brutalidad. Y como cada día salen en libertad decenas de personas, el tema de cómo tratar la población carcelaria no es problema sólo de los que están adentro (que de todos modos debería ser nuestro problema), sino que tiene que ver con nuestra seguridad de hoy y de cada día.

Para tomar algo positivo, el Patronato del Liberado, que atiende a los egresados desde un año antes de su salida hasta uno después, ha logrado bajar la reincidencia a menos del 10%, pero sólo puede atender a uno de cada diez personas privadas de libertad, por falta de recursos y por la limitada colaboración legal e institucional. De aquí ya sacamos dos enseñanzas, una positiva y otra negativa: aún en una coyuntura negativa, hay medidas que funcionan; y por otra parte, faltan recursos y apoyos institucionales.

La UP sostiene al respecto: no sólo es necesario un abordaje inter disciplinario, sino además y principalmente inter institucional. La atención a la persona privada de libertad (antes y después de su libertad) exige coordinación seria entre el Patronato, los Ministerios de Interior, de Educación, de Trabajo y de Desarrollo Social, la Secretaría de Deporte, UDELAR, y muy especialmente el Instituto de Colonización. Se necesita conformar equipos interinstitucionales que diseñen proyectos sociales y productivos y que evalúen su propio desempeño rigurosamente, cada día, sin presión partidaria ni oficialista. Equipos que informen descarnadamente a la ciudadanía sus éxitos, sus fracasos, sus preguntas todavía sin respuestas; que interactúen con los CCZ en Montevideo, con alcaldes y juntas departamentales, con las organizaciones sociales y culturales, y hasta con el fútbol infantil.

Vemos cada día que este es el tiempo de la organización espontánea del pueblo. Funcionan redes “auto convocadas” y cadenas solidarias de alarma. Pero sin una herramienta política de izquierda, sin una UP-AP fortalecida, las organizaciones ciudadanas tienen un techo insuperable o (aún peor), pueden derechizarse en sus demandas, pues los grupos de Poder más conservadores actúan sobre ellas y en ellas.

Entiéndase: nuestro Programa propone otra cosa, un cambio de fondo. Pero en la emergencia, hemos demostrado nuestra responsabilidad. Además de proponer, oyendo a todos los implicados, necesitamos hacer el mapa de lo que sí funciona: por ejemplo, algunos establecimientos penitenciarios pequeños, donde alcanzan los recursos y los vigilantes calificados para que la población cautiva estudie y trabaje sin riesgo de descontrol.

Lo hacemos así, porque la causa de los pueblos, su dolor y su angustia, no admiten la menor demora.

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El miedo

Cuando se oprime a un pueblo, cuando más allá del discurso, se lo somete y sele humilla, cuando la frustración, la exclusión y la marginalización tienen en el otro extremo la riqueza mal habida y el patrimonio saqueado, la violencia social aumenta. Mientras no se arme un proyecto popular y mientras éste no se haga carne en las multitudes, esta violencia social se vuelve incontrolable. Entonces, el miedo lo inunda todo.

El miedo se vuelve aliado de las fuerzas reaccionarias, que se disfrazan de protectoras del Orden. El miedo justifica las violaciones represivas contra todos los derechos. El miedo ayuda al aislamiento de cada uno y, en su encierro, lo hace consumidor cautivo de canales de TV y manipulaciones virtuales.. El miedo desvía las prioridades en el imaginario colectivo, y desde el Poder se manipula, se aturde al pueblo, para que las consecuencias que se sufren aparezcan aisladas de sus verdaderas causas. Entonces, en las casas de los pobres, perros guardianes enormes son el foso protector para defenderse de otros pobres

Hay un miedo diferente, razonable, profundamente humano, que nos hacer temer por nuestro pueblo, por nuestros seres queridos, por el futuro de todos. Es un miedo que se vuelve conciencia cuando entendemos las causas de dolor y de la injusticia; mezclado entonces con la indignación, nos lleva a la acción social y política. Y cuando encontramos el camino, entre compañeros, en el río del pueblo, se va perdiendo ese miedo y se transforma en disposición de combate, en alegría compartida, en certeza de triunfos, que deberá disfrutarse, por supuesto, sin bajar la guardia.

En la base de la pirámide asalariada de los aparatos represores también hay miedo. No se puede lavar el cerebro a todos los integrantes del aparato represivo, porque a pesar de drones, escuchas ilegales y videocámaras, a pesar de controles bancarios y financieros, la represión demanda más mano de obra contratada de que la que se puede aleccionar de forma segura. Una cosa es vivir en un cuartel y otra cosa es convivir en un barrio popular; una cosa es integrar tropas de élite y otra cosa hacer rondas de madrugada o custodiar en soledad un piso de una cárcel con calabozos hacinados donde la supervivencia del guardián exige a veces, desviar la mirada del horror. A veces hay que convivir con el horror aún cuando no se está tan pervertido como para hacerse cómplice. Si comprendemos ese miedo, si lo sentimos de ser humano a ser humano, podemos trabajar políticamente sobre él. En la UP-AP tenemos propuestas de políticas públicas que también dignifican el trabajo de los guardianes, mientras éste sea necesario

Partiendo de nuestra propia experiencia en momento muy difíciles, cuando la muerte podía llegar simplemente por el hecho de no sumarse al orden de la Dictadura, podemos decir que el miedo del militante no es tonto. Si nos dejamos dominar por él, nos paraliza y nos traiciona. Pero si convivimos con el miedo como un sistema de alarmas integrado, el miedo agudiza los sentidos, nos hace estar más alertas, incluso nos hace más creativos.

Hay momentos en que el miedo queda atrás y nos sumamos a la alegría de los avances colectivos. Cuando el pueblo recupera la confianza en un proyecto, es tiempo de heroísmos conmovedores. Es más fácil morir en la trinchera de todos que en la soledad de las mazmorras.

El peligro de dejar el miedo totalmente atrás es que podemos bajar la guardia, podemos confiarnos demasiado, olvidando que la lucha por las conquistas populares no termina con las conquistas políticas, sin que por el contrario, se agudiza.

El ser humano es portador de sentimientos siempre en conflicto. Su resolución, el salto en calidad para ser mejores, más ilustrados y valientes, sólo pide darse en la construcción de una Sociedad socialmente solidaria y ambientalmente sustentable, o sea, luchando frontalmente, sin cuartel, contra el modelo socialmente opresor y ambientalmente saqueador.

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Mitos antigüos y nuevos

Las leyendas sobrenaturales son tan antiguas como la Humanidad. En tiempos de Comunismo Originario expresaban las suposiciones que se hacían los pueblos para explicar los fenómenos que observaban en su entorno. A veces, en forma mágica pero en contenido concreto, relataban regularidades de la Naturaleza cuyo descubrimiento era fruto del trabajo colectivo, eran un producto de su experiencia acumulada. Otras veces la leyenda se desarrollaba en torno a mitos fundacionales, cuando el imaginario colectivo iba adornando de atributos sobrehumanos a las mujeres y los hombres que fueron los antepasados más remotos de esa Comunidad. En este último caso, se buscaba fortalecer en las nuevas generaciones un sentimiento de pertenencia y de orgullo tribal.

En las sociedades opresoras, lo sobrenatural formó parte de la manipulación en manos de castas sacerdotales, o directamente desde el Poder, el cual alegó la bendición divina para justificar su perpetuidad. Fue una estrategia de sometimiento. Una estructura vertical de dioses y semidioses, u otras entidades espirituales igualmente diferenciadas por jerarquías, iluminaban e inspiraban a los miembros de las clases dominantes y a los ejecutores de sus políticas.

Los pueblos que resistían crearon sus propios relatos sobrenaturales. Además crearon rituales para acceder al mensaje de los espíritus directamente, sin mediadores oficiales, a través de ritos colectivos de incorporación y leyendo las señales de la Naturaleza.

La religiosidad popular pasó a ser un campo de la lucha de clases. Hubo Instituciones religiosas de base popular que fueron manipuladas por el Poder para aprovecharse de ellas, y hubo religiones del Poder que fueron re leídas en un sentido rebelde por el imaginario colectivo del pueblo.

Un ejemplo de todo esto fue el debate teológico que se dio en las Misiones Jesuíticas que existieron sobre el Río Paraguay, en el Alto Uruguay y la Chiquitania hasta 1768.Los jesuitas traían una versión del Cristianismo manipulada por el Poder, pero lejos del Vaticano y en el seno del colectivismo agrícola, la Compañía se partió en dos en cuanto a la interpretación del Evangelio que traían. Además debían comunicarse con los pueblos en lenguas cuya estructura gramatical exaltaba lo grupal tanto como sus sustantivos y sus adjetivos. En el siglo XVIII nace allí, del seno mismo de una doctrina de la resignación, una doctrina de la rebeldía y de la fraternidad, atributos inspirados tanto en la vida de esos pueblos como en las prácticas de vida colectiva de las primeras comunidades cristianas, prácticas relatadas en la mismísima Biblia.

En 1768, (José Arigas tenía cuatro años de edad) el poder colonial español y portugués redujo a ruinas humeantes las Misiones Jesuíticas. Pero muchas familias guaraní cristianas quedaron en esas ruinas, viviendo una vida de catacumbas, sembrando obstinadamente su maíz y su yerba mate, su mandioca y sus frutales , y ocultándose en la selva ribereña cada vez que soldados o mamelucos venían a asesinarlos o esclavizarlos. La Misa, celebrada por un hombre o una mujer de la misma colectividad, en las runas de un templo o en un refugio selvático, pasó a ser ritual de confirmación identitaria.

Y allí surgieron lo mitos y leyendas evocando aquella guerra de resistencia ahogada en sangre en 1768. Sepé Tiarayú, cacique cristiano caído en combate en aquel año, no era solo un héroe, sino un elegido. Sobre su frente había un sistema de lunares que reflejaban la Cruz del Sur. Cuando murió, el mismísimo Jesús bajó del Cielo y lo llevó con Él. La Iglesia de los poderosos dice que no fue así, pero los abuelos, obviamente, saben más. Por eso en tierra misionera riograndense existe, desde el 1800, un pueblo que se llama San Sepé.

De la estirpe de esta resistencia misionera, de revolución y mística, era Andrés Guacurarí, llamado Andresito Artigas o Artiguinhas. Fue Gobernador de la Provincia de Misiones y Comandante General de Corrientes en los tiempos de la Liga Federal de los Pueblos Libres.

Dicen que su fantasma recorre hoy los esteros de Iberá ( y-verá, “agua luminosa” ) y protege a campesinos y pescadores artesanales que resisten los monocultivos gringos. Yo no vi nunca el espectro de Andresito, pero no me creo por ello mejor, ni mucho menos más sabio, que los abuelos de Taragüí que sí lo sienten.

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De símbolos y palabras

Los locales de la UP brotan como flores humildes del suburbio. A veces duran sólo hasta que el vecino donante lo necesite para otro uso; pero aún con vida breve, son importantes como aglutinantes barriales, como núcleos de redes que los sobreviven. Los carteles y las carteleras desaparecen de la puerta, pero las memorias quedan y muchas veces la organización también. Pues bien: no hace mucho, en un local de barrio recién inaugurado, los compañeros pintaron un hermoso cartel, y en él, junto al logo rojo y verde de la UP pusieron la más conocida bandera artiguista… pero con la diagonal ascendiendo hacia la derecha. Defendí con firmeza ese diseño diferente de la bandera. Cuando el pueblo se apropia de los símbolos, cuando los hace suyos, tiene derecho a modificarlos, consciente o involuntariamente. Siempre fue así. En tiempos de la Liga Federal de Artigas, cada provincia modificó el diseño tricolor como le pareció, porque era suficiente la adición del color rojo a la blanquiazul de Belgrano para identificarse como provincia federal. Más aún: los indios de Corrientes cambiaron el azul por el verde casi sin advertir que hacían un cambio. Esto se debía a que en la cosmovisión guaraní, el azul y el verde son un todo único (hovy), son el mundo selvático originario, tal como era antes de la introducción de los colores. Fue un tiempo después que el picaflor (mainumby) trajo los colores volando de flor en flor y difundiéndolos después también entre animales y piedras.

Los indios artiguistas de Corrientes entendieron que en la bandera tricolor federal, junto al rojo y al blanco, era mejor una franja con el “hovy de abajo” (tierra selvática) que una franja con el “hovy de arriba” (cielo despejado). Y esta bandera de los pueblos originarios federados quedó muy bien. Es un rojo amanecer sobre una tierra recuperada. Esta versión de la bandera artiguista inspira nuestra bandera de la UP, que nos identifica y a la vez nos distingue de los usurpadores de símbolos. Porque cuando el Poder opresor , cuando un gobierno demagógico se adueña de un símbolo que fue popular, lo vuelve un objeto en sí mismo, inmodificable, desprovisto de su sentido original. Se sustituye la causa, el anhelo popular que el símbolo representaba, por el culto al símbolo vaciado, por la obediencia a los que ahora lo exhiben como propiedad o como trofeo. Así puede pasar con una bandera revolucionaria o con un símbolo de la religiosidad popular. Las palabras también son símbolos. El poder opresor y el gobernante mentiroso pueden prostituir hasta las palabras más hermosas. Se las usa, ya desprovistas de su contenido, cuando hasta el amor y la conciencia pasan a ser mercancías, objetos de compra y venta. Corresponde a los revolucionarios recuperar el sentido originario de los símbolos en general y de las palabras en particular. En la UP hemos recuperado la bandera, hemos rescatado su mensaje popular. Además, el rojo es la memoria de la lucha social, y el verde evoca la defensa del patrimonio ambiental. Hemos recuperado también muchas palabras: compañero, militancia, transparencia, lealtad, coraje, pueblo, lucha por el medio ambiente, diversidad, respeto a la autodeterminación de los pueblos, internacionalismo. Bajo nuestra bandera rojiverde común, ondean las banderas de las organizaciones políticas que integran la UP. Junto a ellas, las pancartas enarbolan las palabras ya liberadas de las cadenas de la opresión: hemos aprendido nuevamente a corearlas y a cantarlas. Y hemos descubierto que la palabra esperanza, si se quiere recuperar en su sentido original, debe deletrearse en colectivo..

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El laberinto

Entre nuestro pueblo trabajador y su única expresión política, que es la UP-AP, aparece un laberinto transparente, construido con paredes de cristal blindado. No lo vemos, pero está. Se interpone a la esperanza del cambio verdadero y necesario.

El voto obligatorio empuja a la gente a entrar en el laberinto. Con mayoritaria irritación, o con minoritario entusiasmo, la gente camina por él tanteando los espacios, y choca con paredes que no ve. Finalmente, aturdida por mensajes confusos, encuentra un camino de salida y, con el voto en la mano, emerge hacia la urna en la fecha preestablecida. Sólo muchos meses después descubre que la salida era falsa, que la llevó al mismo punto de partida del que quería alejarse.

Ofrecemos una guía práctica para evitar las salidas falsas y sus carteles engañosos.

Falsa Salida del cambio interno del FA. Por ella se cae en brazos de personas acomodadas en cargos, que prometen una rectificación de rumbo ya imposible, y sólo buscan arrastrar votos descontentos para los oportunistas de siempre.

Falsa Salida del voto anulado. Se sale a un barranco vacío y se oyen los ecos de la carcajada de los que siguen gobernando.

Falsa Salida de partidos “ecologistas”, “independientes” y pulgarcitos varios. Se llega a un universo fragmentado e inoperante, donde de forma “independiente” no se cambia nada y se separan los problemas reales de la única solución posible, que es la liberación nacional.

Falsa salida de la Derecha Antigua. Tiene tres puertas contiguas que dicen PN, PC y P de la Gente Rica. Si se hace esta opción, hay que tener cuidado de no desviarse un poquito, porque es difícil distinguirlas de las que dicen PERI y PI

La mitología griega dice que Teseo logró entrar al laberinto, matar al Minotauro opresor y salir con vida porque Ariadna, enamorada, le dio un hilo con el que el héroe recorrió sus trampas sin equivocarse. El hilo salía de un ovillo inagotable y su despliegue por los pasillos recorridos, ayudaba a recordar de dónde se venía e impedía equivocarse y volver atrás.

El hilo de Ariadna es la memoria del pueblo. Desde el ovillo de dolor y luchas acumuladas, el hilo se despliega, nos orienta, a condición de que no lo soltemos.

La Unidad Popular nos espera en la única salida verdadera. Se distingue por su aroma de amanecer definitivo. Ese amanecer rojo sobre el verde de la tierra recuperada es la bandera que escolta la salida. No estamos en ella definitivamente mientras seamos pocos; necesitamos la multitud que nos abrace, nos controle y nos guíe.

Muchos vendrán con los moretones y cicatrices por haber tropezado tanto, por haberse estrellado, confiados, contra los muros, en su búsqueda del amanecer definitivo. Son tan imprescindibles como aquellos que encontraron de inmediato la salida verdadera, quizás por circunstancias especiales que los guiaron hacia allí.

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