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Columna: Mayo de 1968

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 12 may 2018
  • 3 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella *

Estábamos recibiendo las claras señales del Gobierno de Pacheco: torturas y represión al borde de la ilegalidad. Era el camino hacia el Golpe de Estado y el pueblo respondía en un abanico amplio de resistencias: desde los que forjaban las herramientas sociales y gremiales en torno a la flamante CNT, desde los que trabajaban por una futura alianza unitaria de la izquierda que aún no tenía nombre, hasta los que entendían que ya era tiempo de resistir las torturas y los atropellos sistemáticos mediante la guerrilla urbana. En febrero el pueblo Vietnamita lanzó la heroica ofensiva del Tet contra la ocupación yanqui del Sur de su tierra. Como en los tiempos de Dien Bien Phu contra los franceses, ahora la liberación volvía a parecer cercana. Y cada joven invasor muerto se transformaba, en la otra punta del mundo, en nuevos activistas jóvenes que protestaban en Washington y exigían la retirada imperial. En vano la CIA trataba de desviar esas multitudes jóvenes hacia la drogadicción, propuesta sutilmente como “señal de rebeldía anti sistema”; la muerte estaba demasiado cerca por entonces. 23 años atrás había terminado la Segunda Guerra Mundial. Las ciudades británicas todavía tenían sus cicatrices de escombros y mutilados, pero los Beatles (en su primera época) marcaban las ansias juveniles de vivir y atreverse a cuestionar. En el Este de Europa, los países que habían llegado al socialismo por la acción conjunta del Ejército Rojo, la guerrilla local y la resistencia antifascista, marcaban ahora las señales de regreso paulatino al capitalismo; por más tanques que pusiera la vacilante URSS en sus fronteras con la OTAN (como haría en agosto, incluso con la desaprobación de la mayoría del gobierno checo de Dubcek) ya el declive era inevitable. Los pueblos de Europa Occidental exigían mayor justicia social pero ¿en qué espejo mirarse, dónde encontrar un modelo alternativo? Los partidos comunistas de España y Francia encabezaban un proceso vergonzoso de acomodo y traición que luego fue acompañada por casi todos los partidos comunistas de occidente. Desprestigiado el trotskismo, quedaban el maoísmo y el guevarismo como opciones teóricas, pero Europa exigía una aproximación específica. Pocos años antes, Francia había sido derrotada en Argelia y habían salido a luz las torturas brutales de los “parás” franceses contra el pueblo argelino. Ahora el general De Gaulle era el presidente. Durante la segunda guerra había organizado desde Londres la resistencia francesa, condenando al gobierno títere pro nazi de Pétain en Vichy, y al mismo tiempo había procurando contrarrestar la presencia de los comunistas en la resistencia del maquis. Ya gobernante, por evaluación militar, no por justicia, había ordenado la retirada de Argelia y eso le había costado un atentado de la extrema derecha. Y en 1968 el pueblo estalló contra su política ambigua. Primero fueron los estudiantes pidiendo autonomía para sus casas de estudio, apoyo económico y derechos gremiales, y luego los obreros, especialmente los de la industria automotriz. El mayo francés mostró al mundo dos cosas: la combatividad heroica de un pueblo en lucha y la incapacidad de triunfar sin una herramienta política y un programa concreto para las aspiraciones concretas de las mayorías. Dejó consignas bonitas, fortaleció un anhelo generacional con valores solidarios y fraternos, y terminó fortaleciendo a De Gaulle cuando amplias capas del pueblo se cansaron de movilizaciones que resultaron inconducentes y que le complicaban la vida cotidiana. El individualismo existencialista de Sartre combinaba bien con la verborragia ultra, pero era incapaz de proponer soluciones concretas. La traición oportunista de los que debieron ser continuadores de la Comuna y del maquis, consolidó el Capitalismo francés. Una política adecuada de la izquierda hubiera aprendido de las señales de la diversidad y de la necesidad del frente político y el escalonamiento programático. Pero nada es en vano. Si bien los errores espontaneístas se repitieron y se repiten, los brotes espontáneos de pueblo son señales esenciales, son una buena escuela para leer procesos, aprendiendo, alimentando la teoría revolucionaria y aplicándola consecuentemente. La práctica política debe ser respetuosa de la diversidad y a la vez firme e inclaudicable ante los “enemigos de la pública felicidad”. *Gonzalo Abella: Maestro, candidato a la Presidencia de la República por la UP para las elecciones de 2019.


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