De símbolos y palabras
- Gonzalo Abella*
- 27 abr 2018
- 4 Min. de lectura

Los locales de la UP brotan como flores humildes del suburbio. A veces duran sólo hasta que el vecino donante lo necesite para otro uso; pero aún con vida breve, son importantes como aglutinantes barriales, como núcleos de redes que los sobreviven. Los carteles y las carteleras desaparecen de la puerta, pero las memorias quedan y muchas veces la organización también. Pues bien: no hace mucho, en un local de barrio recién inaugurado, los compañeros pintaron un hermoso cartel, y en él, junto al logo rojo y verde de la UP pusieron la más conocida bandera artiguista… pero con la diagonal ascendiendo hacia la derecha. Defendí con firmeza ese diseño diferente de la bandera. Cuando el pueblo se apropia de los símbolos, cuando los hace suyos, tiene derecho a modificarlos, consciente o involuntariamente. Siempre fue así. En tiempos de la Liga Federal de Artigas, cada provincia modificó el diseño tricolor como le pareció, porque era suficiente la adición del color rojo a la blanquiazul de Belgrano para identificarse como provincia federal. Más aún: los indios de Corrientes cambiaron el azul por el verde casi sin advertir que hacían un cambio. Esto se debía a que en la cosmovisión guaraní, el azul y el verde son un todo único (hovy), son el mundo selvático originario, tal como era antes de la introducción de los colores. Fue un tiempo después que el picaflor (mainumby) trajo los colores volando de flor en flor y difundiéndolos después también entre animales y piedras.
Los indios artiguistas de Corrientes entendieron que en la bandera tricolor federal, junto al rojo y al blanco, era mejor una franja con el “hovy de abajo” (tierra selvática) que una franja con el “hovy de arriba” (cielo despejado). Y esta bandera de los pueblos originarios federados quedó muy bien. Es un rojo amanecer sobre una tierra recuperada. Esta versión de la bandera artiguista inspira nuestra bandera de la UP, que nos identifica y a la vez nos distingue de los usurpadores de símbolos. Porque cuando el Poder opresor , cuando un gobierno demagógico se adueña de un símbolo que fue popular, lo vuelve un objeto en sí mismo, inmodificable, desprovisto de su sentido original. Se sustituye la causa, el anhelo popular que el símbolo representaba, por el culto al símbolo vaciado, por la obediencia a los que ahora lo exhiben como propiedad o como trofeo. Así puede pasar con una bandera revolucionaria o con un símbolo de la religiosidad popular. Las palabras también son símbolos. El poder opresor y el gobernante mentiroso pueden prostituir hasta las palabras más hermosas. Se las usa, ya desprovistas de su contenido, cuando hasta el amor y la conciencia pasan a ser mercancías, objetos de compra y venta. Corresponde a los revolucionarios recuperar el sentido originario de los símbolos en general y de las palabras en particular. En la UP hemos recuperado la bandera, hemos rescatado su mensaje popular. Además, el rojo es la memoria de la lucha social, y el verde evoca la defensa del patrimonio ambiental. Hemos recuperado también muchas palabras: compañero, militancia, transparencia, lealtad, coraje, pueblo, lucha por el medio ambiente, diversidad, respeto a la autodeterminación de los pueblos, internacionalismo. Bajo nuestra bandera rojiverde común, ondean las banderas de las organizaciones políticas que integran la UP. Junto a ellas, las pancartas enarbolan las palabras ya liberadas de las cadenas de la opresión: hemos aprendido nuevamente a corearlas y a cantarlas. Y hemos descubierto que la palabra esperanza, si se quiere recuperar en su sentido original, debe deletrearse en colectivo.
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* Maestro e historiador, integrante del Coordinador Nacional de Unidad Popular
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El laberinto
Entre nuestro pueblo trabajador y su única expresión política, que es la UP-AP, aparece un laberinto transparente, construido con paredes de cristal blindado. No lo vemos, pero está. Se interpone a la esperanza del cambio verdadero y necesario.
El voto obligatorio empuja a la gente a entrar en el laberinto. Con mayoritaria irritación, o con minoritario entusiasmo, la gente camina por él tanteando los espacios, y choca con paredes que no ve. Finalmente, aturdida por mensajes confusos, encuentra un camino de salida y, con el voto en la mano, emerge hacia la urna en la fecha preestablecida. Sólo muchos meses después descubre que la salida era falsa, que la llevó al mismo punto de partida del que quería alejarse.
Ofrecemos una guía práctica para evitar las salidas falsas y sus carteles engañosos.
Falsa Salida del cambio interno del FA. Por ella se cae en brazos de personas acomodadas en cargos, que prometen una rectificación de rumbo ya imposible, y sólo buscan arrastrar votos descontentos para los oportunistas de siempre.
Falsa Salida del voto anulado. Se sale a un barranco vacío y se oyen los ecos de la carcajada de los que siguen gobernando.
Falsa Salida de partidos “ecologistas”, “independientes” y pulgarcitos varios. Se llega a un universo fragmentado e inoperante, donde de forma “independiente” no se cambia nada y se separan los problemas reales de la única solución posible, que es la liberación nacional.
Falsa salida de la Derecha Antigua. Tiene tres puertas contiguas que dicen PN, PC y P de la Gente Rica. Si se hace esta opción, hay que tener cuidado de no desviarse un poquito, porque es difícil distinguirlas de las que dicen PERI y PI
La mitología griega dice que Teseo logró entrar al laberinto, matar al Minotauro opresor y salir con vida porque Ariadna, enamorada, le dio un hilo con el que el héroe recorrió sus trampas sin equivocarse. El hilo salía de un ovillo inagotable y su despliegue por los pasillos recorridos, ayudaba a recordar de dónde se venía e impedía equivocarse y volver atrás.
El hilo de Ariadna es la memoria del pueblo. Desde el ovillo de dolor y luchas acumuladas, el hilo se despliega, nos orienta, a condición de que no lo soltemos.
La Unidad Popular nos espera en la única salida verdadera. Se distingue por su aroma de amanecer definitivo. Ese amanecer rojo sobre el verde de la tierra recuperada es la bandera que escolta la salida. No estamos en ella definitivamente mientras seamos pocos; necesitamos la multitud que nos abrace, nos controle y nos guíe.
Muchos vendrán con los moretones y cicatrices por haber tropezado tanto, por haberse estrellado, confiados, contra los muros, en su búsqueda del amanecer definitivo. Son tan imprescindibles como aquellos que encontraron de inmediato la salida verdadera, quizás por circunstancias especiales que los guiaron hacia allí.
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