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Cien años de Violeta Parra y su obra enraizada en el pueblo

  • hva
  • 2 oct 2017
  • 3 Min. de lectura

Violeta Parra cantando delante de sus tapices.

Se cumplen cien años del nacimiento de Violeta Parra. Su obra de una vital actualidad se nutrió de los sectores más humildes de todo el país, de donde ella misma provenía. Su enorme sensibilidad , sus sentimientos en la lucha por la libertad y de solidaridad con los trabajadores , campesinos e indígenas la convirtieron en una referencia , ética y estética.

El siguiente, es parte del trabajo de Osvaldo Rodríguez Musso, La Nueva Canción Chilena continuidad y reflejo, que obtuviera el Premio de Musicología en Casa de Las Américas en 1986.

Hija de un profesor de educación básica y de una campesina, Violeta Parra nació el 4 de Octubre de 1917 en San Carlos, cercanías de Chillán, Chile. Desde muy pequeña comienza a tocar guitarra y a cantar las canciones escuchadas a su madre. Tras la muerte del padre, cuando Violeta tiene apenas diez años, la familia atraviesa una difícil situación económica. Para aliviarla Violeta y sus hermanos cantan, a cambio de comida, en fiestas del campo y en circos.

Su hermano mayor, Nicanor Parra, intuyendo acaso que en Violeta vive una fuerza creadora la ayuda, a instalarse en Santiago. En la capital del país Violeta canta junto a su hermana Hilda en bares y posadas, herederas de las fondas. Son los tiempos del advenimiento de la radiotelefonía por lo que el dúo de las Hermanas Parra debe adaptarse a los gustos “populares”. El repertorio está compuesto por corridos mexicanos, boleros , pasodobles, polkas, canciones todas popularizadas por el cine y la radio. También forman parte del repertorio algunas cuecas, valses y tonadas. Violeta contrae matrimonio con el ferroviario Angel Cereceda. Nacen sus hijos Isabel y Angel Cereceda Parra, conocidos años después como los Hermanos Parra. Después de permanecer por un tiempo alejada del canto emprende, de nuevo guiada por Nicanor, la gran tarea de recopilar el folclor de Chile.

Violeta se da cuenta de algo fundamental: la verdadera música chilena no son las canciones que cantan los “conjuntos folclóricos” en las fiestas de la Independencia ni tampoco los valses, corridos y polkas, pedidos por el público de bares y fondos. La verdadera canción de Chile se ha escondido en la periferia de las ciudades y en el campo. Violeta descubre el canto a lo Humano y a lo Divino, y siente que la verdadera raíz de la canción popular chilena se encuentra en estado latente en las viejas canciones desprendidas del romancero, cantadas y guardadas por los campesinos.

En 1953, gracias a la visión de dos hombres de la radio, Raúl Aicardi y Ricardo García, Violeta Parra realiza programas de radio en los cuales presenta a los cantores campesinos que reconoce en sus viajes por la periferia de la capital y en las haciendas vecinas a Santiago. Se produce un fenómeno único: los habitantes de las zonas más apartadas del país, campesinos y mineros, pescadores e indígenas, se juntan los días domingo en el lugar más cercano donde haya un receptor de radio y escuchan las audiciones que Violeta Parra emite desde la capital. Violeta comienza a recibir cientos de cartas que la alientan a seguir trabajando.

Las humildes gentes de Chile se sienten identificadas con estos programas en los que se reivindica su cultura. La popularidad de la folclorista quedará asegurada para siempre.

Yo canto a la diferencia

Yo canto “a la chillaneja” si tengo que decir algo

y no tomo la guitarra por conseguir un aplauso.

Yo canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso,

de lo contrario , no canto.

Les voy a hablar enseguida de un caso muy alarmante:

atención al auditorio que va a tragarse el purgante,

ahora que celebramos el dieciocho más galante:

la bandera es un calmante.

Yo paso el mes de setiembre con el corazón crecido

de pena y de sufrimiento al ver mi pueblo aflijido.

El pueblo amando a la patria y tan mal correspondido,

la bandera por testigo.

En comandos importantes, juramento a la bandera.

Sus palabras se repiten, de tricolor las cadenas

Con alguaciles armados en plazas y en alamedas

y al frente de las iglesias.

…………………………………………….

De arriba alumbra la luna con tan amarga verdad:

la vivienda de la Luisa que espera maternidad.

Sus gritos llegan al cielo, nadie la quiere escuchar

en la fiesta nacional.

No tiene fuego la Luisa ni una vela ni un pañal.

El niño nació en las manos de la que cantando está.

Por un reguero de sangre va marchando un Cadillac:

cueca amarga nacional.

La fecha más resaltante, la bandera va a flamear.

La Luisa no tiene casa.

La parada militar.

Y ahí va al parque la Luisa.

¿Adónde va a regresar?.

Cueca larga militar.

Yo soy a la chillaneja, señores, para cantar.

Si yo levanto mi grito no es tan solo por gritar.

Perdóneme el auditorio si ofende mi claridad.

Cueca larga militar.


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