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Carta abierta al Dr. Tabaré Vázquez

  • JLV
  • 29 sept 2017
  • 3 Min. de lectura

Sr. Presidente: le escribo aunque tal vez usted nunca lo lea, pero aún así guardo un mínimo de esperanza que en definitiva es lo único que me queda por perder.

A usted se le murió una hermana de cáncer al pulmón (sepa entender mi frialdad con una gran cuota de respeto) y cuando fue presidente hizo todo lo posible por combatir el cigarrillo, hasta hoy, lo cual me parece muy humano y deja en claro su capacidad de empatía y el uso de su poder.

A mi se me esta muriendo día a día un hermano adicto a la pasta base; no hace falta obtener ningún tipo de conocimiento de psiquiatría para comprender que ninguna persona que esté bajo el control absoluto de una sustancia totalmente tóxica y la patología que conlleva su situación podría adquirir una recuperación tan temprana.

Su psiquiatra fue muy clara, -es irrecuperable y protéjase usted porque su hermano esta en la etapa terminal de su consumo-, en este país nadie escucha nuestras voces, pero es más que admirable esa capacidad de diagnóstico irreversible que se transmite con gran facilidad a una familia destruida, la cual no conoce ni por cercanía la resignación.

Ud. no tiene ni idea lo que sufre una madre con un hijo adicto, tampoco pretendo que la obtenga, pero para acercarlo un poco al dolor, me tomo el atrevimiento de contarle en unas breves palabras el calvario que se vive, siento ésta la realidad de muchas personas dentro de la población.

“Se desangra día a día por no poder ayudarlo y los ves sufrir porque no pueden con su enfermedad, y la vida los va perdiendo poco a poco.”

Mientras que las bocas se llenan los bolsillos, los narcos operan en el país como si nada, la policía va a buscar su cuota…uno se encuentra acá, desesperado, confundido, intentando encontrar respuestas para preguntas que tal vez nunca se obtengan.

Sintiendo la impotencia de no poder ayudar a nada, ni a nadie, porque no hay una ley de internación compulsiva, no hay un compromiso del estado para que exista un tratamiento real, un portal amarillo que no existe, sociedades médicas que se los sacan de arriba porque no dejan de ser un estorbo, un delincuente más.

De igual manera ellos si poseen su lugar en el mundo, las cárceles pobladas de ellos.

Esta es la cruel realidad de mi país y del mundo entero, hablamos de inseguridad y cuánto hablamos, a cantidades desmedidas. Y si, ahí está el problema, se habla mucho y se actúa muy poco. Por otro lado hay muchas bocas distribuyendo pasta base entre otras miles de cosas que nos van destruyendo con gran lentitud pero a un nivel ya alarmante en cantidad. Cada día más adictos con mayor consumo que provoca mayor agresividad e inseguridad.

Solicito a usted como máxima autoridad del estado, que así como un día repudió el cigarrillo por la pérdida de su hermana, comience a repudiar la pasta base, a darles a todos los adictos los tratamientos que se merecen, que no son unos días únicamente sino de meses de internación para desintoxicar su cuero entero como debe de ser, que los familiares puedan acceder a una internación compulsiva.

Que el combate a la pasta base sea real y no una mentira más que sale en la tapa de los diarios, como lo es en la actualidad. Que las penas de quién venda y distribuya sea de asesinos seriales (necesaria comparación con gran similitud de objetivos de asesinato) con un mínimo de 30 años.

Sigo guardando las esperanzas desde el principio de esta redacción, confío en que nunca se pierde. Desde ya muchas gracias.

Saluda atentamente: Agustina González (18 años).

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