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Encuentros en un plenario

  • HST
  • 25 jun 2017
  • 3 Min. de lectura

El Plenario Nacional del Movimiento 26 de Marzo es, junto al Encuentro Nacional -que se realiza, en general, anualmente-, la oportunidad del balance entre las experiencias y realidades del trabajo político de esta organización a nivel nacional y en sus frentes de trabajo, lo territorial, el frente sindical, el juvenil, el parlamentario, la guardería, las diversas modalidades de propaganda y comunicación, la insoslayable tarea de la obtención de recursos.

Es además un momento de encuentro de las diferentes generaciones que van nutriendo esta fuerza política integrante de Unidad Popular. El puñado de militantes que formó parte de la reconstrucción desde el Penal de Libertad, que les tocó vivir las etapas de la lucha clandestina, la resistencia y la militancia dentro de la cárcel, la construcción de todo lo que permitió desarrollar el 26M desde el exterior en los años finales de la dictadura, el retorno al Uruguay para reforzar el trabajo de quienes fueron abriendo camino dentro del país.

En el otro extremo generacional, los jóvenes que no vivieron la lucha por el ingreso al Frente Amplio que se concretó en 1989, la batalla interna contra la descomposición del FA, la decisión de salir de la coalición en pleno “apogeo” de gobierno, el inicio de la construcción de la Asamblea Popular. No llevan sobre sí ninguna pátina del tiempo, ni historias de compañeros de caminos que se perdieron en los desfiladeros de los acomodos, las traiciones, o andan ya por los intestinos del sistema. Se concentran con la mirada en la mesa del plenario, cuando en alguna intervención asoma algo de la historia de esta organización que no encontrarán en ningún libro ni verán en ningún documental, porque nadie de este 26 ha tenido tiempo para escribirlo y nadie desde afuera parece haber querido hacerlo, ocupado en escribir de todos los otros. Se les lee en los rostros que quedan con ganas de escuchar más, se quedan masticando esas señales de una identidad que van asumiendo y nutriendo.

Más acá de los jóvenes, olvidados por las crónicas políticas, están los cachorros. Los de todos. Hijos de hijos de militantes, los que vimos ir creciendo, corretear entre las filas de sillas y gritar su alegría sin importar los análisis de coyuntura. Después fueron a los campamentos, salieron a pelear su propio camino y cuando te querés acordar ya andan pidiendo que dejen escuchar a sus propios hijos. Los cachorros que nos alegran la vida cuando nos sorprendemos en cada plenario cuánto van creciendo, y te miran para subrayar, si hacía falta, por qué estamos peleando.

Y están los que van llegando curándose de las mataduras de la decepción, de la frustración, de la bronca. Que empezaron a acercarse con la comprensible desconfianza de que no le fallen otra vez, pero dispuestos a sumar la riqueza de los años de militancia en comités de base, sindicatos, partidos, logrando sacar la pata del lazo de irse para la casa.

Llegaron a este plenario desde nuestro interior profundo, el de la forestación o la soja que corre a los tamberos, desde las capitales con tradición obrera que hoy enfrentan la desocupación, desde las hermosas costas que viven un rato con el turismo y después quedan en el desamparo.

Todos ellos salieron en la tarde de este sábado del local central del 26 en el barrio Sur, ya entrada la noche, reforzados con la complicidad de quien tuvieron al lado, del que les pasó el mate comentándole cómo se acercó gente nueva en la última actividad que hicieron en el barrio. Dispuestos a redoblar el paso en el recorrido que ha tenido siempre esta organización: desde los hechos porfiados que le han permitido resistir y avanzar para que la gente siga creyendo en el camino de la izquierda.

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