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Columna Trascaucasia: el otro escenario de Octubre V

  • Foto del escritor: La Juventud Diario
    La Juventud Diario
  • 30 may 2017
  • 2 Min. de lectura

Por Gonzalo Abella Integrante del Coordinador Nacional de la UP

Rusia vivía una nueva ola represiva. Pero en la Trascaucasia la inercia revolucionaria de los años anteriores se mantenía. En 1908 funcionaba en Bakú un “parlamento obrero” paralelo dirigido por el bolchevique Trónov. En el exilio Lenin escribía admirado de que en plena reacción y repliegue obrero en toda Rusia, en Bakú había 47 000 obreros en huelga. Pero los bolcheviques sabían que ya no existían condiciones de contexto para declarar una huelga general, y que eso precisamente estaba esperando la industria petrolera para descabezar la organización. Ordzonikidze y Voroshílov (futuro jefe del Ejército Rojo) fueron los dirigentes que enfrentaron las aventuras anarquistas impulsadas desde el poder. Se endurecía el régimen en las cárceles, se cerraban los comedores obreros, y la patronal llamó a una “conferencia petrolera” para “salvar la industria”. Los obreros fueron pero no claudicaron en sus reivindicaciones. No hubo acuerdo. Las cárceles volvieron a llenarse. Sólo de Bakú, Tiflis y Batum fueron deportados 3 000 obreros para trabajos forzados en Siberia. En 1909 ya funcionaba a pleno la nueva imprenta clandestina bolchevique imprimiendo documentos y volantes en ruso, azerí, georgiano y armenio. En 1912 el Zarismo comete un nuevo crimen masivo contra los obreros a orillas del Río Lena, el inmenso río siberiano que había inspirado a Lenin, desterrado en sus orillas, para escoger su seudónimo. Los acontecimientos del Lena despertaron el efecto contrario al buscado: marcaron el inicio del nuevo auge revolucionario en toda Rusia. Una delegación bolchevique de Trascaucasia logró llegar a Europa central, primero a Praga y luego a Cracovia para entrevistarse con Lenin. En 1913, en la única revista bolchevique legal (Provischenie, o “Ilustración”) Stalin publicaba en ruso su trabajo “El marxismo y la cuestión nacional”. En el camino a la Revolución Socialista, el tema de las minorías oprimidas era una cuestión vital también en la parte occidental de la inmensa Rusia. Desde los cosacos en las estepas del Sur, pasando por los trabajadores polacos, bielorrusos, ukranianos y judíos, hasta los pueblos del círculo polar, todos debían ser partícipes y co-protagonistas de los cambios revolucionarios que se avecinaban. Todos debían unirse en las filas del proletariado y a la vez debían ser respetados en su diversidad. En 1914 estalla la Guerra Mundial. La mayoría de los grupos políticos trascaucásicos opositores apoyan la “defensa de la Patria” y exigen a los trabajadores redoblar su esfuerzo en la extracción del petróleo. Sólo los bolcheviques condenan la guerra. Son perseguidos como ”traidores a la Patria” pero ya su organización en Trascaucasia es indestructible; tres de cada cuatro hogares obreros la protegen. En 1917 la revolución burguesa libera los presos políticos. Stalin va directamente a Petrogrado. El que vuelve a Transcaucasia es el legendario Kamó, que había sido nuevamente capturado en 1912. Octubre desplaza la atención del mundo a Petrogrado y Moscú, pero la guerra civil en trascaucasia cobra excepcional crudeza. La intervención extranjera hace particularmente difícil la causa del Soviet en la cordillera y en los puertos. Sólo en 1920 el triunfo bolchevique quedará consolidado. Comenzará el desafío de construir el socialismo en un mundo multiétnico donde el desarrollo de la industria nacionalizada deberá combinarse con la sabiduría ancestral y la lógica propia del campesinado.


 
 
 

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