Futbol: Y en un mismo lodo...
- La Juventud Diario
- 18 feb 2017
- 5 Min. de lectura
El futbol como teatro, como síntesis de la sociedad, atraviesa problemas muy profundos. Algunos, le pertenecen en exclusividad, otros parecen foráneos y que le dan una importancia mayor que lo relacionado al deporte.

Desde hace muchos años, se pone el hincapié en la violencia, como marco de escenificación. Violencia real (con muertos, heridos, detenidos, etc.) y violencia planificada, estratégica, de interés.
Los enfrentamientos entre hinchas, no son de esta época, ni fruto de "esta sociedad". Se dan desde hace muchos años. Los muertos, lamentablemente también.
Pero la violencia, en el deporte o fuera de él, ha tomado un lugar mayor en publicidad, en espacio.
Con el surgimiento de las llamadas barras, el crecimiento de la importancia de las mismas en el teatro del fútbol, generó también su contraparte. Cada vez se destina más cantidad de dinero del fútbol en seguridad. Tanto en policías y operativos, como en guardias privadas, campañas, especialistas dando charlas, etc.
Solo recordar que hace unos 30 años, eran pocos los que planificaban la ida al estadio de manera organizada, a lo sumo, se podría llevar papelitos, o serpentinas.
Hoy hasta eso genera identidad con un equipo. Como contrapartida, cada vez está más limitado el ingreso a las canchas con objetos.
Primero fueron los controles de elementos contundentes, los fuegos artificiales, luego las banderas grandes, más adelante los paraguas o hasta los papelitos, y aquello que parecía adornar el escenario pasional, se fue cercenando y quedando a la vista, solo la violencia, de los actores más fanatizados o marginales, como elemento identitario. Si no está el decorado, el espectáculo queda al desnudo o con sus peores ropas.
Habría mucho para decir sobre el sentirse parte de algo, el "ser", el rol de uno en la sociedad, el poder, que en el resto de la sociedad, fuera de ese teatro parece esfumarse para muchos de los que están en esas barras.
Algo que parece no verse. Si alguien tiene un rol importante, en un ámbito y no en otro, por el que recibe dinero y reconocimiento...¿Por qué lo abandonaría?¿Como no lucharía alguien en esa situación, por no mantenerlo y agrandar su importancia e incidencia?
¿Que le ofrece la sociedad a cambio de dejar ese lugar, donde es “el capo”? La frustración, el hambre, la discriminación y la cárcel.
En las últimas horas se conocieron elementos para el análisis aún más profundos. Con implicancias en esferas por fuera del fútbol. En la política, en la justicia. Algo que termina enlodando a todo el poder.
Los periodistas Carlos Peláez y Álvaro Carballo realizaron denuncias públicas muy graves, sobre intereses entrelazados entre barras, dirigentes políticos, del futbol y hasta alguna causa judicial "encajonada".
Peláez escribió:
"Lo que está en juego es la libertad, no un campeonato
Lo que ocurrió ayer en el estadio debería ser la gota que desborda el vaso. Pero ante tantos intereses en pugna es probable que no sea ni lo último ni lo más grave que podemos enfrentar. No soy partidario de ver este asunto como un tema de hinchas, porque estamos hablando de delincuentes que visten determinada camiseta. En este caso la de Peñarol, equipo del que también soy hincha, pero esos tipos nada tienen que ver con decenas de miles de hinchas que hubieran querido ir al estadio o ver el partido por TV.
Tampoco soy partidario de generalizar las responsabilidades porque si no se diluyen. Finalmente si todos somos responsables, no hay responsables. La asonada de la víspera es algo que se veía venir. Toda la semana se habló de seguridad no de fútbol.
Peñarol cayó en manos de una banda de narcotraficantes, que no otra cosa son varios de los que dirigen esos líos. Y para probar esta aseveración están todos los crímenes y atentados cometidos en los últimos meses, que se presentaron como ajustes de cuentas. Las autoridades saben quienes son. Están identificados hace mucho tiempo. Esos reciben entradas de favor siempre. Ayer no, y armaron el bardo.
Pero antes de ingresar a la Ámsterdam la policía detuvo a tres jefes barras que tenían 400 entradas, la misma cantidad que las autoridades de Peñarol niegan haber entregado. Entonces ¿cómo las obtuvieron? Sobre todo esto la Justicia obtuvo mucho información. Pero lamentablemente se encuentra en un expediente archivado.
Por ejemplo, hoy El País dice “la Policía no ingresó a la tribuna luego que los barrabravas la coparan aplicando el método de un motín carcelario”. Inteligencia del Ministerio del Interior le había entregado al ex juez penal Homero Da Costa información reveladora sobre presos del Comcar que recibían dinero para integrarse a la barra cuando recuperaran la libertad. Se investigaba quién los reclutaba y de dónde salía el dinero. Ayer de noche mucha gente reclamaba mano dura con quienes provocaron esa asonada.
Y peor aún, harta de soportar la inseguridad y la violencia muchos hasta parecen dispuestos a ceder parte de su libertad. La que no hayan perdido ya. Lo que ahora necesitamos es que funcione la Justicia. De 171 detenidos el domingo, 170 fueron liberados, hasta el que tiró la garrafa.
Ocurre que el juez Gustavo Iribarren actuó sobre los hechos ocurridos dentro del estadio, pero no sobre los que se desarrollaron en el exterior. Esta mañana la fiscal penal de 18º turno Gabriela Fossati quién estaba de turno ayer, solicitó de oficio abrir una investigación sobre todos los incidentes ocurridos en los alrededores del estadio Centenario.
En el escrito presentado al juzgado de 17º turno a cargo de la jueza Marcela Vargas, que subroga al titular Carlos García, también solicita investigar todos los hechos que pudieran estar vinculados en el pasado a la actividad de barrabravas y que culminaron con los actos de violencia registrados en la víspera.
La doctora Vargas abrió la investigación y comenzó a citar a los testigos propuestos.
Fue Roger Rodríguez quien ha definido claramente la cultura de la impunidad, que va muchos más allá de crímenes de la dictadura. En base a esa impunidad que ha permeado a toda la sociedad, yo veo a mucha gente interesada en provocar caos. Caos para mantener la impunidad o para otros asuntos más graves aún.
Esto no se arregla con una mirada benevolente sobre el origen social de estos delincuentes. Porque hay decenas de miles de personas con el mismo origen que nada tienen que ver con actividades delictivas. Tampoco hay que ver esto como un asunto de fútbol. Tampoco tiene que ver que la Justicia probó que entre lo peor de la Ámsterdam también había barras de Nacional y de Cerro, por lo menos. O sea, no iban allí por su amor a Peñarol. El fútbol es un motivo. O Peñarol es el motivo. Pero como lo dicen ellos mismos: son hinchas de la hinchada no del club.
Ahora la Justicia tiene ante sí la posibilidad de proteger la libertad. La libertad de ir a un estadio, pagando la entrada, para disfrutar un partido sin temor a ser alcanzado por un balazo."
Álvaro Carballo publicó en su cuenta de Facebook algo en el mismo tono:
“Es un buen momento para recordar que la jueza Ana Claudia Ruibal (Penal No. 13) y la fiscal Mariela Luzi no encontraron elementos que ameritaran seguir la investigación que se venía haciendo hace 3 años sobre los vínculos entre la barra brava de Peñarol, dirigentes del club y distintos políticos. Y agregar que Peñarol nombró encargado de seguridad del club al papá de la jueza Ruibal, Jorge Ruibal Pino, ex presidente de la Suprema Corte de Justicia.”
El tema parece, a decir de estos periodistas y otros, más grave y profundo de lo que transmiten los periodistas deportivos. Va más allá de las camisetas y los campeonatos.
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